El próximo jueves 29 de agosto, en el Teatro Aula Magna Usach, la intérprete establecida en París presentará un espectáculo en que el piano se conjuga con cacerolas, videos y performance. 

María Paz Santibáñez. Foto: Cristian Santibáñez.

Un piano, unas cuantas cacerolas, una pantalla redonda para proyectar videos y un programa que abarca más de un siglo de música, desde comienzos del siglo XX hasta esta década que está en pleno desarrollo. Todo aquello forma parte de Resistencia Femenina, el espectáculo que trae a María Paz Santibáñez de regreso a Chile.

Establecida hace décadas en París, la pianista está de vuelta en Santiago para mostrar su más reciente proyecto. Será en el Teatro Aula Magna Usach, desde las 19:30 horas del próximo jueves 29 de agosto, y las entradas gratuitas están disponibles en el sistema Portaltickets.   

“Más que un concierto, Resistencia Femenina es un espectáculo concebido en torno a la defensa de los derechos de las personas, muy particularmente de las mujeres, y a la creación contemporánea. El hilo conductor es un concierto y en torno a estas obras se incorpora una puesta en escena. Es decir, hay una parte un poco performática y hay videos que hacen algunas puntuaciones”, anticipa.

Resistencia Femenina nació al calor de las masivas manifestaciones ocurridas en Chile, a finales de 2019. Desde Francia, María Paz Santibáñez comenzó a darle forma a una suite que incluye obras de siete compositores y compositoras provenientes de diversas latitudes: Cristina Vilallonga (España), Nicolas Tzortzis (Grecia), Esteban Benzecry (Argentina), Marco Pérez-Ramírez (Suiza-Chile), Ramón Gorigoitía (Alemania-Chile), Hèctor Parra (España) y Andrian Pertout (Australia-Chile). “El corazón del espectáculo es esta suite que se titula Impacto, para piano y cacerolas, la cual reúne a compositores que escribieron obras por estas mismas razones, el respeto a la dignidad de las personas, y son creadores contemporáneos”, dice.

El espíritu colectivo del espectáculo, explica María Paz Santibáñez, luego se expandió hacia otros aspectos materiales del proyecto: “Es el mismo caso para los videastas que han participado, para la gente que ha aportado con registros de video e incluso para los utensilios que se usan en el espectáculo. Estos van desde cucharas de palo, que me ofrecieron como ramillete en lugar de flores, cuando toqué en Recoleta, a cacerolas, que vienen desde la Universidad de Burdeos, de México, de mi cocina y de amigos. No están todos en el escenario, aunque es un espectáculo que reúne a más de 20 artistas que han aportado de distintas maneras”, explica.

Pese a que la suite Impacto está en el centro de Resistencia Femenina, el programa comprende otras músicas. Se inicia y acaba con piezas para piano del compositor francés Claude Debussy (1862-1918), incluye parte de la suite Al aire libre del húngaro Béla Bartók (1881-1945) y también contempla otra obra comisionada: Vendajes, de la compositora chilena Valeria Valle (1979), inspirada en la mundialmente famosa performance “Un violador en tu camino”, del colectivo LASTESIS.

En esta entrevista, María Paz Santibáñez recuerda cómo fue la génesis de Resistencia Femenina y explica por qué, desde su punto de vista, este es un espectáculo que trasciende a su origen: “Evolucionó más allá de lo que era Chile con sus cacerolas”, asegura.

¿Cómo elegiste a las personas que participan con obras en la suite Impacto?

Me ha sucedido que Resistencia Femenina ha reunido a compositores que difícilmente se habrían visto de otro modo, porque trabajan en universos distintos: unos más tonales, otros atonales, unos que hacen electrónica, etc. Todos son amigos y colegas. Les invité a participar porque me gusta su música, la he tocado o bien quería tocarla y cada uno tiene cierto impacto en el estilo en el cual se desenvuelve. Ahora, lo más hermoso es que no hay nadie que haya dicho que no. A lo más, alguien me dijo que no podía de inmediato. 

Tengo una anécdota muy bella con Esteban Benzecry, un compositor al que le estrenan obras en Brasil, Asia y Europa. Él estaba trabajando con Gustavo Dudamel, para el estreno de su Concierto para piano, y un día me mandó un mensaje por Whatsapp para avisarme que tenía la obra, pero me la iba a mandar cuando bajara a bambalinas porque allí había mejor wifi. O sea, él estaba ocupado en una obra extensa, mucho más densa, pero preocupado de enviar lo suyo a tiempo. También recuerdo a Hèctor Parra, quien se tomó una semana para ir a un lugar apartado y componer su pieza basada en la poesía de Leonel Lienlaf. A Cristina Vilallonga, quien me dijo que escribía la obra, pero teníamos que grabarla y ella misma llamó al estudio. Y a Nicolás Tzortzis, quien tiene un lenguaje bastante rudo en su escritura y se tomó el tiempo de encontrar un testimonio de una víctima de trauma ocular, de cuando fue la revuelta chilena en 2019. O sea, todos dijeron “aquí estoy”.

Es una suite que está en progreso. ¿Recibirás más piezas?

Gabriela Ortiz, compositora mexicana, me ha dicho que estaba con encargos, pero su intención es hacer una obra y sé que algún día me la va a entregar. Patricio Wang también. El año pasado tuvo muchísima actividad, pero cada vez que nos encontramos, me dice que me debe la obra. Yo los espero. Al mismo tiempo, hay compositores que me preguntan si pueden participar y yo no tengo ningún límite. Es algo distinto. Cada cacerola la he ido eligiendo. La obra de Cristina, por ejemplo, lleva su propia cacerola. La escribió para una cacerola de su cocina y yo la ando trayendo.

¿No ocupas cualquier cacerola?

No, no, no, yo llevo mis cacerolas porque las he elegido según su resonancia. Por ejemplo, con Marco Pérez Ramírez nos vimos primero por video, cuando todavía era la pandemia, y luego le he ido mostrando la sonoridad. Para su obra, elegí una cacerola que tiene menos resonancia y es una percusión más seca. Para la obra de Hèctor Parra, en cambio, uso mi antigua olla de cocina que es de fierro, porque él demanda mucho de la cacerola. Me ha pasado más de una vez que en los conciertos se me rompe la cuchara de palo porque él pidió un nivel de intensidad bastante alto.

Es una obra que también se adapta al lugar donde se presenta, ¿no?

Sí, porque a veces no están las condiciones para hacerlo todo. Hay algunas obras que llevan electrónica y necesitas un equipo adecuado. Hay otras en las que se interviene el piano y eso depende del lugar o de la posibilidad de mantención. Depende del contexto. Es bastante flexible, en el sentido de que la he hecho en lugares con menos recursos, donde las obras llevan electrónica y hemos usado un parlante Bluetooth, que son medios técnicos más bien precarios, o la proyección se ha hecho en una condición que no es la pantalla redonda, lo cual es parte de la escenografía original concebida por Lorena Zilleruelo. No hay problema si tenemos que proyectar en otra condición. O sea, Resistencia Femenina es un proyecto que evoluciona, es una obra abierta.

El concierto también incluye una obra de Valeria Valle, basada en la performance de LASTESIS. ¿Fue un encargo para ella? 

En un momento, yo veía que el proyecto crecía, que en el inicio éramos tres mujeres, con apoyo de un técnico hombre, y hablábamos del respeto a la dignidad de las personas, que es un tema de siglos. En las imágenes que proyectamos a veces hay unas históricas, como las de las mujeres que luchaban por el derecho al aborto. Entonces, el título Resistencia Femenina se me impuso en el corazón. En ese momento hablé con Valeria, le dije que me gustaría hacer una obra y nos pusimos de acuerdo con LASTESIS para usar extractos de su performance. Valeria propone, de manera muy osada, una cosa más performática en el piano. De hecho, ella pone que la obra es para “piano performático”. Es decir, es pianística y al mismo tiempo hay mucha interacción con el público. Tengo que actuar, hablar, recitar, gritar incluso. Es una puesta en valor de las luchas de las mujeres hoy en día, que tienen que ver con un patriarcado institucionalizado. De hecho, antes de la ejecución, proyectamos videos de la performance de LASTESIS en muchos idiomas y en lugares distintos del mundo.

Justo después de esa obra, en el programa aparecen las piezas de Béla Bartók. ¿Cómo se relacionan con el resto del repertorio?

Hay ciertos repertorios que me identifican como pianista y ahí siempre están los comienzos del siglo XX: Debussy, Bartók, Weber, la música contemporánea. Para mí, es importante esta parte más sugerente. Con La terraza de audiencias del Claro de Luna, de Debussy, que es como decir “buenas noches, estamos aquí, y si uno mira hacia el cielo, nunca está pasando nada muy terrible, todo va bien”. Luego aparece Vendajes, de Valeria Valle, y después vuelvo al tema de la noche con la Música nocturna, de Bartók, y la Persecución, que para mí es como cuando persiguen a los manifestantes, hay represión, por ejemplo, o es también correr para alcanzar los objetivos. Pienso en las mujeres que pedían derecho a voto, en una carrera contra fuerzas que les impedían hacer algo al respecto. 

Ahí aparece un video de tus manos “corriendo” por el piano…

Aparecen mis manos con dos mujeres desnudas que corren, saltan, bailan incluso. Ese video nació el día antes del estreno de Resistencia Femenina en el GAM, en 2022. Estábamos revisando los videos y le dije a Lorena (Zilleruelo) que dibujara a dos mujeres desnudas y yo las iba a hacer correr por el piano. Daniel Sandoval agarró la cámara y Glyslein Lefever dijo “no, espérate, aquí que bailen”. Hicimos esa secuencia, nos enamoramos del video y lo sincronizamos con Persecución. Es una parte un poco más humorística. Después viene la suite Impacto, que es intensa, con momentos extremadamente poéticos y esperanzadores, y otros que son más rudos. Por lo mismo, al final se imponen las piezas de Debussy: Reflejos en el agua, que es el agua que limpia; Homenaje a Rameau, que es un homenaje al pasado; y Movimiento, que es como terminar con la idea de que seguimos, que esto no se detiene.

Foto: Carolina Sandoval.

Claramente, no es un concierto convencional de piano. ¿Qué te atrae de salir de esos márgenes más habituales?

Llevo muchos años tocando música contemporánea, en la cual hay que zapatear, decir cosas; hay obras en las que la orquesta arruga papeles… no es un descubrimiento, es parte de la creación contemporánea y ya lleva un siglo presente en la música. El que no lo ha visto o no lo sabe, se ha perdido algo, está pasado de moda. Específicamente, que esto se incorporase fue evidente respecto de la obra de Valeria Valle. Luego, en el montaje, empecé a ver que también era indiscutible. A veces la cacerola estaba a la izquierda, otras a la derecha, había que mover atriles. ¿Cómo hacer de todo eso un escenario permanente, que constituya un gesto artístico en cada movimiento y al mismo tiempo sean coherentes? El video también respondía a esto de poner acentos. Este proyecto nació con la idea de hacer una suite para piano y cacerolas, junto a exponer algunas discusiones sobre música y resistencia. Finalmente, todo se ha reunido en el espectáculo sin hacer denuncias sino que sugiriendo, que es lo que hace el arte. De alguna manera, para mí se fue imponiendo y tuve que asumirlo.

Es algo que me ha dado una alegría tremenda, me encanta. Tengo un recorrido largo como pianista y me pasaba que en una entrevista hablaba de derechos humanos y en un concierto tocaba, entonces eso siempre estaba separado. Creo que es la primera vez en la que puedo compartir los dos ejes de mi vida, desde mi posición de artista, en el escenario.

Desde que iniciaste este proyecto, inspirado en la revuelta de 2019, han pasado muchas cosas en Chile y el mundo. ¿Cómo se vincula con este contexto actual, que es muy distinto a ese momento inicial?

La inspiración del proyecto es la revuelta chilena, que tocó el corazón de todos estos compositores, pero yo soy una artista y, más allá del contexto preciso en el que surge la necesidad de crear, evoluciono con las obras que me proponen y que yo misma encargué. En la pandemia, por ejemplo, yo pertenecía al sector de los no indispensables y las inequidades se hicieron mucho más visibles a nivel global. Ahora, todo aquello parece muy lejano. A lo mejor se ha olvidado, pero yo nunca he estado dispuesta a hacer eso. La obra evolucionó más allá de lo que era Chile con sus cacerolas. Yo estuve en todos los caceroleos que hubo hace poco en Francia y, en el fondo, son obras que pertenecen a la humanidad, independiente de que hayan nacido en un momento preciso. O sea, el Guernica de Picasso le hace sentido a muchas personas, latitudes e historias, no solo al drama que vivió España en aquellos años y que fue el origen de la obra. Creo que eso sucede con toda obra artística: trasciende la chispa que dio inicio a su creación.

Va más allá de lo que pasó en Chile…

Absolutamente. Al comienzo, las imágenes estaban bastante centradas en las manifestaciones en Chile, pero este proyecto ahora también está dedicado a las mujeres que se quitan el velo, a las mexicanas que se manifiestan por sus derechos, al hambre de las mujeres en Palestina, al deseo de paz entre Israel y Palestina, a todo lo que va contra el patriarcado institucional y en favor de los derechos y la dignidad de las personas. Por supuesto, no deja de estar Chile, y hay un gran reconocimiento al fenomenísimo que provocaron LASTESIS, poniendo demandas tan profundas de una manera tan simple. Por eso, exponemos esa performance en griego, italiano, alemán, francés, turco… y voilá

Rodrigo Alarcón L. – 22/08/2024