El compositor chileno se prepara para el estreno mundial de su oratorio La rebelión del Nazareno, encargado por la Orquesta Clásica Usach, que lo interpretará este miércoles 23 de noviembre. En esta conversación entrega detalles sobre la obra y admite que tiene “ganas de generar un poquito de ruido”.
Hace más de una década, René Silva (Santiago, 1984) estaba de viaje en Chiloé y compró un ejemplar de La isla de los muertos (2005), un poemario del escritor chilote Manuel Zúñiga. El impacto que le produjo ese libro lo llevó a utilizar sus textos para componer la Cantata por las ánimas del Baker (2010) y a buscar a su autor. Lo contactó a través de internet, lo invitó al estreno de la obra en Santiago y desde ahí iniciaron una amistad, que se profundizó cuando repitió el ejercicio: sus Canciones humanas (2014-2015) también están basadas en textos de Manuel Zúñiga.
Fue así que René Silva conoció una historia que el escritor estaba preparando y se mantenía inédita. Se situaba en la fiesta religiosa que se celebra en la isla de Caguach, en el archipiélago de Chiloé, y su protagonista era poco convencional: agotado de los ruegos, Jesucristo decide bajar de la cruz y vivir como una persona común y corriente. Manuel Zúñiga publicó ese trabajo en 2014 bajo el título Borradores del Nazareno, pero René Silva conocía esos textos desde antes y también había comenzado a imaginar cómo llevarlos a la música.
Entonces se produjo un encuentro fortuito: en 2018, René Silva estrenó su ópera La Malén en el Teatro Municipal de Las Condes y se encontró con Nicolas Rauss, que entonces era el director artístico de la Orquesta Clásica Usach, una agrupación que el año anterior le había comisionado una obra llamada Ocultaron las estrellas, pero quedan las estelas… (del cielo azul). Cuando Rauss le planteó la idea de hacer una obra para voces y orquesta, él lanzó de inmediato la idea: “Sin pensarlo, le dije que tenía unos textos súper buenos de un poeta chilote, que creó una historia de fantasía en que el Nazareno de Caguach decide bajar de la cruz y salir a vivir como hombre. Salir a tomar cerveza con la gente, conocer lugares, vivir como humanos. A Nicolas le encantó la idea y me dijo -en el mismo hall del teatro- que lo hiciéramos”, recuerda René Silva.
Así nació La rebelión del Nazareno, un oratorio para solistas, coro y orquesta que está basado en los textos de Manuel Zúñiga, hoy establecido en México. Aunque se iba a montar en 2020, fue postergado a causa de la pandemia y su estreno mundial se producirá este miércoles 23 de noviembre (19:30 hrs.) en el Teatro Aula Magna Usach, interpretado por la Orquesta Clásica y el Coro Sinfónico Usach, junto a Javier Weibel (barítono), Boris Bustos (contratenor) y Tabita Martínez (soprano). Las entradas son gratuitas y se pueden descargar en este enlace.
“En un momento pensé en una obra con narrador y orquesta o para coro y orquesta. Cuando me dijeron que podía haber solistas, le di una vuelta y encontré que el oratorio era el formato más apropiado, porque me permitía presentar los textos tal cual como son, sin mayor manipulación. Además, históricamente es un género religioso, pero también hay oratorios profanos y este es un poemario que puede ser leído como muy religioso, por momentos, pero también muy profano en otros momentos”.
¿Seguiste la estructura tradicional de un oratorio?
Trabajé harto ese tema. En general, el oratorio suele tener un narrador y en un momento estuvo la posibilidad de hacer así, pero finalmente me decidí por los solistas. Creo que sigue bastante la estructura tradicional en el sentido de la construcción, ya que hay números corales, solistas, algunos que son más recitativos y otros que son como arias. Sí creo que rompí un poco en el protagonismo. El oratorio siempre tiene personajes y yo comencé trabajando así: al principio el barítono era el Nazareno y por eso tiene un marcado protagonismo, pero después me di cuenta de que el poemario está narrado entre primera y tercera persona, entonces me costó hacer esta división. Traté de estructurarlo de manera tradicional en cuanto a los roles, pero el poemario tiene una fuerte presencia de la primera persona y sentí que tenía que hacer un oratorio donde todos fueran protagonistas, así que finalmente todos son la voz del Nazareno. Por eso busqué solistas variados e integré un contratenor, porque quería una gama amplia de colores y que el Nazareno estuviese representado por una diversidad de voces. Esto se lo dije al coro en un ensayo, que ellos también eran el Nazareno. En síntesis, diría que eso difiere del oratorio tradicional: armé de una manera más homogénea la distribución de roles y el protagonismo.
En lo musical, ¿qué descripción haces de la obra?
Yo la clasificaría dentro de la música docta contemporánea, a pesar de que no es muy experimental. Es bastante tradicional en cuanto a las técnicas instrumentales y vocales y dialoga con distintas tradiciones. Deambula entre lo tonal, lo modal y lo atonal. Hay momentos que pueden ser muy disonantes, luego aparece un acorde mayor y éste luego se diluye en un efecto. También hay una preponderancia del texto y lo vocal.
¿Qué te atrajo de la historia del Nazareno?
La religiosidad popular siempre me ha llamado mucho la atención. He hecho trabajo de campo investigando y he ido a tocar a Andacollo y La Tirana. Hay algo muy bonito e interesante que ocurre sonoramente en las fiestas de la religiosidad popular. En esos términos, esta obra tiene guiños al folclor, dialoga con esa religiosidad popular…
¿Como qué tipo de guiños?
Por ejemplo, hay un momento en que los violinistas tienen que bajar sus instrumentos de su posición tradicional y ponerlos sobre las piernas, como un rabel. Ese tipo de cosas. Esas teatralidades llevan incluso a cambiar el uso tradicional del instrumento.
¿Qué te interesa de la religiosidad popular?
Siento que es un tema que no se puede investigar solo en libros o documentales, es una cuestión que hay que ir a vivirla. Hay que estar en La Tirana, Andacollo, La Candelaria, en cualquier fiesta, porque es una cuestión muy particular la que ocurre. No es solo música y gente danzando, es un fenómeno social y cultural que ocurre en torno a una fiesta religiosa y es algo que encuentro hermoso. En La Tirana, por ejemplo, estás escuchando una banda por acá y un baile por allá, es una cacofonía donde se mezclan todos los sonidos. Es un fenómeno acústico al que se suman los otros sentidos, porque estás en la plaza y sientes el olor a fritura de las señoras bolivianas que están vendiendo sopaipillas gigantes, el incienso de la iglesia… hay una riqueza multisensorial que es fascinante.
La rebelión del Nazareno es sobre una fiesta específica, en Caguach. ¿Cómo se vive ésta en particular?
Caguach era una deuda que yo tenía y en 2019 fuimos con Manuel Zúñiga. Nos encontramos como a las 5:30 de la mañana en Castro, tomamos una micro a Achao y ahí seguimos en una embarcación, hicimos como una hora de navegación hasta Caguach. Es una fiesta que se vive con particularidades muy similares a las de otros lados, en el sentido que también se combinan todos estos elementos. Está todo lo que gira en torno a la iglesia, los cantos y la misa, pero también está todo lo de alrededor. Hay ley seca, entonces tienes que buscar donde estén vendiendo el “tecito frío”. Con Manuel Zúñiga estuvimos ahí, viviendo la fiesta como corresponde: llegamos temprano, le dejamos velas al Nazareno, estuvimos en la misa, conversamos con la gente, tomamos unas cañitas en una picá, comimos empanadas… todo el día hasta lo que más se espera, que es el pasacalle. Ahí va una tropa de acordeonistas y percusionistas tocando melodías muy repetitivas, con las banderas, y hacen un recorrido por la isla, que es chiquitita. Como toda fiesta religiosa, tiene varios momentos, pero no es tan carnavalera como las del norte, que son más masivas. Esta es una fiesta más íntima y eso permite otro acercamiento.
¿Qué te fascinó para hacer un oratorio basado en esa fiesta?
Lo primero fue la musicalidad de los textos de Manuel, algo que no me pasa con toda la poesía. Fue curioso, porque leo su poesía y de inmediato imagino sonidos, lo cual es genial. Lo segundo fue el tema de la religiosidad popular que venía investigando. En tercer lugar, he ido desarrollando una visión personal donde siento que la fe es un tema muy potente. Asistiendo a fiestas, viendo cómo se vive y las diversidades de vivir la fe, creo que es algo súper bonito porque es muy personal y humano. Desde afuera uno puede criticar o sentir que algo no tiene sentido, pero luego te internas y conoces las historias que hay detrás: ¿por qué esa gente baila con tanta devoción y hace sacrificios? Ahí hay una cuestión potente y el poemario habla de eso, porque es súper crítico con la Iglesia y los creyentes. Hay un pasaje en que el Nazareno putea a la gente, por ejemplo. El poemario es una especie de radiografía de la religiosidad popular chilena, en especial del sur, y tiene la fe como centro, con todo lo bueno, malo, bonito, feo, verdad o mentira que conlleva. Por eso puede ser leído como algo muy religioso o profano y esa mixtura es parte de la religiosidad popular.
¿Qué expectativa tienes con el estreno de la obra?
Estoy ansioso porque ha sido una espera larga. Quiero ver la reacción, porque es una obra contemporánea pero no ultra contemporánea. También creo que es interesante situar esos lenguajes hoy en día. Desde que comencé a estudiar composición me he cuestionado el tema de la música académica, contemporánea, y su trascendencia. Es una música que lleva más de cien años funcionando, pero cada vez se reduce a espacios más chicos, con público cada vez más especialista. Por su texto y características, creo que este oratorio puede aunar distintos lenguajes. Estoy abierto a ver las reacciones de la gente y los músicos, tanto por el lenguaje musical como por el texto y la temática, que a lo mejor puede molestar a una persona más tradicional en lo religioso. Tengo ganas de generar un poquito de ese ruido, porque también siento que la música académica se ha puesto muy fría, evitando la relación con cualquier cosa extra musical, sin relacionarse con nada. Sinceramente, creo que los tiempos ya no están para eso. La música contemporánea tiene que buscar nuevas alternativas de dialogar con la sociedad y soy un convencido de que también puede abrir discusiones en torno a temas políticos, sociales, religiosos… de lo que sea.
No es casual entonces que hayas usado la palabra “rebelión” en el título.
No. Por un lado, el título del libro, Borradores del Nazareno, no me gustaba tanto para la obra porque tiene más que ver con lo escrito. Por otra parte, es una obra que busca rebelarse ante los temas tradicionales que está situando la música contemporánea o académica. Espero que tenga reacciones, sean positivas o negativas. Creo que es una forma de poner temas sobre la mesa: hablemos de esto, dialoguemos de esto. ¿Por qué si lo hacemos después de ver una serie en Netflix, no podemos hacerlo luego de asistir a una obra? Eso no lo entiendo de colegas que buscan una abstracción o separación total. ¿Por qué?
¿Para no arriesgarse, quizás?
Puede ser. A veces tampoco se arriesgan con el lenguaje musical. Yo aquí me arriesgo completamente porque hay partes tonales y no va a faltar el colega que va a destrozarla, porque no es experimental ni tan académica. También estoy contento de haber tenido la libertad de hacer una música propia. Nunca he tenido la responsabilidad de sonar como alguien más, sueno como yo no más. A algunos les gusta y a otros no, pero lo hago con libertad. Me rebelo también.