Los Conciertos Educativos de la Orquesta Clásica U. de Santiago este 2018 contemplaron la participación de Tomás Brantmayer (1992), compositor que en mayo estrenó junto al elenco “El país de sed”, obra de música contemporánea basada en textos de Raúl Zurita y en obras de Ludwig van Beethoven, con la participación del tenor Francisco Huerta.
Tomás Brantmayer es licenciado de música en la Universidad Católica (PUC), estudió bajo la guía de Aliocha Solovera y Rafael Díaz, y sus obras como “Plegaria”, “Canción de cuna para Fuegia Basket” o “Felices los que lloran”, entre otras , han sido interpretadas por diversos elencos nacionales como la Orquesta de Cámara de Chile, la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción y la Orquesta Sinfónica Universidad de La Serena.
Este año, Brantmayer, fue uno de los músicos invitados a la temporada de conciertos 2018 por la Orquesta Usach, instancia de estreno para su obra “El País de Sed”. Composición encargada por el elenco a través del director Sebastián Camaño quien dirigió el programa “L a T r a n s f o r m a c i ó n”: Música, arte y política”, pensada para los conciertos educativos de la Orquesta destinados al Teatro Aula Magna Usach y los Centros Culturales de la comuna de Cerro Navia y San Antonio, como parte del proyecto “Apoyo a Orquestas Profesionales” finanaciado por el Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio a través del Fondo de la Música 2018.
Ensayo de Tomas Brantmayer junto a la Orquesta Clásica Usach registrado desde el Teatro Aula Magna Usach por el equipo del proyecto audiovisual “Alunnizajes”
Conversamos con Tomás sobre esta composición cargada con imágenes de paisajes chilenos, contenido político, reflexivo y emocional que vincula los textos de Raúl Zurita, en el que el poeta relata su fuerte experiencia en prisión durante la dictadura militar, con música basada en obras de Beethoven. Durante los conciertos con la Orquesta Clásica, “El país de sed” antecedió a la obra “Egmont” (Beethoven), pieza escrita en 1810 con textos de Goethe y censurada en la dictadura de Pinochet por su mensaje revolucionario y en contra del despotismo español hacia los países bajos. Provocando en la experiencia en vivo una continuidad musical y política por su carga histórica y política.
¿Cuál fue tu mayor desafío al componer “El país de sed” para la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago?
Yo creo que fueron dos. En el ámbito de la composición, el intento de establecer una relación inherente entre la música de Beethoven y los poemas de Zurita. Pensando en la Orquesta Usach yo tenía un poco el temor de como iban a recibir una pieza de contenido tan explícito, pero es una orquesta profundamente humana y en ese sentido tengo la esperanza de que la obra haya podido tocar una fibra particular en cada uno de ellos.
La obra tiene un contenido político que toma vida con el texto y la interpretación del tenor Francisco Huerta, como compositor de ésta ¿qué parte te estremece o te emociona más y por qué?
Las partes en las que está citado Beethoven me toca particularmente. Eso es al final, cuando la Orquesta tiene que cantar el coro de los prisioneros de Fidelio y la Oda a la Alegría de la Novena Sinfonía, para luego dar paso al solista que canta una versión fúnebre del Himno Nacional de Chile. Ese momento es una representación músico-teatral de un poema de Zurita, y creo que al ser la parte donde yo estoy menos presente en cuánto a autoría, más logré compenetrar con el dolor ajeno.
“El país de sed” fue presentado en distintos contextos, para colegios de 5to a 4to medio y para público general a través de los Conciertos de Extensión de la Orquesta en Cerro Navia y San Antonio ¿cómo percibiste la recepción del público?
Creo que la recepción ha sido en general muy buena tanto de los músicos como del público. La audiencia fue bastante diversa. Los niños fueron muy entusiastas y siento que reaccionaron mejor frente a los estímulos lúdicos de la obra, en cambio los adultos respondieron más frente al contenido político y expresivo. En ese sentido me reconforta sentir que la obra puede comunicar desde distintos lugares.
Música y política ¿ves por parte de los compositores contemporáneos chilenos interés en abordar la memoria chilena y transmitirla?
Lo veo en varios aunque no en la mayoría, Esteban Vargas, Miguel Farías, René Silva y Rafael Díaz, sólo por mencionar algunos. También en Juan Pablo Abalo, que trabaja desde lugares muy diversos y que me parece uno de los mejores compositores de Chile actualmente. En cualquier caso, creo que más que la idea de memoria o de política como solemos entenderla, es fundamental la relación con la realidad y el contexto. Pienso que si eso no está, el artista se pierde. Ese interés no lo veo, por ejemplo, en quiénes cultivan mucho la idea de la música absoluta y el sonido puro, algo muy instalado hoy en la academia y que a veces puede tener un resultado trágico.
Para finalizar y como compositor ¿qué es lo que te mueve o te define como artista?
Lo mismo que como ser humano, la búsqueda de un milagro. Para mí cada obra es un intento de transmutar la experiencia individual en una experiencia colectiva, recuperar la condición más humana de comunicación. Creo en la misión del arte como una forma de alcanzar la felicidad, a Dios o cómo queramos llamarlo. Esa utopía a la que necesitamos acceder profundamente como seres humanos, y en la que el arte se alza como el único agente de cambio posible para alcanzarla.
Actualmente Tomás Brantmayer es integrante de Proyecto Origami colectivo que junto a los compositores Manuel Bustamante y Esteban Vargas se dedican a la publicación, interpretación y difusión de música de cámara de nuevas generaciones; y también miembro del Grupo de Campaneros de Santiago. Agrupación formada con Eduardo Sato, Sebastián Jatz y Nicolás Sandoval quienes rescatan los toques litúrgicos en iglesias, patrimonio sonoro olvidado hace más de 150 años.
por Daniela Valdés V.