El músico argentino habla en extenso sobre el álbum que publicará junto al Quinteto de Vientos Usach, cuya presentación en vivo será el jueves 11 de agosto en el Auditorio FAE de la Usach. La entrada es gratuita.
Leandro Ragusa es un bandoneonista, compositor y director que ha tenido el tango como uno de los ejes de su trabajo, pero lo ha extendido a sonoridades y regiones diversas. Entre Buenos Aires, Nueva York y Montreal, ha tocado con numerosos ensambles y ha levantado una discografía propia de un músico particularmente inquieto, rica en nombres, títulos, idiomas y referencias múltiples.
En 2021 apareció el álbum doble El Aleph, su primer trabajo solista, pero ese estaba lejos de ser un debut. Luego de trabajar con el proyecto electrónico Tanghetto, en 2018 publicó el disco Dinámica del viento con el Quinteto de Academia que creó en 2016, junto a la flautista argentina Nili Grieco. En 2020 se anotó con dos títulos colaborativos: River eyes, junto a Kiko Kaid, alias del productor estadounidense Paul G. Marchesani; y Astor Piazzolla: La historia del tango, un EP firmado con la misma Nili Grieco. Además de ese registro de título borgiano, el año pasado apareció El charrúa, un disco que grabó junto al Underground Tango Ensemble; y ya en 2022 editó Íntimo, un álbum completo en colaboración con el violinista malayo Fung Chern Hwei. Estos dos últimos, con Nueva York como centro de operaciones.
Ese nutrido historial de nombres, fechas y ciudades ahora incluirá una colaboración con acento chileno: Eolia, un álbum creado junto al Quinteto de Vientos Usach, nacido en la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), que se publicará el próximo jueves 11 de agosto a través de Aula Records, el sello discográfico de la institución. Disponible en formato digital y CD, el álbum tendrá una presentación en vivo ese mismo día en el Auditorio FAE Usach, que luego se replicará en Buenos Aires (detalles acá).
“Cuando los escuché, pensé que estaba buenísimo. Tocan muy bien estos pibes”, relata Leandro Ragusa sobre el origen de un acercamiento que se inició cuando vio al Quinteto de Vientos Usach a través de internet. Cautivado, los contactó directamente, preparó un repertorio para aliarse con su instrumento a esa formación y en enero aterrizó en Santiago para grabar en el Teatro Aula Magna Usach. El resultado es un álbum cuyas referencias son múltiples. Aun cuando el sonido del bandoneón remite inmediatamente hacia Argentina, se nutre de la música europea y de tradición escrita del siglo XX, del jazz y hasta del cine, con una pieza final que cita el clásico Eraserhead de David Lynch.
“La mayor parte de la música es original y fue escrita para este disco. La Suite del viento, que es la espina dorsal del proyecto, fue escrita para el Quinteto de Vientos Usach. Uno de los movimientos es parte de un tema que ya tocaba, pero lo desarmé y volví a armar. Hay un tango viejo, que es “Ojos negros”, en un arreglo para cuarteto de maderas, sin corno y sin bandoneón, que también escribí para esa formación y nunca lo había tocado, así que es un estreno. Finalmente, hay tres temas que sí había tocado y volví a arreglar para esta formación”, detalla.
¿Qué te atrae del formato de quinteto de vientos y bandoneón? ¿Cómo dialogan los instrumentos?
Yo empecé en esto de forma bastante casual. Estaba estudiando composición con un maestro en Buenos Aires, Manolo Juárez, y me pidió que hiciera un arreglo para cuarteto de maderas. “Manolo, ¿cuarteto de maderas? Jamás escribí para eso y no es algo que se use, nadie lo toca”, le dije yo. “No importa, tenés que conocer todos los instrumentos”, me respondió. Yo siempre toqué tangos o con cuarteto de cuerdas, pero nunca con maderas, así que me puse a investigar y lo escribí. Después una amiga lo escuchó y me preguntó si me gustaría tocarlo, pero con bandoneón, y así se formó un grupo que tengo en Buenos Aires, el Quinteto de Academia, que está centrado en el tango y con el que grabamos un disco, Dinámica del viento (2018).
Hoy ya conozco los instrumentos, cómo se juntan con el bandoneón, y se logran sonoridades muy bonitas; no solo bonitas, sino novedosas. Eolia es el primer disco que existe en la historia de la música para bandoneón y quinteto de vientos, no encontrás otro. No solo no hay grabaciones, tampoco hay arreglos. Nunca nadie tocó bandoneón con quinteto de vientos. Hay bandoneón con clarinete, con flauta, cosas así, pero nunca con quinteto de vientos como una formación estándar dentro de la música de cámara. Por eso tenía ganas de escribir para esos instrumentos.
Eolia tiene algo de música popular y algo de música “docta”. ¿Lo ves así también?
Ese es un problema o todo lo contrario, según de dónde lo mires (risas). Como no me tenía que ajustar a nada, hice la música que tenía ganas de hacer. Naturalmente, tengo influencias de la música folclórica argentina y mucho más del tango. En Argentina hablás de bandoneón y un 60% de la gente habla de tango, pero otro 40% tiene reminiscencias folclóricas, porque ahí también es muy importante: en la música del litoral, tipo chamamé; en la música del centro y norte de Argentina, para la chacarera y la zamba; y en la música norteña también hay mucho bandoneón. Más allá de eso, en este disco hay un poco de todo.
Naturalmente, hay cosas de tango cuando escribo: un acompañamiento, un giro melódico, algo rítmico, como también del folclor. Pero el contexto es distinto porque no estoy utilizando armonías de música popular argentina, sino que otras. En este disco hay lenguajes de distintos lugares. Hay armonías que tomé del jazz y que a su vez se tomaron de la música académica, y utilicé variadas estrategias compositivas. Por ejemplo, uno de los movimientos de la Suite del viento está basado en la estructura armónica de Pasos sobre la nieve, uno de los preludios de piano de Claude Debussy. Yo escribí otras melodías, cambié la rítmica, cambié la forma y jugué con la armonía de Debussy, pero creé un tema totalmente distinto. También me puse a jugar con recursos de la música aleatoria, como hacían John Cage, Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez. Tomé números, los metí en tablas que me dieron notas y jugué con esa estructura. Por lo tanto, usé un montón de cosas distintas para armar este disco. Lo que no tiene, por lo general, es armonía funcional, que es una de las bases del tango y la música folclórica. Si hay algo de eso fue por casualidad, pero no lo escribí de esa forma. Por eso es un disco difícil de meter en un lado.
La principal obra del disco es la Suite del viento. ¿Cómo fue su creación?
Esa obra la escribí entre Buenos Aires y Montreal, donde estuve como un mes y medio tocando y haciendo distintas cosas. Yo ya había grabado la Historia del tango, la suite de Astor Piazzolla, y me quedé con ganas de hacer una obra más grande, pensando en este proyecto que quería grabar con quinteto de vientos. En principio iban a ser tres movimientos, pero después tuve ganas de hacer un epílogo, donde junto un poco de todo.
Cada movimiento tiene distintos recursos compositivos. En uno de los movimientos usé la armonía de Debussy que ya mencioné. En otro, utilicé los modos de transposición limitada de Olivier Messiaen y algunos elementos de György Ligeti. Hay otro movimiento, “Vértigo”, que tiene una impronta más tanguera, pero en el desarrollo se va para cualquier lado y está escrito en cinco tiempos, mientras que el tango es en cuatro. El “Epílogo” reúne un poquito de los sentires de los otros movimientos y le da un cierre.
Es una obra dedicada a la memoria de mi papá porque él estaba enfermo en Buenos Aires y yo estaba de gira. Cuando la estaba escribiendo en Montreal, hablaba todos los días con él, en la mañana, y luego me ponía a trabajar. Después me fui a Nueva York, él empeoró y no llegué a verlo, entonces lo último que compartí con él lo dediqué a su memoria. Esa suite fue pensada desde cero para este disco, así que es la parte preponderante y a la que más cariño le tengo.
¿Cómo escogieron el título del disco?
Naturalmente, es un disco de instrumentos de viento. Yo quería un nombre que no tuviera relación con el tango ni quedara como algo regionalista tampoco, porque la música no tiene esos sesgos. Creo que hay más recursos de música europea que folclórica, por lo tanto, es un disco más internacionalista, como se llama a veces.
Eolia me pareció lindo, porque es el lugar de la mitología griega donde vivía el dios del viento, Eolo. Es una palabra que tiene una relación íntima con el viento, que finalmente es lo que aúna todo el proyecto: es música escrita para aerófonos, todos son instrumentos de viento. Además, después me di cuenta de que Eolia es una región que situaban cerca de Sicilia, ¡donde nació toda mi familia en Italia!