El músico argentino abre este miércoles 22 el ciclo de conciertos para piano de Beethoven que la Orquesta Clásica Usach desarrollará en su temporada 2023. En esta entrevista explica por qué quiso tocar el Concierto para piano Nº 1 y habla de sus anteriores trabajos con la agrupación y su doble rol como compositor e intérprete. “Todavía estoy experimentando”, dice.
Jorge Pepi-Alos (Córdoba, Argentina, 1962) es uno de esos músicos en movimiento permanente. Tiene una trayectoria de más de cuatro décadas como pianista, con conciertos en América, Asia y Europa. Su nombre es habitual en las carteleras locales de música de cámara y también se ha dedicado en profundidad a la enseñanza y la composición. Durante los próximos meses hará presentaciones en Santiago, La Serena y Panguipulli y tiene programado un viaje a Europa. También debe cumplir con encargos de composición. Es particularmente inquieto, pero mira con distancia y humor a los artistas que llenan su currículum con fechas, nombres y conceptos rimbombantes: “Las agendas de los músicos ahora son como las de los businessman. Todos los días tienen que tener algo”, se ríe. “Yo hago un montón de cosas en mi vida que no tienen por qué estar en mi agenda”.
Aunque se estableció en Chile en 2006, sus apariciones como solista junto a orquestas locales no han sido tantas. Una de las agrupaciones con las que sí ha colaborado en diversas ocasiones es la Orquesta Clásica Usach. En 2019, por ejemplo, el sello Aula Records abrió su catálogo con el disco Viaje a la Luna, centrado en una obra que él compuso y fue interpretada en vivo mientras se proyectaba la película muda del mismo nombre, estrenada por Georges Méliés en 1902. Y en 2021, en plena pandemia, intervino una pieza de Jean-Philippe Rameau, Papillon inconstant, que fue grabada por la agrupación y la soprano Tabita Martínez.
Esa relación tendrá ahora un nuevo episodio: Jorge Pepi-Alos y la Orquesta Clásica Usach volverán a encontrarse este miércoles 22 de marzo (19:30 hrs.) en el Teatro Aula Magna Usach, bajo la dirección de David del Pino Klinge, para interpretar el Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Ludwig van Beethoven (1770-1827), en un programa que también contempla obras de Valeria Valle y Georg Friedrich Haendel. Las entradas son gratuitas y pueden descargarse acá.
“Me preguntaron si quería hacer un concierto de Beethoven y respondí que me encanta el Primero, porque normalmente lo dejan de lado”, explica sobre su elección para abrir el ciclo que la Orquesta Clásica Usach dedicará durante su temporada 2023 a los conciertos para piano del compositor nacido en Bonn. “Es un representante del Beethoven joven y la gente lo suele tocar como Mozart, entonces pierde lo beethoveniano. Yo tengo un concepto bastante personal de este concierto, que tiene cosas muy interesantes desde el punto de vista de lo que va a ser Beethoven después”.
Entusiasta y didáctico a la vez, Pepi-Alos apunta que Beethoven impuso sus propios términos desde sus primeros días como creador: “En sus primeras obras podemos considerarlo como si fuera un clásico, igual que Haydn y Mozart, pero yo pienso que desde el opus 1, desde antes de este concierto para piano que voy a interpretar, él ya tiene una personalidad que muestra que hay cosas que no va a hacer como los otros”, señala.
“Su primera obra editada son tres tríos para piano, violín y violoncello y se la dedicó a Haydn, porque estaba estudiando con él. Haydn le dijo que los dos primeros eran muy buenos, pero que no editara el tercero. ¡Y el tercero es el más beethoveniano de todos! O sea, a Haydn le molestó este joven que estaba proponiendo algo nuevo. Yo lo entiendo, porque debe haber encontrado que esta música era rara o defectuosa, como todo lo nuevo, y ese trío es el más típico de lo que va a ser Beethoven después”.
¿En qué elementos o pasajes de este concierto para piano se puede notar que él iba a ser diferente?
Es una cuestión de expresión. Cuando cambiamos de época, cambiamos las expresiones para comunicarnos, es algo que se ve no solo en la música. La gente joven siempre tiene cosas que no se hacían antes; a veces son más reaccionarias, a veces proponen un nuevo comportamiento. No puedo decir que pasa algo en un compás específico, pero hay cosas que salen de lo convencional, como ese tema en el rondó que parece una polka. Por eso se consideraba vulgar a Beethoven en la época, que es algo que suele pasar con las cosas nuevas: se salen del concepto estético y la gente lo encuentra feo. “No es lo que yo me esperaba”.
No hay un elemento específico entonces.
No, es un comportamiento que tiene el concierto, que es la herencia de Mozart, porque de él fueron los primeros grandes conciertos para piano. Beethoven tiene esa herencia y con ella ya tiene un comportamiento diferente. Si lo quisiéramos esconder se parecería a Mozart, pero no tendría las cualidades de Mozart porque tiene otras. Esa es la diferencia.
¿Qué dificultad técnica plantea este concierto al solista?
Como tiene su herencia clásica, creo que es más transparente que los otros y las cosas transparentes son más delicadas, porque todo se ve. Así, pueden pasar dos cosas negativas: que por la transparencia se vean las imperfecciones o que, por el delirio de que nada se pueda criticar y tengamos que hacerlo verdaderamente perfecto, salga pulcro. Esa palabra puede ser positiva, pero también puede ser negativa. Esto no es un cálculo, no es como una declaración de impuestos que no tiene errores y ahí se acaba. En este caso, lo pulcro no basta. No es cuestión de que estuvo bonito y perfecto. Aquí tiene que haber un equilibrio porque no podemos dejar pasar las imperfecciones, pero tampoco obsesionarnos con el microdetalle. Es más complejo.
¿En qué debería fijarse alguien que escucha esta obra por primera vez?
Cuando vas a escuchar algo nuevo es para ver de qué se trata y ese es el mejor acercamiento: estar abierto a lo que va a ser, porque es un concierto fácil de escuchar. Cuando cualquier persona me pide que toque algo, toco el comienzo del scherzo y me dicen “¡qué lindo!”. Es muy oreja, como dicen los chilenos. Es alegre y directo, a cualquier persona le va a gustar. Se nota que es un concierto joven, tiene esas ideas. El Cuarto, por ejemplo, es el summum de los conciertos para piano y es muy difícil de escuchar, hay que conocer a Beethoven para entenderlo. El Primero es lo que uno espera de un concierto, pero ya tiene lo que tienen los genios, que es algo que no se puede explicar. A Beethoven se le nota que va a ser un compositor fantástico. Y es un concierto bonito. Aunque no me gusta esa palabra, qué le vamos a hacer. Es así.
¿Qué relación tienes personalmente con esta obra?
Hay algo sentimental, porque fue el primer concierto que toqué. Lo hice con la Orquesta Sinfónica de Córdoba, cuando tenía 19 años, y algo me debe haber quedado de esa experiencia. Nunca lo he tocado en Chile, porque desde que llegué he tenido muchas actividades como docente y compositor y he tocado relativamente poco. Como soy compositor y pianista, he tocado menos que un pianista que es nada más que pianista. He tenido una actividad muy grande de música de cámara, he tocado música contemporánea, he hecho música para películas mudas… cuando haces tantas cosas, no haces mucho de lo mismo y no me interesa tampoco. Imagínate, qué interesante es para un viejo de 60 años decir “ahora me gustaría tocar el Concierto Nº 4 de Beethoven”. No es como un pianista de 30 que ya se aburre, porque tocó todo, hizo 500 concursos y los papás lo tuvieron ocho horas sentado en un piano. Eso es atroz, ya hiciste todo y no tienes más nada que hacer. Es un problema de nuestra sociedad en que la gente está acelerada para hacer las cosas lo antes posible.
Buscas hacer cosas distintas a esta altura de tu vida…
Sí. Hasta los 30 ó 40 años siempre te empujan a hacer un montón de cosas en tu profesión y yo hice todo lo que me interesaba, pero tenía que compartir con mis actividades. Ahora me di cuenta de que eso fue bueno, porque todavía estoy experimentando y hay cosas que no sé si haré o cuándo las haré.
Lo que pasó con Viaje a la Luna fue inusual. Cuando me lo pidieron, lo primero que dije fue: “Lo siento, yo tengo colegas que hacen música de películas y no tengo experiencia”. Pero me incitaron y me di cuenta de que me atraía la idea. Fue un proyecto muy importante en mi vida porque me di cuenta de que nunca voy a hacer bandas sonoras, porque Viaje a la Luna no es una banda sonora sino una película con una orquesta, y fue algo que nunca había hecho en mi vida y me gustó. Nunca me interesó ser compositor para películas, pero esto fue inesperado porque tenía miedo y me di cuenta de que podía hacer algo.
Al ser compositor, ¿te fijas en cosas que no notarías si solo fueras intérprete?
Ahí diste en el clave, porque hay muchos pianistas que dejaron de componer por la carrera y hay músicos que no pudieron ser pianistas porque entraron demasiado fuerte en la carrera de compositor. Hay otros que se las arreglaron con las dos cosas. No quiero dar el ejemplo de Rachmaninoff porque es el más típico y hay otro que no conocemos y es increíble: Béla Bartók se ganaba la vida como pianista y profesor en el conservatorio. No lo consideraban mucho como compositor, pero terminó siendo el más importante de su época. Él tuvo que compartir siempre, porque le gustaba mucho tocar pero no podía dejar de componer, y a los pianistas que han compuesto se les oye eso. No solamente yo lo oigo, a mí me lo han dicho: ¡tú tocas como compositor!
¿Y qué significa eso?
Cuando la gente es mala, es para decirte que no tienes buena técnica y que los compositores no estudian. La gente buena te lo dice porque tienes una segunda mirada (risas). Los compositores siempre fueron intérpretes, pero eso cambió en la segunda mitad del siglo XX, cuando aparecieron los compositores de escritorio, que nunca han tocado un instrumento. Ahora se está volviendo a lo de antes: los chicos jóvenes tocan, dirigen, participan en ensambles, hacen varias músicas. Se acercan a distintas artes incluso.
Texto: Rodrigo Alarcón L. – 20/03/2023