La Alemania del pleno barroco tiene dos nombres fundamentales: Johann Sebastian Bach y Georg Philipp Telemann, siendo este último reconocido en su tiempo como el compositor alemán más destacado, especialmente por su fecundidad compositiva. Fue maestro de capilla en variadas cortes sajonas y Kantor en Hamburgo, supo publicar y distribuir gran parte de su música, lo que le valió gran renombre internacional.
Mantuvo contacto e incuso amistad con otros grandes compositores, como el mencionado Bach o Haendel. Si fuera poco, escribió tres autobiografías, lo que nos permite escudriñar su quehacer musical desde su niñez y sus constantes cambios de puesto de trabajo: fue un niño prodigio, a los diez años tocaba violín, flauta y teclado, a los doce compuso su primera ópera, todo esto para gran preocupación de su familia, que no veía con buenos ojos una profesión musical. Finalmente cursa la carrera de leyes en Leipzig, ciudad en la que, no obstante, refuerza aún más su decisión de dedicarse a la música. Sus primeras composiciones empiezan a tener difusión y a poco tiempo de su llegada a la ciudad funda un Collegium Musicum que presentará habitualmente conciertos públicos y es nombrado director musical de la Opera de Leipzig, para la que compondrá óperas y seleccionará sus integrantes.
Sigue con sus viajes, se establece como maestro de capilla en la corte de Erdmann II donde conoce la última moda en estilos italiano y francés, además de tomar contacto con la música popular alemana y polaca. De allí cambia a Konzertmeister en Eisenach, coincidiendo con Bach en Weimar. Es un período muy fecundo en composiciones. Pero la tentación es grande y nuevamente emigra: en 1711 lo tenemos en Franckfort como director municipal de música, maestro de capilla y director del Collegium Musicum, nutriendo su catálogo de obras sacras y civiles, desde el gran formato a la música de cámara más íntima.
Luego de una viudez, se casa en segundas nupcias. Su reputación es cada vez mayor y el duque Ernst de Gotha le propone ser maestro de capilla de todas sus cortes. Finalmente, en 1721, el deseado puesto de Kantor en Hamburgo, dirigiendo la música de las cinco iglesias principales de la ciudad, es ofrecido a Telemann, quien luego sumará el cargo de director de la Opera. En poco tiempo se encargará de redoblar las actividades musicales de la ciudad. Él mismo se encargará, además, de publicar y distribuir su música, muchas de ellas con especial énfasis a labores pedagógicas y de fácil adaptación para la inmensa cantidad de aficionados musicales. En 1737 incluso viajará a París para detener la piratería de sus obras, ciudad en la que aprovechará de realizar varios conciertos.
En 1740 aminora su producción compositiva para dedicarse a la publicación de escritos musicales con fines pedagógicos que van a tener gran importancia en su momento. Sin embargo, pronto retoma su habitual energía compositiva, que mantendrá hasta su muerte, en 1767. El concierto de Syntagma Musicum (miércoles 29 de marzo en el Aula Magna de la U. de Santiago), conmemorando los 250 años de su muerte, es una muestra muy sucinta de su vastísima producción de cámara.
Por Gonzalo Cuadra.