La pianista de origen ruso estará en las dos funciones del concierto de aniversario de la Usach, para abordar el afamado “Emperador” del compositor alemán. En esta entrevista habla de su relación con la música de Beethoven y sobre la idea de tocar en un programa que incluye canciones de Víctor Jara. “Me encanta, es atrevida”, afirma.

Svetlana Kotova. Foto: Gary Go.

Ha pasado casi una década desde la última vez que Svetlana Kotova (Moscú, 1971) y la Orquesta Usach estuvieron frente al público. En la temporada 2014, juntos abordaron el Concierto para piano y orquesta Nº 4 de Ludwig van Beethoven (1770-1827), y esta semana volverán a encontrarse para un concierto que podría considerarse como una secuela.

Este miércoles 5 y jueves 6 de julio, a las 19:30 horas y en el Teatro Aula Magna, la Universidad de Santiago (Usach) festejará sus 174 años de vida con un programa que comenzará con el siguiente concierto para piano y orquesta del compositor nacido en Boon: el quinto, conocido universalmente como el “Emperador”.

Será la primera obra de un repertorio que también considera la obertura de la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini (1792-1868), y un estreno absoluto: Víctor Jara, un canto libre, cinco canciones del compositor y director teatral, en una versión encargada por la Orquesta Usach y el Coro Sinfónico Usach al percusionista y compositor Sergio “Tilo” González. Las entradas gratuitas para ambas funciones se agotaron con semanas de anticipación.

“Uno podría pensar: ¿qué tienen que ver Beethoven y Víctor Jara?”, dice Svetlana Kotova en la víspera de los conciertos. Esa extrañeza inicial, según ella, se desvanece luego: “Pensándolo bien, te das cuenta de que en el fondo son dos tipos rebeldes y revolucionarios, que lo único que pueden es estar juntos en un programa, cada uno en su ambiente. Además, probablemente haya dos públicos completamente distintos y es bueno que se enteren de la otra parte de la música. Los que van a escuchar conciertos clásicos pocas veces van a escuchar música de Víctor Jara, y viceversa. Es bueno que se percaten del valor y la belleza de esa otra parte de la cultura musical. Me encanta la idea, es atrevida”.

Instalada en Chile desde 1991, Svetlana Kotova es una de las pianistas más activas y prestigiosas de la actualidad. Ha tocado con las principales orquestas chilenas y en las salas más importantes de Santiago y otras ciudades chilenas. Es profesora en la Universidad de Chile, participa como jurado de concursos y es invitada permanente a conferencias y clases. Además, se ha dedicado a la grabación y, en particular, al registro de música chilena. Especialmente notables son sus grabaciones de Enrique Soro (1184-1954), que incluyen una participación en un disco publicado por Aula Records y acaba de ampliar con su participación en el disco Iberoamérica desde dentro (2023), junto al violinista colombiano Rubén Darío Reina. Ahí interpretó la Sonata para violín y piano en Re menor.

 

Recién llegada desde Indiana (EE.UU.), donde fue jurado del concurso Carmel Klavier, acá anticipa su concierto junto a la Orquesta Usach y explica por qué Beethoven fue un personaje crucial, entre múltiples cosas, para el desarrollo del piano como se conoce actualmente.

¿Cómo se ubica el “Emperador” en el contexto del ciclo de conciertos para piano de Beethoven?

Creo que está aparte entre los cinco conciertos. Si bien todavía se enmarca en el concierto clásico, es el que sale más de esa estructura. Es más libre, en ese sentido. Abre con una cadencia de piano, por ejemplo, y eso es algo que no había ocurrido antes. Generalmente, la orquesta tocaba una introducción, presentaba el tema y después entraba el solista, que desarrollaba el tema. En este caso, el piano interrumpe el primer acorde y abre con una cadencia muy florida e improvisatoria, que es raro para el lenguaje de la época.

Por otra parte, el gran rango de emociones que representa, entre el heroísmo y el lirismo muy íntimo del segundo movimiento, permite presentar absolutamente todas las gradaciones de las emociones humanas. Por eso me encanta, porque en este concierto está todo, el ser humano completo.

Técnicamente, ¿es difícil abordarlo?

Es de lo más complejo de Beethoven, pero la técnica se desarrolló bastante desde aquella época. Si lo comparas con conciertos de Rachmaninoff o Bartók, la dificultad es muy diferente. Para el lenguaje clásico sí es complejo. Estoy segura de que en esa época fue la gran culminación de lo que era el instrumento.

¿Por qué era difícil en ese momento?

Bueno, hay pasajes de dificultad por el contraste rítmico, hay muchos pasajes de octavas, de acordes abiertos o, por ejemplo, el famoso pasaje final del primer movimiento, que va bajando en intervalos abiertos que son difíciles de mantener por bastante tiempo y requieren cierta resistencia y preparación física para hacerlos.

¿Cuál fue tu primera aproximación a esta obra?

La primera vez que lo escuché fue en un concierto que se hizo cuando estaba estudiando, en Moscú. Debo haber tenido unos 15 o 16 años y una de las alumnas de la escuela ganó un concurso para tocarlo con la orquesta de la escuela. Al escucharlo, pensé que ese era el concierto que tenía que tocar, porque era maravilloso, el sonido que evocaba, la tonalidad en Mi bemol mayor… ahí estaba todo. Cuando se me abrió la posibilidad de proponer algún concierto, una de las primeras opciones fue el “Emperador”.

Más allá de este concierto, ¿qué relación has tenido con la música de Beethoven?

Beethoven es un monumento en la historia de la música, que marca el paso del Clasicismo al Romanticismo. El trabajo que hace a lo largo de su vida, al romper las reglas clásicas y convertirlas en otro idioma más cercano al siglo XIX, es notable; también lo es la profundidad filosófica de sus obras y su oficio. Indudablemente, es uno de los genios de la historia de la música y a los pianistas nos acompaña desde los primeros años.

Desde que tengo uso de razón me acuerdo de tocar su música. Es uno de los compositores que está muy cerca a mi comprensión y sentir de la música. He participado de la temporada de sonatas de la Universidad de Chile, por ejemplo, y he tocado todos sus conciertos. También he tocado el Triple concierto, la Fantasía coral, y he estudiado, tocado y revisado prácticamente todo lo que escribió para piano. Es muy cercano a mi forma de hacer música.

 

Además, es importante para el desarrollo técnico del instrumento, ¿no?

Beethoven participó en el desarrollo del piano porque estuvo muy cerca con la casa Broadwood, que le proveyó un instrumento distinto al que se usaba en Viena en esa época. El solo hecho de que haya preferido un sistema de construcción de instrumento distinto al que estaba en su ambiente ya dice mucho. Su forma de escribir es para un instrumento que resiste más tensión, potencia y sonido, que es una de las tendencias del siglo XIX y lo que va a ser el Romanticismo después: expandir al máximo las posibilidades sonoras. Él contribuyó mucho, porque en sus sonatas el rango se abre cada vez más. Las primeras están en el marco de un piano del siglo XVIII y las últimas están escritas para un piano gigante, prácticamente moderno.

También hablaste de la profundidad filosófica de su música. ¿A qué te refieres?

Hay varios aspectos. La música, sobre todo la de Beethoven, tiene mucho que ver con las tradiciones de la oratoria, la construcción del discurso y la forma en que él presenta, comunica y combina diferentes ideas. Por ejemplo, el uso de contrastes entre ideas que llevan distinta carga emocional, en el caso de Beethoven, es sumamente dramático. Puedes tener un exabrupto, una frase que se abre tremendamente, y después viene un momento de silencio y otro material en pianissimo. Así, realmente hace reaccionar al ser humano, es como si tuvieras una revelación bíblica, por así decirlo.

Cuando se habla de su profundidad filosófica, también tiene que ver con la técnica de composición, la forma en que ocupa los motivos, cómo los transforma y desarrolla en sus obras. Eso también tiene que ver con el lenguaje escrito y el idioma. Claro, nosotros no lo expresamos con palabras, lo expresamos con sonido, pero los sonidos y emociones que evocan nos llegan de la misma forma.

¿Eso se nota en algún pasaje de este concierto?

El primer ejemplo que me viene a la cabeza es el tema del tercer movimiento, que se abre forte y en el cuarto o quinto compás aparece el piano súbito. O cuando viene una cosa totalmente serena, plácida y estable, y de repente irrumpe algo muy diferente, como en el comienzo del tercer movimiento. De todas formas, es algo que puedes notar sobre todo en las sonatas.

La Orquesta Usach está tocando el ciclo integral de conciertos para piano de Beethoven durante esta temporada. ¿Por qué es importante este tipo de programación? Alguien podría decir que las orquestas siempre tocan música de Beethoven…

Programar ciclos es importante porque muestra la evolución del compositor, como ocurre en el caso de los conciertos de Beethoven. Entre el primero y el quinto hay un océano de diferencia.

Por otra parte, ojalá que Beethoven se toque más seguido que no. Primero, porque ninguna interpretación es igual a otra. Puedes decir que es el “Emperador” otra vez, pero incluso el mismo pianista nunca lo toca igual dos veces. La música va a ser distinta y la reacción también. Después, el público nunca es el mismo: si en 2015, por ejemplo, tocaste los cinco conciertos de Beethoven, te garantizo que ahora el 95% del público será distinto; y entre el público que venga en 2023, ¿cuántos escucharán esa música por primera vez en vivo? Esa experiencia hay que tenerla, no se puede comparar con una grabación, por muy perfecta que sea ésta. La energía entre músicos y público es absolutamente incomparable y eso no se puede perder. Además, hay razones acústicas: en una sala de conciertos con una acústica genial, como la del Teatro Aula Magna, se produce una cantidad de armónicos que no percibimos, pero influyen en nuestra percepción de la música, y eso no está en los discos. Es decir, la experiencia en vivo es mucho más de lo que uno cree.

¿Cuánto ha cambiado tu aproximación a este concierto?

Desde mis tempranos 20 hasta ahora, que tengo más de 50, obviamente ha cambiado. Antes lo tomaba con toda la energía juvenil y ahora estoy descubriendo otros elementos en esta música, que me hacen sentirla más profunda, plácida, tranquila y, quizás, con mayor información filosófica. Antes me fijaba en los pasajes rápidos, los disfrutaba, quería tocar lo más rápido posible. Ahora siento que hay mayor información en esos pasajes y por eso no quisiera tocarlos tan rápido, porque quiero mostrar otras cosas. Es algo que notas al momento de estudiar. Escuchas con la mente abierta, tratando de descubrir nuevos elementos en la música, y siempre hay más de lo que uno espera. Es algo que pasa con los grandes compositores, con los que decimos que son los grandes pilares de nuestra cultura, como Bach y Beethoven. Hay niveles que se van abriendo a medida que uno va estudiando más y más.

 



Rodrigo Alarcón L. – 04/07/2023