Desde 2009, es parte de la agrupación clásica de nuestra Universidad y asegura sentirse orgulloso de pertenecer a la única orquesta del sector poniente de la capital. “Acerca la música a la comunidad a través de conciertos de alto nivel. Es una orquesta totalmente consciente de su rol en la sociedad”, asegura.
Por Carolina Reyes

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Marco Avilés

Star Wars, Indiana Jones y Jurassic Park. ¿Qué tienen en común estas tres producciones, además de haber marcado un hito en la historia del cine? Para Mauricio Castillo Lara significan el inicio de su carrera musical. Y es que sus bandas sonoras, a cargo del reconocido compositor estadounidense John Williams, lo atraparon.
Es hijo único y oriundo de Los Ángeles, en la región del Bío Bío. Allá permanece su familia mientras él continúa cumpliendo sus sueños y, como relata, retribuyendo parte de todo lo que la vida le ha entregado, enseñando a otros jóvenes lo que mejor sabe hacer: música.

Si bien su primer acercamiento con la trompeta fue con el trabajo del compositor, comienza a aprender el género gracias a un profesor del colegio donde estudió en su infancia, quien «nos enseñaba a leer partituras. Yo creo que eso es determinante. Ahí apareció realmente la música en mi vida».
«La música te atrapa. Es increíble cómo te cambia la vida cuando eres niño. Te cambia la percepción de todo. El arte te libera, te hace mirar el mundo de otra manera. Y ya luego uno empieza a soñar con que quiere ser músico, viajar por el mundo, estudiar y concretar cosas. Así empecé a soñar con la música y aquí estoy, seguimos día a día trabajando», agrega.

Le gusta la canción latinoamericana y como trompetista admira a Markus Stockhausen, con quien comparte la versatilidad artística. Y es que así como puede moverse dentro de la música clásica, también puede hacerlo con la mayor familiaridad en la escena contemporánea, tal como lo ha demostrado participando en producciones de Ana Tijoux y Mon Laferte.
Entre sus pasatiempos, hay uno que se junta con la música y es la observación de aves. “Me dedico a escuchar el canto de las aves, principalmente las endémicas de Chile. Me tienen verdaderamente alucinando porque son músicos naturales y lo que tenemos que lograr los músicos es esa naturalidad, la de los pájaros”.

Un difícil comienzo

«He llegado hasta donde estoy porque me ha movido un espíritu de lucha después de todo lo que me tocó vivir», subraya Castillo, rememorando que en los noventa, y tras la separación de sus padres, llegó hasta la Ciudad del Niño, un centro de acogida para niños y adolescentes. «Mis problemas eran muy pequeños al lado de los del resto», aclara el músico.
Con algo de humildad, Mauricio cuenta que antes era bastante reticente respecto de dar a conocer su historia en el centro. Sin embargo, esto cambió cuando entendió que con su experiencia podía ayudar a otros jóvenes a salir adelante y cumplir sus sueños. «Creo que puedo ser un referente para más niños, a quienes les debo decir que sí se puede», agrega.

Para Castillo, ser parte de la Ciudad del Niño en esos años era como estar «en un parque ideal para formar personas. En ese instante era exitoso. Había una banda instrumental, talleres de arte y disciplinas como atletismo, folklor y gastronomía. Fue una gran experiencia, pese a lo mal que actualmente está funcionando el Sename».

En ese sentido, el músico recuerda que el año pasado viajó a tocar al hogar de Tiltil. «No es un hogar, es una cárcel y afecta encontrar a jóvenes que no tuvieron la misma oportunidad que yo, pese a que el talento está de sobra. Chile está en deuda con esos menores», reflexiona.
«Me gustaría que más niños y jóvenes tengan estas oportunidades. Soy un agradecido de la vida y de las personas que se cruzaron en ella. De aquellos maestros que se cruzaron y que se siguen cruzando para enseñarme», relata el artista.

Por cerca de ocho años fue miembro de la Banda de Conciertos del centro, donde ya se destacaba como trompetista. Con este grupo realizó importantes presentaciones, recuerda Castillo.
Fue en medio de su estadía en el hogar, que en 1994 obtiene una audición para integrar la Orquesta Nacional Juvenil, que en ese año dirigía el maestro Fernando Rosas. Ahí se quedó hasta 2004 como beneficiado y actualmente se dedica a dar clases en el centro de formación de la misma fundación. “Ahí se produce otra cosa interesante que puedo disfrutar hoy, ya que estoy como devolviendo, retribuyendo un poco mi experiencia a niños que están recién comenzando. Me alegra poder entrar de nuevo en esta historia, pero ahora como profesor, como formador”, sostiene.

En el mismo año 1994 ingresa al Conservatorio de Música de la Universidad de Chile, pero para él “no fue algo tan radical. De hecho cuando me di cuenta que era sólo música clásica, no me sentí muy bien, por eso lo considero sólo un capítulo dentro de mi experiencia musical”.

La trompeta

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Foto: Álvaro Hoppe

En las bandas sonoras de las películas, fue el sonido de la trompeta el que llamó la atención de Mauricio, y desde ahí se creó un vínculo irrompible hasta hoy.

“Para mí este instrumento representa algo muy espiritual. Simboliza el sonar de la libertad y la lucha. Me gusta relacionarlo con esto porque uno viene de abajo y va sorteando obstáculos, sobre todo en un país que no entiende de arte ni se inculca”, asegura. En este punto Castillo se detiene para insistir en que el sonido de este instrumento “me llena completamente. Tiene que ver con mi infancia también porque cuando era niño me gustaba mucho la música del cine. Y cuando uno es más chico se sorprende constantemente”.

“La trompeta tiene diferentes roles, según el compositor y según la época. Depende de la obra. El compositor ocupa la trompeta como si fuera un color”, explica el músico que lleva cerca de 20 años de historia con este instrumento. Inclusive, asegura que después de dejar el Conservatorio, se dedicó a seguir practicando. “Me obsesioné con esto de tocar bien el instrumento, ponerme metas. Y siempre aparecerá alguien que va a valorar lo que haces. A veces creí que pasaba inadvertido, pero siempre habrá gente que va a valorar tu trabajo”, reiteró.

Una orquesta con sello social

En 2009 ingresó a la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago como trompetista, lo que define como otro de sus grandes logros. Para Mauricio, pertenecer a este elenco es un orgullo, ya que tiene arraigado el rol social de la música y acerca el género clásico a sectores menos acomodados de la región Metropolitana.

“Encuentro magnífico que la orquesta dé conciertos gratuitos. La gente hace cola para entrar y disfrutan de una orquesta profesional. Debe ser una de las pocas en el mundo donde pasa algo así, porque en la mayoría se cobra entrada y el costo es excesivo para todos, pero esta tiene la virtud de compartir su trabajo. Creo que es maravilloso”, destaca el músico.

Castillo además indica que se están realizando conciertos educacionales, por lo tanto, agrega, “es un grupo súper consciente de su rol en la sociedad, y todos estamos conscientes de lo mismo”.

Por otro lado, el trompetista resalta la infraestructura con la que cuentan. “Tenemos una sala de concierto única en Chile. Es una pieza de museo, un patrimonio arquitectónico importante que deberíamos valorar no solamente los que trabajamos acá o los estudiantes, sino que todos los chilenos. Todos deberían saber que existe este lugar”.

Sobre el grupo humano, el músico lo califica de “increíble. Somos una orquesta unida y eso se nota cuando enfrentamos la música, en el fiato del sonido del concierto final y también en la parte humana del día a día, cuando nos saludamos, cuando alguien necesita apoyo. Es algo que no se da mucho en otros lados. Éste es un grupo muy cohesionado, tanto artística, profesional y espiritualmente”.

De lo clásico a lo popular

“A mí me gusta la idea de que uno puede viajar en el tiempo con la música”, expresa Mauricio, en alusión a sus colaboraciones en géneros tan diferentes como el hip-hop, rap, funk, reggae y bolero, por mencionar algunos. La versatilidad de la trompeta tiene mucho de la personalidad de este músico, quien no declina alguna intervención por su formación clásica.

El músico expresa sentirse “muy contento porque estoy trabajando con dos artistas que de verdad están marcando una historia en la música chilena”. Una de ellas es Ana Tijoux, con quien lleva tocando 20 años, por lo que aparte de la relación profesional “hay una hermandad, tenemos un lazo de amistad”.

La otra es la cantautora chilena residente en México, Mon Laferte. “El año pasado me contactó y me preguntó su podía participar en su disco. Viajé a México a grabar y la acompañé en el Festival de Viña del Mar”, cuenta.

Además de pertenecer a la Orquesta de la U. de Santiago, cada jueves hace clases como profesor en la Fundación de Orquestas Juveniles. “Ahí me encuentro con niños que eran igual que yo. Uno les ayuda con la experiencia, pero después ellos mismos tendrán que hacer de maestros. Cada alumno, cada niño es un maestro en potencia, porque cuando termine, le enseñará a otros niños”, profundiza en una de las labores que lo llenan de orgullo.

Asimismo, participa activamente en el Colectivo Mapocho, agrupación de artistas comprometidos con el Arte y el Patrimonio. Incluso con este grupo y Marcelo Estuardo, timbalista de la Orquesta del Plantel, tienen un proyecto que van a postular a un fondo “para ir a dar un concierto educativo al centro de Tiltil”.

Mauricio afirma sentir que recién está comenzando: “Recién estoy degustando y disfrutando tocar. Antes uno no disfruta tanto porque está lleno de trancas técnicas y mentales que te impone la sociedad”. Ahora asegura que se dedica a disfrutar y compartir el arte.

Entre sus proyecciones, enfatiza que está el “seguir aprendiendo del instrumento. Siento que me queda mucho por explorar. Uno siempre es un aprendiz. El día que uno crea que deja de serlo, es el principio del fin”.

Fuente: U. de Santiago al Día.
Junio 2017

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