Los primeros en aportar las notas de ternura, esos, se hacen notar. No son precisamente los músicos. La Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago sabe que tiene un gran público y que ellos son la mitad de la experiencia de hacerse escuchar.
Porque uno puede llegar corriendo, sin tener mucha idea de lo que van a tocar, y siempre, siempre, te vas a encontrar con niños, adultos acomodándolos para escuchar, los habitués de siempre en primera fila y los estudiantes peluseando en la última. Todos, eso sí, todos vuelcan la atención cuando los músicos comienzan a tocar.
La dirección de Alejandra Urrutia nos da el primer dato de este concierto. Hay esfuerzos que no se pueden saltar. Uno de ellos es contar las mujeres de la Orquesta. No son la excepción. Y renuevan fuerzas cuando ven a una de las suyas comandar la partitura.
La sereno en los primeros compases del “Andante para cuerdas” de Alfonso Leng, hacen olvidar el ritmo de la calle. La gente escucha atenta a este chileno y es de las cosas que se agradece a esta Orquesta. El gusto que respiran por saber que han sido cuidadosos y preocupados en recopilar repertorio nacional.
Y aunque breve sea el paso por la recurrente música de Leng, que se ha elegido para entrar en perfecto equilibrio con el resto del programa, un clásico que, a esta altura, se quiere disfrutar en las distintas etapas de Alejandra Urrutia, una directora que no para de crecer con cada concierto en fuerza y claridad.
Sin dudar la juventud de Pablo Valdés, solista a cargo del concierto para clarinete de Mozart, logró que el publico se mueva con él y la música. Aprovechó las dinámicas de la partitura para hacer una declaración de principios sobre el camino por el que nos llevará. Expone sus frases, y de forma delicada nos vamos junto a él.
El oído tiene memoria, y esos cds genéricos le han hecho mal a nuestra escucha. Pero no alcanzamos a dudar, porque Pablo Valdés hizo partícipe de su versión de la cosas a todo el público, se gradúa en colores, sin excesos, ni defectos. Y eso hizo sonreír hasta al más fanático del concierto.
Por supuesto, que la presencia de Beethoven en esta Orquesta no se toca por costumbre, sino por gusto. Y la “Sinfonía nº2” es de las que se acomoda muy bien a este programa. Dirigida con tanto entusiasmo por Alejandra Urrutia, que por poco se salta al escenario para acompañarla en esa fiesta. Y es una una para todo tipo de oído que escucha en el Aula Magna, porque se ven ojos cerrados dispuestos a saborear cada nota y niños atentos que extrañamente la saben de memoria y juegan a dirigir la orquesta con sus pequeñas manos.
La potencia del Beethoven de Alejandra Urrutia es una que hace sonreír, porque se sabe correcta y es precisa para las personas que llegan a ver a una orquesta querida y popular donde todos disfrutan cada minuto de música.
Quien quiera tributar este entusiasmo, puede aparecerse el próximo 29 de agosto, el día en que la orquesta celebra sus 36 años. Con otro concierto, vestido de las galas del aniversario, donde este público tierno anotará que es miércoles de orquesta y sus cuerpos sabrán notarlo.
Soledad Abarca, periodista egresada de la Universidad de Santiago.