Después de cuatro años, el guitarrista se reencuentra con la Orquesta Usach para interpretar el Concierto del sur, del compositor mexicano Manuel Ponce.

Romilio Orellana. Foto: Gary Go.
Romilio Orellana (Santiago, 1970) es uno de los guitarristas chilenos más aclamados de la actualidad. Ha recibido múltiples premios y ha tocado en más de 35 países, a través de América, Europa y Asia, como solista o en colaboración con ensambles y orquestas. Solo para los próximos meses, su agenda marca presentaciones en España, Perú y Colombia, además de varias actuaciones en Chile.
Al mismo tiempo, ha construido una amplia discografía. Su título más reciente es Sinfonía democrática (2022), un álbum dedicado principalmente a recuperar esa obra del compositor chileno Nino García (1957-1998), cuya versión original jamás se había escuchado hasta entonces. Otro foco de ese registro son las composiciones de Horacio Salinas, director de Inti-Illimani Histórico, quien se unió a la grabación con arreglos para dúo de guitarras de dos piezas: “Alturas” y “Danza di Cala Luna”.
Sinfonía democrática también es un álbum que renovó el lazo que Romilio Orellana ha cultivado desde finales de los años 80 con la Universidad de Santiago. La obra de Nino García fue grabada en el Teatro Aula Magna Usach, junto a un ensamble conformado por integrantes de la Orquesta Usach, a quienes se unió la pianista Beatrice Berthold y el director Pablo Carrasco. También las piezas de Salinas fueron grabadas en el mismo espacio, que Orellana conoce bien: desde su juventud ha ofrecido conciertos ahí y su maestro, Ernesto Quezada, fue uno de los fundadores de Syntagma Musicum, el grupo de música antigua de la Usach.
Casi cuatro años después de grabar el disco, Romilio Orellana está de vuelta en la misma universidad para ensayar el Concierto del sur, del compositor mexicano Manuel M. Ponce (1882-1948), que interpretará en dos conciertos gratuitos de la Orquesta Usach, bajo la dirección de David del Pino Klinge.
Este martes 25 de marzo (19:30 horas) actuará en la Parroquia San Saturnino de la Plaza Yungay, con entrada liberada; y el miércoles 26 (19:30 horas) ofrecerá una segunda función en el mismo Teatro Aula Magna, con entradas gratuitas disponibles en Portaltickets. En ambas ocasiones, el programa se completa con el estreno de Cóndor, de la compositora chilena Eleonora Coloma (1971), y Los pájaros, del italiano Ottorino Respighi (1879-1936).
En esta entrevista, Romilio Orellana habla sobre estos conciertos con la Orquesta Usach, recuerda sus días junto a Ernesto Quezada y, además, anticipa sus planes de volver a grabar con Horacio Salinas.
“El Concierto del sur fue una de mis primeras obras. Cuando estaba en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, lo preparé durante un año con la profesora Elvira Savi y lo asimilé de manera muy natural, porque prácticamente todas las semanas tenía ensayos. Después lo toqué en un concurso con la Orquesta Sinfónica Nacional, cuando tenía 23 años, y luego en las finales del Concurso Tárrega, en España. En el fondo, es un concierto que siento muy cerca”, explica.
“Fue escrito para Andrés Segovia, que era como el rey de la guitarra, así que está pensado para alguien que toca muy bien y para mostrar toda la tradición de la guitarra española. Por eso se llama “del sur”, por Andalucía y el sur de España. Su carácter es muy flamenco, árabe incluso. Tiene un movimiento que es como sacado de Las mil y una noches”.
¿Podría decirse que está a medio camino entre la música popular y la de tradición escrita?
Tiene esos elementos de música popular porque la guitarra siempre los tiene, excepto cuando tocamos (Johann Sebastian) Bach. El resto del repertorio, renacentista incluso, siempre se toma de la música popular porque es la naturaleza de la guitarra. En el Clasicismo pasa menos, pero siempre hay un guiño a la música popular y a España.
¿Podrías profundizar en las características del Concierto del sur?
Es ambicioso, porque Ponce fue uno de los primeros compositores que hizo conciertos para guitarra. Creo que la principal característica del primer movimiento es este aire andaluz, muy español, donde la guitarra se muestra en toda su plenitud. Además, está muy cuidadosamente orquestado. En ese momento no se usaba amplificación, entonces la orquestación se puede asimilar un poco a la música de cámara. Por otra parte, muestra un espectro grande de la guitarra. Parte con mucha personalidad, rasgueando muy fuerte, y luego hay arpegios y partes virtuosas. Por eso decía que es como un concierto para el rey de la guitarra: para que se luzca Segovia y se muestre la amplia gama de emociones y posibilidades del instrumento.
Es una obra conocida y de la que existen muchas versiones. Desde el punto de vista de la interpretación, ¿cómo manejas eso, buscas diferenciarte de alguna manera?
Lo principal es la relación que uno tiene con la música, no se trata de diferenciarse porque sí. Hay un primer sentir que, por ejemplo, yo tengo desde que era muy joven. También está el trabajo que se hace con la orquesta. En el momento, uno escucha lo que está ocurriendo y hace relecturas. Por otro lado, yo escucho la versión de Andrés Segovia, leo sobre el estreno, porque su interpretación también fue trabajada con el compositor durante bastante tiempo, mediante cartas. Entonces uno puede ir hacia allá…
A la idea del intérprete como partícipe de la composición.
Claro. Por ejemplo, la fluidez de Segovia me parece extraordinaria y me gustaría plasmarla en mi interpretación. Me refiero a la fluidez en la ejecución. A veces, por hacer una interpretación más exquisita, uno frena una frase y respira, sin que fluya.
Estos conciertos son tu reencuentro con la Orquesta Usach, ¿qué relación tienes con el elenco?
Una relación larga y afectiva. El primer concierto que toqué con orquesta fue en el Teatro Aula Magna, cuando tenía 18 ó 19 años, y desde esa época fue muy especial. Con el profesor Ernesto Quezada tocamos con el Syntagma Musicum también, entonces siempre ha habido una cosa especial. Para mí, es un gran placer estar acá.
¿Qué recuerdo tienes de Ernesto Quezada?
El profesor es una gran figura para todos. Con internet, hoy hay mucho acceso a la cultura, los libros, a todo este mundo refinado y elitista de la música, que es algo muy específico. El profesor Quezada tenía todo este conocimiento, todos los libros y discos, y había estudiado en Basilea con el gran maestro Hopkinson Smith. Todo eso era un tesoro. Además, era muy entusiasta, no lo hacía porque le pagaran más o menos. Cuando tú ves a alguien así, dándole la máxima importancia al arte, esas cosas te van marcando. Es impactante para un joven.
¿Dónde más podrías encontrar entonces esa información?
Fue como estar en el lugar justo y con la persona justa. Y era un todo, relacionado también con los valores: qué cosas son importantes y qué cosas no lo son. El valor de la música, la partitura, el respeto, averiguar, darse el tiempo y, además, expresarlo con claridad.
Siendo tan joven, ¿cómo fue la experiencia de tocar con él?
Para un aniversario de Syntagma Musicum tocamos dúos con Rodrigo Díaz, tocamos tríos con el profesor y creo que también tocamos una pieza con todo el grupo. Después yo seguí tocando a dúo con el profesor. Tocábamos música antigua y recorrimos Chile, con un programa de música barroca y Renacimiento. Él hacía muchísimos arreglos, era fanático de hacer arreglos. Había obras que nunca se habían tocado en Chile y solamente las tocamos nosotros, porque él tenía ese tipo de material. A mí me dio muchas oportunidades de joven. Fui el único que hizo dúo con él de manera prolongada.
A finales de 2021 también grabaste un disco en la Usach, con la Sinfonía democrática de Nino García y varios dúos con Horacio Salinas. Con un poco de distancia, ¿cómo ves ahora esa experiencia?
Siempre hay que ver las cosas con cariño. Lo de Nino García fue fantástico. Después toqué esa obra con la Sinfónica, en Barcelona y en Talca. Además, agarró vuelo porque Beatrice Berthold hizo otro disco y se están editando las partituras. Lo de Horacio también fue un comienzo, porque estamos muy embalados. Él está haciendo más arreglos para grabar otro disco y editar las partituras, porque esa música es un tesoro para el repertorio de la guitarra mundial. Estoy súper contento porque fue el inicio de varias cosas.
Rodrigo Alarcón L. – 25/03/25