Con el Concierto Nº 2 de Giovanni Bottesini, el contrabajista debuta como solista en las presentaciones que la Orquesta Usach ofrecerá la próxima semana en el Teatro Aula Magna y el Teatro Municipal de La Pintana. En esta entrevista anticipa esas presentaciones y recuerda el camino que recorrió antes de integrarse a la agrupación.

Felipe Donoso en un concierto de la Orquesta Usach en La Pintana. Foto: Gary Go.

Felipe Donoso (Antofagasta, 1989) es uno de los integrantes más jóvenes de la Orquesta Usach. Desde mediados de 2022, es uno de sus tres contrabajistas y habitualmente se le puede ver en uno de los costados del escenario del Teatro Aula Magna, interpretando sinfonías, conciertos y otras piezas que nutren el repertorio habitual del elenco. Aunque esa es su principal ocupación, es una vida que hace no tantos años él no habría imaginado. Porque Felipe Donoso no quería dedicarse a tocar contrabajo. En realidad, quería tocar otros instrumentos y otro tipo de música.

“Yo vengo de la guitarra y del bajo eléctrico. Aprendí a tocar en la iglesia, en Copiapó. Los primeros acordes me los enseñó mi hermana Laura, que ya sabía tocar”, recuerda sobre la ciudad en la que pasó su infancia. “En mi población, la Villa Arauco, había problemas con pandillas y cosas así, entonces en las juntas de vecinos se hacían proyectos de fútbol, de deportes, de música. Una vez llegaron unos instrumentos y con los amigos de la población empezamos a tocar música andina. Algunos tocaban quenas, zampoñas, y yo tocaba un par de acordes en la guitarra”.

Guitarra era lo que quería estudiar cuando entró al Liceo de Música de Copiapó, en primero medio, pero no había cupos. Entonces buscó el bajo eléctrico y su profesor, Rodrigo Salas, le hizo una advertencia: “El que toca contrabajo, toca bajo eléctrico”.

Felipe Donoso tomó nota, pero se quedó con el bajo eléctrico y se puso a estudiar. “Mis compañeros ya sabían desde antes, pero aprendí a leer música relativamente rápido, pasé a la big band del liceo y ahí me encantó el jazz. Nunca lo había escuchado, la primera vez fue cuando estaba tocando y me impactó. Todo era muy distinto. Me enamoré de esa música. Ahí mismo integré ska, cumbia y un montón de cosas con los mismos compañeros de curso”, relata.

En cuarto medio ya sabía que quería dedicarse a la música, pero otra vez se encontró con un consejo de su profesor: “Vas a llegar a Santiago y te vas a encontrar un montón de bajistas, ¿por qué no tocas contrabajo?”, le preguntó. A regañadientes, se cambió de instrumento y no lo pasó bien. Le dolían los dedos, no podía tocar rápido, no lo disfrutaba, pero insistió. Viajó a Santiago, postuló a la Universidad Católica, fue aceptado y tuvo que concentrarse, ahora sí, en el instrumento. “Recién al segundo año me gustó, cuando escuché a mis compañeros tocando, acompañados por el piano. Me entró un poco a la fuerza, porque siempre había querido el bajo eléctrico, pero ahí me enamoré del instrumento y volqué toda mi energía al contrabajo”, relata. “Aprendí a porrazos”.

Siete años después de titularse como contrabajista, Felipe Donoso ofrecerá sus primeros conciertos como solista, junto a la Orquesta Usach. El próximo miércoles 3 y jueves 4 de julio, tocará el Concierto Nº 2 de Giovanni Bottesini (1821-1889) en el Teatro Aula Magna Usach y el Teatro Municipal de La Pintana, respectivamente. Será parte de un programa dirigido por David del Pino Klinge, que también contempla la Sinfonía Nº 5 de Ludwig van Beethoven (1770-1827) y una selección de la música incidental que Franz Schubert (1797-1828) compuso para la obra de teatro Rosamunda.

Felipe Donoso se integró a la Orquesta Usach en 2022. Foto: Mila Belén.

En la víspera de un ensayo para esas presentaciones, Felipe Donoso explica que el concierto de Bottesini, al que llamaban “el Paganini del contrabajo”, es una oportunidad para escuchar y mirar de otro modo ese instrumento que siempre está presente, pero casi nunca como protagonista. “Hay partes muy virtuosas, otras en las que aparecen los armónicos artificiales, que es cuando el contrabajo llega a la altura del violín, más o menos. También van a escuchar al contrabajo ‘cantando’. El bel canto, el canto bello, es un concepto de la misma época, con precursores en la ópera como Rossini, Donizetti o Bellini. Es una manera de cantar y escribir en que se le da mucho énfasis a la melodía, a las melodías bellas, y Bottesini lleva esto mismo al contrabajo. Es muy particular, porque es un instrumento que normalmente tiene un rol específico en la orquesta, entonces escucharlo de esa manera es muy bonito. Hay melodías largas, con mucho vibrato y expresividad, y hay que ser como un cantante para tocar esto. Ese es el mayor desafío”.

No es lo que uno imagina habitualmente en un contrabajo, ¿cuáles son las mayores diferencias con lo que tocas normalmente?

Más allá de la técnica, que es complicada, es el cómo percibes las melodías y cómo las desarrollas. Es una obra muy estándar y hay muchas versiones, entonces siempre es un desafío. Para mí, tocarlo con la Orquesta Usach es un privilegio. Imagínate lo que significa llevar tan poco tiempo en la orquesta y proponer una obra que puede ser desconocida para el público, pero es súper conocida en el mundo de los contrabajistas. Creo que le va a gustar a la gente.

¿La describirías como una música amable para el público?

Claro, son melodías reconocibles y amables para el oído. Además, visualmente es atractivo ver cómo se toca el instrumento.

¿Tocas solo con el arco o hay otras técnicas?

Es puro arco y pura expresividad, que es lo más complicado. Como te decía, hay que imitar a un cantante y tienes un rango gigante, porque el instrumento llega a un sonido muy bajo y a otro muy agudo. Además, con el arco puedes lograr que suene muy fuerte. Para todo cuerdista, el arco es como la lengua para hablar: articulas, emites el sonido, haces todo. Es como el aire para los instrumentos de viento. En el arco influye la presión, la velocidad, la cantidad de crin… todo. Uno tiene una paleta de colores y juega con ella. Es un arte.

Más allá del estudio de la obra, ¿qué es importante al preparar un concierto como este?

La maduración, que puede demorar un tiempo corto, meses o años, es muy relativa. Hay músicos que se preocupan mucho de ejecutar y otros que se preocupan de interpretar. Cuando era estudiante, yo ejecutaba, porque tenía que sacar mucho repertorio, tocar en la orquesta, preocuparme de los ramos… era difícil madurar una obra. Con el tiempo, uno va recopilando cosas, información, y cambia su manera de tocar. Para tocar Bottesini, por ejemplo, tienes que escuchar música italiana y ópera, adentrarte en ese momento histórico.

¿Qué has escuchado tú?

De todo un poco. Los domingos pongo la (Radio) Beethoven y está la ópera, que es mortal. Antes de eso hay otro programa bacán, La Belleza de Cantar. También he tenido la suerte de tocar óperas, como Carmen y La traviata, hace no mucho tiempo, y estar en festivales, en otros países, y escuchar varios cantantes.

Antes, yo solo pensaba como contrabajista: este es mi rol y que los demás hagan lo que tengan que hacer, yo no me preocupo. Cuando empecé a tocar más repertorio, eso me pesó y tuve que preocuparme de las melodías. No tengo que cantar, pero tengo que entenderlas. Cuando toco, ahora trato de cantar el repertorio, pensar cómo lo haría, cómo respirar naturalmente. Cuando llevas eso al instrumento, todo cambia. Empiezas a pensar como músico de orquesta, no como contrabajista. Obviamente yo tengo un rol, pero la música es mucho más que ese rol limitado. Así, uno se hace mejor músico.

¿A qué te refieres con dejar de pensar como contrabajista? ¿Cómo es ese proceso?

Lo aprendes en la vida, con clases magistrales, viajando, que ayuda mucho… Gracias a Dios, he tenido la oportunidad de ir a festivales, escuchar a directores y darme cuenta que pensaba mucho desde mi lugar. En la música popular, por ejemplo, un bajista de salsa no toca la melodía, cumple su rol, pero hay contrabajistas que cantan y tocan, como el maestro Óscar de León. En el reggae también hay bajistas que cantan y tocan. Sting canta y toca, no solamente está pensando en pasarlo bien tocando. Eso me empezó a llamar la atención.

Yo disfruto tocando, pero empecé a disfrutar más cuando abrí mi oído a lo que hacen los otros instrumentos. Cuando estaba en orquestas más chicas, a veces me aburría porque estaba contando compases o sin tocar, pero ahí es cuando tienes que escuchar a los demás. En realidad, uno tiene dos trabajos: tocar bien su partitura y escuchar las melodías. Tienes que escuchar a los demás para ser consciente de lo bonito que te estabas perdiendo.

Felipe Donoso durante un concierto de la Orquesta Usach. Foto: Gary Go.

¿Qué significa asumir ahora el rol de solista?

Es una emoción tremenda, una felicidad y una responsabilidad. Hay que regular las emociones, porque a veces uno mismo se pone mucha presión, pero me han dicho que me lo tome con calma porque estoy en un espacio seguro. La Orquesta Usach es un espacio agradable. Me he dado cuenta porque he acompañado a los solistas anteriores y siempre los vi tranquilos. Yo estoy nervioso y ansioso por lo que significa el momento, pero en realidad, voy a estar con gente que va a tocar para mí y para el público.

¿Cómo te tomas ser el foco principal? Los contrabajistas no están acostumbrados a pararse frente a la orquesta…

Tal cual, incluso es algo que va con tu personalidad. La verdad es que no es cien por ciento cómodo, pero es lo que hay que hacer porque soy músico. Si estoy estudiando y logrando tocar bien, tengo que compartirlo. La gente tiene que conocer el contrabajo. Quizás lo estoy mostrando a gente que nunca lo ha escuchado. Es difícil salir del rincón y ponerme al medio, son unos pocos metros en los que cambia completamente tu rol, pero también me siento contento de estar ahí y tocar con colegas muy buenos.

¿Sientes ese deber de mostrar el instrumento?

Me acuerdo que una vez, con la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal, toqué el primer movimiento de este concierto de Bottesini. Sergio Prieto, súper experto, me hizo tocarlo en colegios, que son los escenarios más difíciles de todos, porque tocas en auditorios, gimnasios techados, bibliotecas… hasta en el casino. Es incómodo tocar en esos lugares, pero después se me acercaron niños y niñas para decirme que no se imaginaban que el instrumento podía sonar así y que había sido bacán. Eso me dejó con la sensación de que había cumplido, porque los niños se impresionaron. Ahí me di cuenta que a la gente le gusta ver esto, no solo escucharlo, y lo agradece. 

Rodrigo Alarcón L. – 28/06/2024

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