Después de seis años, el pianista vuelve a encontrarse con la Orquesta Usach el próximo miércoles 3 de mayo (19:30 hrs.) en el Teatro Aula Magna. Bajo la dirección de David del Pino, abordará el Concierto para piano Nº 3 de Ludwig van Beethoven.
Luis Alberto Latorre (Santiago, 1959) es uno de los pianistas chilenos más prominentes de la actualidad. Ubicuo como pocos, es solista de la Orquesta Sinfónica Nacional, con la que se presenta regularmente en el Teatro Universidad de Chile y otras salas de Santiago. En paralelo, es profesor en la Universidad Católica de Chile y actúa en la temporada de conciertos de esa casa de estudios, además de integrar hace más de una década el dúo Tala, junto a la pianista Tamara Buttinghausen. A lo largo de su carrera ha ofrecido innumerables conciertos en Chile y el extranjero, ha destacado en el ámbito de la música de cámara y en el repertorio contemporáneo, estrenando diversas obras en el país.
Ganador por eso del Premio a la Música Nacional Presidente de la República 2016, Latorre estará el miércoles 3 de mayo (19:30 hrs.) en el Teatro Aula Magna Usach para interpretar una pieza esencial en el repertorio del instrumento: el Concierto para piano y orquesta Nº 3 en Do menor, op. 37 de Ludwig van Beethoven (1770-1827), junto a la Orquesta Usach. Será en el marco de un programa dirigido por David del Pino Klinge, que comenzará con la Serenata Nº 12 para instrumentos de viento en Do menor, KV388 “Nachtmusik” y la obertura a la ópera Las bodas de Fígaro, ambas de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Las entradas son gratuitas y se encuentran disponibles en la plataforma Portaltickets.
Latorre ha actuado en varias ocasiones junto a la Orquesta Usach, pero han pasado seis años desde la última vez: fue en la temporada 2017, cuando estrenó un Concierto para piano y orquesta del compositor chileno Aliocha Solovera (1963), bajo la dirección de Nicolas Rauss. Ahora, en cambio, abordará un título canónico de un repertorio con el que ha tenido una relación especial desde sus primeros pasos como estudiante. “Toda la música de Beethoven es hermosa. Cada uno de los cinco conciertos de piano de Beethoven es un mundo maravilloso y cada uno tiene mucha poesía”, advierte de entrada. “El Concierto Nº 3 fue escrito hacia 1800 y hay que pensar que Beethoven tenía 30 años, que en él no es lo mismo que en cualquier persona. Es una época de tremenda madurez”.
¿Cuáles son las principales características de este concierto?
Creo que ahí se produjeron dos cosas importantes. Primero, en torno a esos años o un poco después ya se cursaba una tremenda depresión en Beethoven, sobre todo por culpa de la sordera. Estaba quedando aislado y lo sentía como una tragedia de la cual, al parecer, la música lo sacó. Por otro lado, los 30 años en Beethoven son de una profundidad tremenda. De esta época son las sonatas de lo que se llama la “época intermedia”. Este concierto es un paso importante en su escritura.
¿En qué sentido?
Desde el punto de vista formal, es un concierto tradicional. El primer movimiento es una especie de allegro, el segundo es lento y el tercero es un rondó un poco más alegre, pero hay cosas notables. Por ejemplo, el concierto está escrito en Do menor, pero el segundo movimiento está en Mi mayor, que es una tonalidad bien lejana, que tiene más relación con el Do mayor. O sea, hay una búsqueda en su cabeza, en su escritura. Hay ciertos pasos armónicos que están empezando empezando a germinar en él y después van a ser muy importantes; en sus sonatas, por ejemplo.
Todos los compositores importantes empiezan a escribir de una forma y terminan haciéndolo de otra, por lo que está pasando con la historia de la música en sus diferentes épocas. Hay algunos que se comprometen fuertemente con la escritura, con lo que está sucediendo, y hay otros que son más conservadores y siguen las tradiciones. Beethoven es radical: se mete en problemas armónicos que lo llevan a hacer este segundo movimiento en Mi mayor, por ejemplo.
¿En qué más se nota esa búsqueda?
En las cadencias, por ejemplo. En general, en los conciertos anteriores lo que pasaba era que la orquesta suspendía un acorde y el piano empezaba a improvisar sobre temas que se habían tocado. Era un momento de lucimiento del pianista y después volvíamos al asunto, por así decirlo. Esa idea de lucimiento empezó a cambiar y se metió en el engranaje de la escritura general, entonces, en el primer movimiento, la cadencia es notable porque la orquesta termina con figuras muy intensas, el piano atrapa esas figuras y ahí aparece la cadencia. Además, la cadencia termina y da paso al solo de timbal, hay una búsqueda de unidad. O sea, poco a poco el movimiento completo se transforma en una sola unidad y la cadencia es parte de la escritura orquestal. Estas son cosas que ahora pueden parecernos obvias, pero son pasos importantes en la escritura de la época. Los conciertos de Johannes Brahms, por ejemplo, después son muy unitarios; o está la Sonata en Si menor de Franz Liszt, que no tiene movimientos.
Los dos primeros conciertos para piano de Beethoven tienen mucha influencia de Mozart, pero después del tercero aparece una música distinta. ¿Este concierto es como una frontera?
Lo es, pero hasta cierto punto. En el movimiento lento del Concierto Nº 1, por ejemplo, ya hay una osadía y unos saltos impresionantes para la escritura de la época. Alguna vez alguien dijo que en las partituras de Beethoven siempre ves un componente revolucionario, novedoso. En alguna parte plantea una cosa nueva y ya es imposible volver atrás. En las últimas sonatas, por ejemplo, hay una entrada en el mundo colorístico del piano que da la pauta a cierto romanticismo y ya es imposible hacerse el leso, por así decirlo. Entonces todas sus obras van dejando huella. Ahora, es una revolución en un buen sentido de la palabra. No rompe solo para marcar una novedad o vender la novedad del año. Es una revolución emparentada con la tradición musical. Él mismo decía: escribamos fugas, pero no hagamos la fuga de Bach. O sea, toma la tradición y desde ahí va hacia adelante. Entonces creo que el Concierto Nº 3 es un momento importante en su vida y es un concierto muy profundo, pero todo es así en Beethoven. No sé si haya una obra particular que produzca el quiebre. La composición es una invención maleable que se está transformando. Esa es la idea que más me gusta: la escritura de Beethoven se va transformando a través de su tiempo.
Antes de ser un pianista profesional, ¿qué relación tuviste con los conciertos de Beethoven como auditor?
Tuve una relación desde muy pequeño pero como estudiante, nunca se dio totalmente la figura de auditor. A mi mamá le encantaba la música, nos ponía discos y nos llevaba al Teatro Municipal, pero empecé a estudiar a los siete años y los conciertos de Beethoven tienen que haber llegado por ahí. Sí recuerdo que escuchaba harto, compraba partituras y trataba de sacarlas, porque son conciertos que te atrapan. Me acuerdo, por ejemplo, de haber sido muy pequeño y haber estado estudiando el Concierto Nº 1. Como estaba en Do mayor, pensaba que era más fácil (risas). El tono del pueblo, como dice Valentín Trujillo… También recuerdo que de repente apareció la posibilidad de grabar en un cassette virgen, así que grababa programas de la radio El Conquistador o la Andrés Bello. Imagínate, tenía cientos de grabaciones, todo lo que pillaba.
En cuanto al repertorio de Beethoven, ¿qué pianistas te llamaban más la atención?
Claudio Arrau, de todas maneras. Daniel Barenboim también. Me acuerdo que éramos bien chicos y mi mamá compró una caja con las 32 sonatas de Beethoven tocadas por Barenboim, editada por el sello EMI. Barenboim era bien joven y es una versión maravillosa, no hay nada más bonito.
En el caso de Claudio Arrau había una cosa pedagógica. Escuchaba un Brahms, por ejemplo, algo que estaba estudiando, y me daba dos señales: pensaba que era fácil y que lo iba a poder tocar. Arrau toca de una manera tranquila y hace que parezca fácil, enseña mucho. Yo tuve una clase con él en 1984, no fui su alumno, pero tengo esa sensación de haberme acompañado con sus grabaciones cuando era chico.
Has trabajado mucho en torno a la música del siglo XX y contemporánea. ¿Es muy distinto abordar un concierto de Beethoven? ¿Se relacionan ambas cosas?
Bueno, todos los compositores fueron contemporáneos en su momento. Si los intérpretes no los hubieran tocado, ¿qué habría pasado con el mismo Beethoven? Un concierto de Beethoven es necesario en la historia para llegar a una sonata de Alban Berg, por decirte algo. En ese sentido, toda es la misma música. Por otro lado, la música es tan distinta como distinto es el ser humano a través de la historia. Efectivamente, el Concierto Nº 3 de Beethoven suena muy distinto a una sonata de Alban Berg.
Ahora, ¿cómo no va a nacer la inquietud de lo que está pasando hoy en día o qué pasó en el siglo XX, que está acá a la vuelta? Todos los intérpretes tendríamos que pensarlo así. Vivimos con compositores que están escribiendo como escribió Beethoven en su momento. Lo que pasa es que tipos como él escribieron música tan maravillosa, que hasta el día de hoy nos deleitamos con ella, pero el valor principal de un intérprete es tocar la música de su tiempo y celebrar estas grandes obras del pasado que son realmente increíbles. No comparo, no digo que todo tiempo pasado fue mejor, porque sé que todos pasaron por eso. Cuando a Beethoven le tocan los primeros tríos, dedicados a Joseph Haydn, el mismo Haydn le preguntó cómo se le ocurría escribir eso. Ni siquiera es un compromiso, creo que es natural preocuparse de la actualidad o los tiempos recientes.
Este concierto también fue música contemporánea en su tiempo, también podía provocar extrañeza…
Sí. Beethoven es hoy el prototipo de compositor romántico, pero lo criticaban porque no tenía melodías lindas… imagínate. Antes los compositores eran intérpretes y tocaban fundamentalmente su propia música, eso era normal. Todo el mundo iba expectante a ver la nueva ópera de Mozart o la nueva sinfonía de Gustav Mahler. O sea, la preocupación por el presente era evidente, es como preocuparte por ti mismo. También hay que atender la historia, ahí está el placer tan grande con estas obras magistrales, pero eso no puede descartar lo que está sucediendo hoy con la invención humana. Sería absurdo, la antítesis de la creatividad.
Claro, si en un programa pones la “Patética” de Beethoven y una sonata de Pierre Boulez, el choque es fuerte, pero es tan fuerte como que han pasado 200 ó 300 años. Es como poner a un tipo con levita, que anda a caballo, frente a un automóvil lleno de pantallas y a toda velocidad, como los de ahora. Es un cambio impresionante, pero es lo mismo que sucede en la música. Para tener esos automóviles hubo que pasar por el caballo. Todo es parte de una línea, paso a paso.
Rodrigo Alarcón L. – 28/04/2023