La compositora, una de las fundadoras del colectivo Resonancia Femenina, estrena una pieza comisionada por la Orquesta Clásica Usach e inspirada en la literatura y el estallido social de 2019. El deflagrador se podrá escuchar este miércoles 15 de marzo en Independencia y el 22 de marzo en el Teatro Aula Magna Usach.

Valeria Valle. Foto: Mila Belén.

“Deflagrador” es una palabra que aparece en la página inicial de Fahrenheit 451, la célebre novela distópica de Ray Bradbury. Montag, el protagonista, es un “bombero” cuyo empleo es quemar libros, que se encuentran prohibidos por ley, y en la primera escena se prepara justamente para esa tarea: “Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros”.

Esa novela en que “los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes” fue una referencia que Valeria Valle (Valparaíso, 1979) utilizó para titular su más obra más reciente, pero no la única: “Cuando recibí el encargo, el contexto en Chile era la revuelta social y la euforia de generar cambios sociales importantes, entonces tomé este elemento de Farenheit 451 porque lo que sucedía me recordaba a ese libro”, dice. “Me gustaba porque hace reflexionar. El fuego puede tener muchas formas: puede ser destructivo, como lo vimos en los incendios forestales, pero también puede ser un fogón que te entrega calor y alrededor del cual te reúnes a dialogar”.

El deflagrador, como finalmente se llama la pieza, fue un encargo que la Orquesta Clásica Usach hizo a Valeria Valle en 2019 y tendrá su estreno absoluto en dos conciertos gratuitos: este miércoles 15 de marzo en Independencia y el próximo miércoles 22 en el Teatro Aula Magna Usach. Será la segunda colaboración entre la agrupación y la compositora luego de Despliegues (Aula Records, 2021), disco que la agrupación grabó junto al colectivo Resonancia Femenina, que ella misma fundó junto a otras compositoras para relevar el trabajo de las mujeres en la música.

 

Cuatro años más tarde, Valeria Valle recuerda de este modo la génesis de la obra: “Ya había recibido el encargo y, en ese escenario, uno no podía ser menos. Siempre he pensado que ser compositor en Chile es un acto político en sí mismo, porque ha costado mucho que se abran los espacios, y en ese momento se estaban destapando distintas luchas por necesidades económicas, sociales, de identidad de género. Dentro de todo eso, también había una lucha cultural para tratar de posicionar ciertos roles que han sido desplazados en la  historia”, relata.

“Me gusta pensar que la obra de arte tiene que tener ese mensaje. Con el individualismo que existe en la actualidad, hacer obras que nadie pueda entender me parece un poco anacrónico. A lo mejor fue un boom en un momento del siglo XX, hacer obras para que la gente quedara pensando qué le había pasado al artista, pero necesitamos reflexionar en comunidad y me parece fantástico hacerlo a través de la música. Poner un título que inmediatamente te invita a reflexionar, a ubicar la obra en un contexto y una situación específica, ya es dialogar con el público. Creo mucho en la pedagogía y la formación, así que me parece importante generar un espacio de conocimiento y cercanía donde las personas se conecten con la obra sin tener que pasar diez años por un conservatorio”.

Musicalmente, ¿cómo describes El deflagrador?

Es una obra intensa. Es un tránsito por distintas etapas que tuvo este estallido social. Como la terminé hace poco, creo que quedó incluso la sensación del plebiscito del 4 de septiembre. Al principio hubo una demostración de descontento y amargura en la sociedad y pasaban cosas muy cinematográficas, fue como un día de furia para botarlo todo. Se levantaron tantos discursos, tanta utopía, y pensabas que por primera vez ibas vivir un cambio potente en tu país. Era ahora o nunca y me parecía interesante que la obra tuviera esos momentos heroicos y solemnes. Había una sensación de euforia, pero de repente llegó el Covid e inmediatamente vino otra sensación de miedo y temor: no me junto con nadie y me tapo la cara. Hubo que convivir con demasiadas cosas en la cabeza, había una vorágine y un desgaste, y me gusta que la obra pase por todas esas etapas, incluyendo la desilusión.

¿Entonces el final es amargo?

¡No, no, no! Esa es una batalla que se perdió feo, pero la guerra no está perdida. Si la cuestión termina y todos se van llorando para la casa… no es cine negro, no muere el protagonista -dice entre risas. Sí creo que debe quedar una sensación de reflexión, así que hay un silencio por ahí y es como… partir de nuevo. Así lo imaginé, porque hago música contemporánea pero cuando trabajo con orquestas me gusta que haya conexión con el público, así que hay melodías potentes, muy oreja, con este colchón atmosférico de efectos más contemporáneos.

 

¿Qué tipo de sonidos buscaste para lograr eso?

Me di el gustito de tener dos percusionistas y ocupar campanas tubulares, que juegan un rol de conducción. La campana tiene esa cosa de paisaje sonoro: todas las ciudades tienen campanas y marcan algo, te acompañan. Además, la obra tiene efectos como de películas de misterio, cosas medias escabrosas. La música contemporánea se ha ocupado mucho para eso, es cosa de ver El resplandor y la gama de compositores del siglo XX que están ahí, y busqué ese tipo de pasajes. Luego hay una etapa más contemplativa, una melodía casi eclesiástica. Me gusta lo que uno puede construir con el contrapunto, porque es como una gran nube que se va formando y de repente… sale el sol. Me encanta esa sensación. También hay una presencia importante de las trompetas. Me gusta mucho la orquestación mexicana, esa presencia heroica de las trompetas, así que también busqué esa cosa guerrera, con harto juego de timbres. Hay partes bien grandilocuentes y pomposas y otras más reflexivas. Creo que es la obra más intensa que he hecho en cambios de textura, metro y tempo. Se llevó toda mi atención.

Hiciste énfasis en la percusión, ¿qué te atrae de esa parte de la orquesta?

Generalmente, las obras que he hecho con orquesta tienen timbales, que me encantan, pero te dejan una cierta estética y te hacen pensar la obra de una manera. El rol está bastante preestablecido. Cuando grabamos Despliegues vi que en la orquesta había un set de percusión, que tenían accesorios, y ahí dije “ah, yo voy a poner campanas tubulares”. Me gusta la orquestación mexicana, como decía, porque le han sacado partido a este tipo de detalles y timbres, entonces era un desafío el diálogo entre la percusión y el resto de la orquesta. Esa posibilidad de dialogar con los colores aporta mucho.

¿En qué referencias piensas cuando hablas de orquestación mexicana?

En Silvestre Revueltas, principalmente. En Ana Mora también, que tiene una obra muy bella para orquesta. Tienen esa cosa de ocupar la orquesta tímbrica y rítmicamente, además de sentir ese vínculo con sus músicas tradicionales. En Amadeo Roldán también. Es una escuela muy linda de conocer la forma de utilizar la orquesta. En Chile, la herencia que tienen las orquestas es más europea y es menos percusiva, menos tribal. A mí me gusta esa cosa más agresiva en el sonido de la orquesta. Fuerte. Brusco.

¿Cómo ubicas El deflagrador en relación a tus otras obras?

Junto con el Desideratum, la ubico como una obra bastante innovadora en distintos elementos, pero sobre todo en el timbre. Esta obra avanza más allá, porque el set de percusiones te cambia el panorama, puedes jugar con más texturas y, al no tener un instrumento solista, el desafío es otro. Hay que saber distribuir los roles y me gusta eso de levantar ciertos protagonismos en diferentes pasajes, ese diálogo. Por ejemplo, hay una presencia potente del clarinete, muy rítmico, con distintos timbres, que se acelera y es como estar arriba de un caballo, como ir a la guerra. Creo que esta es una obra que va a ser impactante porque el público pasará por distintas situaciones; incluso sentir un paisaje sonoro de ambulancias y bocinazos con los bronces… que era como lo que pasaba en la calle en ese momento. También involucra una forma de entender el paisaje sonoro. Más allá de que no esté puesto como una grabación, los efectos que logré en los instrumentos son como pisar la calle. Creo que es una obra que dará que hablar.

Texto: Rodrigo Alarcón L. – 15/03/2023