Integrante de la Orquesta Usach desde 2017, el solista abordará el Concierto para clarinete del compositor danés en las presentaciones gratuitas que la agrupación ofrecerá en el Teatro Municipal de La Pintana (9 de agosto) y el Teatro Aula Magna Usach (16 de agosto),
Pablo Valdés (Santiago, 1990) apenas llevaba una temporada como integrante de la Orquesta Usach cuando debutó como solista frente a la agrupación. Fue en 2018 y tocó una pieza emblemática para cualquier intérprete que se dedique al clarinete: el imprescindible concierto que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) creó para el instrumento en sus últimos meses de vida.
Cinco años después repetirá el ejercicio solista, pero por partida doble y con una obra de particular dificultad: el miércoles 9 de agosto en el Teatro Municipal de La Pintana y el miércoles 16 en el Teatro Aula Magna abordará el Concierto para clarinete de Carl Nielsen. En ambas ocasiones, la dirección será de David del Pino Klinge y el programa continuará con un segmento titulado Héroes beethovenianos, centrado en personajes que inspiraron obras de de Ludwig van Beethoven, como Egmont o Napoleón, por ejemplo.
“Pensaba que nunca iba a poder tocar este concierto o que lo iba a hacer en muchos años más, porque es muy difícil. Es demasiado intenso y muy largo”, dice el solista de la Orquesta Usach, durante una pausa de sus ensayos para ambas presentaciones. “Al final, terminó siendo un gran desafío. Es como una nueva Biblia de técnica y música que llegó a mis manos y me ha servido para darme cuenta de que podía seguir creciendo como clarinetista”.
Esa nueva Biblia fue compuesta en 1928, en los turbulentos años que antecedieron la muerte de Nielsen. Su origen se remonta siete años antes, cuando el músico le escribió una obra al Quinteto de Vientos de Copenhague y de inmediato se propuso escribir una para cada uno de sus integrantes. Alcanzó a escribir un concierto para flauta y otro para clarinete, que dedicó a su compatriota Aage Oxenvad, pero su ambicioso proyecto se truncó cuando falleció, en 1931.
Casi un siglo más tarde, ese Concierto para clarinete se escuchará en La Pintana y Estación Central. Será un nuevo paso en un itinerario que Pablo Valdés inició en Copiapó, en cuyo Liceo de Música adquirió sus primeras armas, y luego siguió en la Universidad de Chile y la Escuela Moderna de Música. Después de integrar varias orquestas juveniles y la Filarmónica de Temuco, Valdés se integró en 2017 a la Orquesta Usach, donde también se ejercitó en la música de cámara con el Quinteto de Vientos Usach, luego rebautizado como Quinteto Metropolitano.
Después de todo ese recorrido, explica, interpretar la pieza de Nielsen será un hito: “Cuando decides tocar este concierto te planteas un gran desafío, te cambia la vida. Es un antes y un después”.
¿Cómo fue tu primer acercamiento a esta música?
La escuché por curiosidad, cuando era estudiante, y la verdad es que no me gustó. A la primera, uno piensa que es horrible. Es como cuando por primera vez escuchas La consagración de la primavera y piensas: ¡¿qué es esto?! Es un gusto adquirido. Pensaba que nunca iba a tocar este concierto, que estaba demasiado alejado de mis parámetros técnicos y musicales.
¿Porque no te gustaba o porque era muy complejo?
Por capacidad. Y por gusto, para qué decir. No tenía sentido hacerlo. En ese momento también vi el Concierto para clarinete de Jean Francaix (1912-1997), que también es muy difícil, pero es más amigable para el oído. Ese tampoco lo toqué. Era un momento en que me sentía un poco más aventajado técnicamente y estaba buscando cosas más difíciles para tocar.
Ahora sí quisiste tocar el concierto de Nielsen. ¿Por qué?
Estuve en un momento depresivo, a nivel personal, y en lo profesional solo cumplía con mis funciones en la orquesta y el Quinteto de Vientos. No tenía mucha relación con la música. En un momento apareció la oportunidad de tocar el Concierto para clarinete de Carl Maria von Weber y me lo tomé de la misma forma: lo iba a preparar un mes y listo.
Sin embargo, en diciembre del año pasado me fui de Santiago, volví a vivir con mis papás después de muchos años y en ese proceso de sanación me reencontré con el clarinete. Comencé a estudiar y quise meterle mano de nuevo al concierto de Nielsen, a ver qué pasaba. Eso fue decisivo. Era parte de un proceso para estar mejor anímicamente, tomar nuevos desafíos, y la obra me empezó a gustar de a poco. La música es rara, hay que meterle un montón de cabeza, entonces no es tan agradable. Experimentas sensaciones bien extrañas. Hay escritos en que el mismo Nielsen dice que también refleja cómo él ve la personalidad de los clarinetistas. Si los pianistas son como solitarios y los percusionistas son más cancheros, entonces los clarinetistas tienen esto de andar acelerados o muy piola. Al final, en el concierto escuchas emociones que son bien extremas.
Musicalmente, ¿cómo lo describes?
Es difícil responderlo. Es una experiencia muy distinta a la que puedes tener escuchando Brahms, Mozart, Tchaikovsky o incluso a compositores más parecidos o de la época de Nielsen. Se diferencia bastante de los demás, es un adelantado a su época y un poco incomprendido, porque mantiene estructuras tradicionales pero escuchas algo diferente. Trata de describir sentimientos humanos, pero no como poéticamente se vio siempre: felicidad, amor, tristeza. Acá hay sensaciones que generalmente están debajo de la alfombra: la rabia, las violencias, el rencor, cosas más oscuras. Si alguien no lo ha escuchado nunca, va a tener una experiencia extraña, pero es una forma de salir de la zona de confort y de lo que siempre escuchamos.
No es un concierto convencional entonces…
No tanto. Generalmente, tienes una melodía, otra melodía contrastante y desarrollos de esas melodías, que en los diferentes movimientos se extienden, se achican, etc. En este caso, Nielsen no hace mucha repetición. Es muy progresivo: escuchas una frase, luego escuchas otra y después no se repite lo que ya hizo. A lo más, toma pequeñas células iniciales, pero las varía. En ese sentido, siempre está haciendo algo nuevo. Eso también es una dificultad cuando uno lo está aprendiendo, porque hay muchas frases y todas distintas.
¿Qué otras dificultades técnicas tiene esta obra?
Creo que Nielsen hace explotar el clarinete en este concierto. En realidad, escribe de una forma muy incómoda. Hay bitonalidad, que es cuando mezclas dos tonos, y nunca estás tocando escalas mayores ni menores, que es lo acostumbrado, sino que siempre hay una mezcla. Al comienzo, es difícil resolver eso. La extensión también es una dificultad, porque tocas casi todo el tiempo, hay poca pausa. Además, hay cosas que son difíciles para el instrumento. De hecho, el clarinetista al que se lo dedicó le dijo a Nielsen que lo tocara él, a ver si es que podía (risas).
¿A qué te refieres cuando dices que explota el clarinete?
Te hace tocar de una forma más ruda, con un carácter que no es muy permitido, de acuerdo a los estilos de la época. Hace que tenga coraje. Tomé clases con David Medina, que toca en la Orquesta Sinfónica Nacional, y cuando hablamos sobre esto él me decía: no quiero decir que es violento, ¡pero es un poco de eso! (risas) Es más bruto.
Más allá de esta obra, ¿qué valor tiene para ti tocar como solista con la Orquesta Usach?
Es un gran hito para la carrera de uno. También es importante tocar como solista porque te mantiene en training, que es algo fácil de perder cuando estás en una orquesta. Si te fijas, en las orquestas no hay muchos casos de grandes músicos que sigan haciendo cosas por fuera. La mayoría toca en la orquesta y con eso está bien. No es que sea fácil, pero llega un punto en el que te acostumbras al trabajo: te sientes tranquilo, sabes lo que viene y no tienes grandes sorpresas. Es algo cotidiano. En el camino aprendes mucho, tu nivel técnico avanza, pero llegas ahí y, ¿qué más?
Estas oportunidades son gratificantes porque te permiten crecer y hacerlo dentro de la orquesta es mejor aún. La Usach es una de las pocas orquestas que presta ese espacio. En general, en otras orquestas se traen solistas de afuera. Acá todos tenemos la oportunidad de tocar y hasta de repetirnos el plato. Eso te mantiene vivo.
Entraste a la Orquesta Usach en 2017. ¿Cómo llegaste?
Por concurso. Estuve tocando dos años en la Orquesta Filarmónica de Temuco, volví en 2016, hice el último año de la universidad y quise dar mi examen de título al tiro, pero no tenía con quién hacerlo y un amigo me habló de los cabros de la Usach. ¿Quiénes son?, pregunté yo. Y eran puros amigos de infancia, prácticamente. Estaba Diego Vieytes (flauta), con el que éramos compañeros de colegio, y el Diego Agusto (oboe) y Alejandro Vera (fagot), con quienes empezamos a tocar juntos en la Orquesta Sinfónica Estudiantil Metropolitana (OSEM) y después estuvimos en la Sinfónica Nacional Juvenil (OSNJ). El Diego Vieytes también estuvo ahí, entonces fue fácil. Tocamos el Quinteto para vientos de Nielsen y ahí me contaron que en la Usach había un concurso de clarinete. Así que di mi título un lunes y al lunes siguiente tuve concurso. Así partió también el Quinteto de Vientos Usach, por así decirlo.
¿Y cómo empezaste a tocar el clarinete?
Cuando era chico, vivía en Ovalle y me iba en furgón con un niño que tocaba violín. Él me lo mostraba siempre y yo también quería tocarlo, pero él iba a la escuela de música de Ovalle y yo era muy chico para entrar. Cuando pasé a tercero básico nos fuimos a vivir a Copiapó, donde estaba el Liceo de Música, y ahí entras desde tercero, así que llegué justo. El primer año te enseñan a leer, solo teoría, y en cuarto eliges un instrumento. Hay un taller exploratorio en el que pasas 45 minutos por cada instrumento, durante una semana.
Ahí descubriste el clarinete.
En realidad, fue porque me cayó bien el profesor. Encontré bonito el instrumento, me sonó bien, y puse el clarinete como primera opción. El profe era carismático, buena onda, joven, recién llegado, entonces creo que por ahí empezó el gusto. Y la decisión de dedicarme al clarinete la tomé pequeño, en sexto básico. Nunca dudé de dedicarme a la música.
Rodrigo Alarcón L. – 07/08/2023