Una de las ganadoras del Concurso de Compositoras de la Orquesta Usach habla sobre Cóndor, la obra que el elenco interpretará en tres conciertos gratuitos en el Teatro Aula Magna y el barrio Yungay.

Eleonora Coloma. Foto: Nicolás Masquiarán.
En 2025, la primera obra que tocará la Orquesta Usach en su habitual escenario del Teatro Aula Magna será de una mujer: Eleonora Coloma Casaula (Santiago, 1971), ganadora del primer Concurso de Compositoras organizado por el elenco, en 2024.
Cóndor, una de las dos partituras que se impuso en el certamen, será parte de los tres conciertos gratuitos que la agrupación ofrecerá a partir de este fin de semana: el sábado 22 de marzo (20:30 horas), en el contexto de La Hora del Planeta; martes 25, en la Parroquia San Saturnino de Plaza Yungay (19:30 horas); y miércoles 26, en el Teatro Aula Magna (19:30 horas).
La pieza fue escrita especialmente para la Orquesta Usach. Tiene una duración aproximada de doce minutos e incorpora textos provenientes de tres fuentes: una entrevista al biólogo argentino Luis Jácome, disponible en YouTube; un artículo del escritor chileno Jorge Montealegre, titulado “Identidad y representaciones en un mundo globalizado”; y un fragmento del diario que el naturalista inglés Charles Darwin escribió durante su viaje por Chile, entre 1832 y 1835. Todos, por supuesto, inspirados en el ave que domina la Cordillera de los Andes.
“Mi pareja, Mauricio Fabry, trabajó mucho tiempo liberando cóndores. Hicimos un viaje a la Patagonia en el año 2023. Estuvimos en Argentina con el grupo con el que liberaban cóndores, a partir de un proyecto del Zoológico Metropolitano, y cuando ellos empezaron a hablar sobre la liberación yo ya tenía la idea de hacer una obra. Imaginé los cóndores volando y se me vino a la cabeza la idea de Proyecto Cóndor. Así partió todo”, relata. “En la Patagonia vimos todos esos paisajes de Puerto Madryn, las ballenas, el mar, las estrellas, la pampa, toda una imagen natural que me sirvió como material. Luego escribí la obra en el sur de Chile, en Llanada Grande, también en la Patagonia, pero hacia la cordillera. Estar en contacto con la naturaleza me sirvió mucho para transcribir todo esto musicalmente”.
Formada como compositora en la Universidad de Chile, donde obtuvo dos grados de licenciatura, uno de magíster y otro de doctorado, Eleonora Coloma se ha enfocado en el mundo de la danza y las artes escénicas. Ha sido directora, compositora e intérprete en diferentes proyectos, ha compuesto para conjuntos de cámara y solistas, además de trabajar en proyectos educativos para niños y jóvenes.
Desde 2010, es académica del Departamento de Danza de la Universidad de Chile. Nueve años más tarde comenzó a enseñar composición en la misma casa de estudios, un paso que no dio por casualidad. En esta entrevista, habla sobre ese rol de profesora, su experiencia como compositora y la génesis de Cóndor.
¿Cómo se traduce musicalmente la idea del cóndor y el paisaje en la obra?
Creo que tiene algo atmosférico, notas largas que se superponen y armonías que se van transformando. Eso me genera la sensación de un paisaje eterno, amplio, donde se pierde la mirada. También eso me da la sensación del vuelo. El cóndor es realmente muy grande, es muy impactante verlo con las alas extendidas. Además, tienen toda una idiosincrasia, una forma de ser muy particular, pero todo sucede muy arriba en la montaña.
Por otra parte, de pronto aparecen sonoridades fuertes, duras y crudas en la obra, como un ruido que te sorprende. El cóndor se alimenta de otros animales muertos y es fundamental que lo haga, porque limpian de bacterias para los demás animales. Es la brutalidad de la vida y la muerte, pero también hay belleza ahí. La obra buscaba estar en esos dos ámbitos: lo brutal y lo bello de la naturaleza.
Aunque está asociado a la identidad nacional, no sabemos mucho sobre el cóndor.
No. Recuerdo que durante la pandemia empezaron a aparecer cóndores en otros lugares y la gente estaba asustada. Hay un tema con la ganadería, porque no quieren que estén, y con las turbinas de energía eólica que pueden atraparlos. Hay una serie de situaciones de las que uno no tiene idea, aun cuando es un animal tan grande e imponente. Es un tema importante para el equilibrio natural, pero uno no lo dimensiona realmente.
Al componer, ¿consideraste esa vinculación con la identidad nacional? Es un animal que aparece hasta en el escudo nacional.
No, me daba lo mismo. Al principio, la obra se llamó Proyecto Cóndor, aunque no quise usar ese nombre para que no se vinculara con la Operación Cóndor. Por eso, agregué Vultur gryphus, que es su nombre científico, para asociarlo a lo biológico y lo natural.
¿Por qué te interesó incorporar textos a la obra?
Me gusta mucho la lectura y el estudio, me valgo mucho de eso cuando compongo. En este caso, le pedí bibliografía sobre cóndores a mi pareja. Investigué cómo se alimentan y cómo viven para impregnarme de lo que hacen y tomé pedazos de esos textos porque tengo una obsesión con las palabras y las imágenes que producen. También me parecía importante reflejar lo que yo entendí en esa investigación. Lo de Vultur gryphus también es un homenaje a las personas que se dedican a investigar.
¿Qué te parece atractivo de incorporar textos recitados en lugar de, por ejemplo, unos cantados?
Como era un concurso, en ese caso no podía ser un texto cantado, pero a mí me encanta incorporar voz hablada. Me gusta esa cosa plana, esa sonoridad y la uso en muchas obras. También me gusta esa combinación en que escuchas una palabra y queda difuminada, a medio camino entre lo fonético y lo semántico. Que esté y no esté.
“Parecía que no había compositoras, pero había millones”
El Concurso de Compositoras de la Orquesta Usach definió dos obras ganadoras: además de Cóndor, de Eleonora Coloma, la Suite chilena de Constanza Fuentes Landaeta fue programada para los conciertos que la Orquesta Usach ofrecerá el 10 y 11 de junio, en el Teatro Municipal de La Pintana y el Teatro Aula Magna, respectivamente.
“El ideal sería que los concursos acogieran la diversidad de género, pero todavía no vivimos en ese mundo ideal, así que me parece bien porque se abre una oportunidad”, dice Eleonora Coloma. “No creo que las mujeres no podamos competir con los hombres, pero es algo que incentiva a concursar. Sobre todo en los tiempos que vivimos hoy, es importante hacerlo para que algún día lleguemos a construir otro horizonte”.
En lo personal, ¿qué te motivó a concursar?
A mí me cargan los concursos de composición. Participé en uno cuando era muy joven, fue muy incómodo y quedé un poco traumatizada. No me gustan porque compones una obra que no se toca si es que no ganas y, generalmente, es para una agrupación específica. Sin embargo, en esta ocasión, Jorge Pepi-Alos (compositor que ha colaborado en diversas ocasiones con la Orquesta Usach) me dijo: “Eleonora, tú tienes que concursar”. Y yo lo tomé como un mandato. Además, hace rato que tenía ganas de escribir una obra para orquesta, así que era una oportunidad ideal. Me sorprendió ganar, no lo imaginaba.
Habitualmente, es difícil encontrar obras de compositoras en los conciertos de música de tradición escrita. ¿Cómo has vivido esa situación?
Creo que algo cambió a partir del año 2018 y la revolución feminista. En mi medio universitario, por lo menos, cambió. En el ámbito académico, ya desde antes había una idea de generar una bibliografía más diversa e integrar no solo el mundo hegemónico, europeo y norteamericano, pero con la revolución feminista las jóvenes nos hicieron cambiar la cabeza a la gente de mi generación, también a las mujeres.
Yo siempre sentí una diferencia por ser compositora desde que estudiaba, pero nunca me apabullé y seguí con mi trabajo. Llevaba ocho años trabajando en el Departamento de Danza de la Facultad de Artes con un contrato de compositora y dos pisos más abajo estaban todos mis colegas, todos mis profesores y a nadie se le ocurría invitarme a nada. Yo normalizaba esa situación, pensaba que había sido así toda la vida. También normalizaba que solamente había estudiado a compositores, rara vez a una mujer.
El mayo feminista fue radical. Yo entré a trabajar en el claustro de composición porque fue una exigencia de las chicas, ellas lo pidieron. Para mí fue muy bonito porque, apenas entré a trabajar como profesora de composición, me pidió clases Amalia Garay, una de las dirigentas importantes de ese movimiento en la facultad, que ahora está estrenando una obra con la Orquesta Sinfónica Nacional. Habitualmente les digo a los estudiantes que no voy a estar más de dos años con ellos, pero con Amalia no pude: somos grandes amigas y ella se tituló conmigo.
Cuando estudiaste, ¿tú tuviste como referentes a otras compositoras?
Fui alumna de piano de Estela Cabezas, compositora chilena, y en mi magíster tuve la oportunidad de tener tres clases con Leni Alexander. Eso lo agradezco mucho porque creo que me dio otra mirada. Cuando estudié composición entramos cuatro o cinco mujeres. Yo me titulé primero, después lo hizo Carmen Aguilera y las otras no terminaron. ¿Referentes? Casi nada. A Ida Vivado la estudié… Bueno, Violeta Parra fue súper importante. Me metí en su forma de componer y me ayudó mucho. Fue fantástico.
Pero Violeta Parra es como un mundo aparte, ¿no? No es una compositora que se asocie de inmediato a la música de tradición escrita.
Sí, pero las obras para guitarra tienen una construcción, una forma de composición que sí se relaciona con eso. Yo las analicé, las trabajé teóricamente y fue importante entender su forma. Así como analizamos las sonatas de Beethoven, analicé estas obras y me influenciaron. Más allá de eso, prácticamente nada, pero vino el mayo feminista y entonces empezamos a darnos cuenta de que está lleno de compositoras de todos los tiempos.
Tampoco tenías esas referencias.
¡No pues, si parecía que no había compositoras! Pero había millones, ¡de todas las edades, épocas y estilos! Es lo mismo que pasa con otras disciplinas. Piensa, por ejemplo, en la filosofía, en los filósofos de la India, los latinoamericanos, los africanos, los de distintas partes del mundo. Este mayo feminista nos permitió mirar la diversidad, la cantidad de saberes que hay en todas partes. No era solo la música alemana del siglo XVII, XVIII y XIX la que me puede enseñar a componer música de tradición escrita. Eso cambió. Hoy día veo a mis colegas preocupados de buscar referencias femeninas, repertorio femenino, y empieza a aparecer. Eso es lo relevante de concursos como el de la Orquesta Usach: que las mujeres puedan participar, se programen y aparezcan. Es necesario ahora.
Rodrigo Alarcón L. – 21/03/2025