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Syntagma Musicum Usach

El conjunto de música antigua Syntagma Musicum fue creado en 1978 e incorporado a la Universidad de Santiago de Chile en 1980. 

Desde entonces y en forma ininterrumpida ha realizado una labor de difusión que considera repertorio europeo y americano hasta el siglo XVII, con especial atención al estudio y la investigación de la música antigua en el continente americano.

Actualmente está constituido por un sexteto de prestigiosos músicos: Jaime Carter (clavicémbalo, órgano), Paulina Mühle-Wiehoff (cello), Hernán Muñoz (violín barroco), Franco Bonino (flauta dulce, fagot y dirección musical), Gonzalo Cuadra (canto tenor) y Rodrigo Díaz (laúd, tiorba y guitarra barroca). Individualmente, sus integrantes realizan actividades académicas, artísticas e investigativas de relieve nacional e internacional, y como elenco han abordado un repertorio que abarca desde el Medioevo hasta composiciones musicales contemporáneas, colaborando con artistas nacionales e internacionales extranjeros, entre los que se cuentan instrumentistas, cantantes, bailarines y coreógrafos.

Iniciada en 1983, su discografía contempla nueve títulos. Los más recientes son De América y Europa (2016), disponible en CD doble y formato digital; y Fuga por el derecho de vivir en paz (2020), disponible en vinilo de siete pulgadas y formato digital. Esta última grabación fue publicada junto al Coro Madrigalista Usach y forma parte del catálogo del sello Aula Records.

Palabras de Franco Bonino, director

“Es motivante volver al Teatro Aula Magna Usach, después de todo lo que ha pasado y sigue pasando. Debido a la pandemia, en los dos últimos años hicimos grabaciones para televisión que son documentos relevantes para nosotros por su nivel visual y sonoro, pero lo nuestro es lo presencial, el contacto con la gente, que es primordial. Por eso es muy importante reencontrarnos con nuestro público y quisimos hacer una selección de la música que grabamos en este periodo. Son obras que nos quedaron dando vueltas por mucho tiempo, con la idea de que sería lindo tocarlas ante el público. No es un programa que tenga una unidad de tiempo o geográfica, como en otras ocasiones. Esta vez el tema es el trabajo que hicimos en pandemia, que queremos compartir con el público. Por eso se llama ‘Música pandémica’”.


Teatro Aula Magna Usach

Conocida por los estudiantes de la antigua Escuela de Artes y Oficios (EAO) como el “Teatro de la Escuela”, el Teatro Aula Magna de la Universidad de Santiago de Chile fue, desde su origen, un punto de encuentro entre la comunidad universitaria y los vecinos del sector, quienes disfrutaban de sesiones de cine y funciones de música popular. Casi un siglo después, este edificio -con capacidad para 750 personas- continúa siendo un lugar de comunión en el que se da cita la música y connotadas actividades académicas.

Syntagma Musicum Usach. Foto: Gary Go.


Notas del programa, por Gonzalo Cuadra

Mucha gente cree que cuando hablamos de Barroco musical nos referimos a un solo estilo o a unos pocos años, incluso a un solo continente. Se tiende a pensar en la Europa del 1700, en Italia, Alemania o Francia. No obstante, el Barroco musical tiende a ser más amplio y no necesariamente coincide con delimitaciones tomadas de otras artes. Hablamos (con límites aproximados) de un período entre 1600 y 1750; y hay que considerar un par de continentes, ya que debemos pensar en la presencia española, portuguesa y francesa en distintas partes del orbe a las que llevaron su estilo nacional. Sin embargo, o justamente por ello, el Barroco musical se nutre e influencia mutuamente de diversas naciones, cada una formando su propio estilo, y con elementos presentes en todas ellas. Entre diversos ejemplos, podemos encontrar el gusto por lo representativo: así como en las artes visuales aparecen ilusiones ópticas, ahora se buscan efectos auditivos y recrear nuevas realidades; no en vano es el período que ve nacer la ópera y el ballet. También se produce el nacimiento del solista (cantante o instrumentista) y el consiguiente desarrollo de géneros musicales para lucirlos, así como se considera una sola melodía después de un siglo polifónico. Además, se produce música funcional, para eventos cívicos, políticos o religiosos, y se utiliza el virtuosismo como expresión de los afectos. Justamente, existe la convicción de que la música, muchas veces unida a un texto pero incluso si es que esto no ocurriera, puede conmover y provocar diversos estados de ánimo en el auditor. Es decir, es una música que puede ser superficial y de mero agrado, pero también profunda y agobiante; todos los estados de ánimo son bienvenidos.

El presente programa es, por lo tanto, un viaje por los paisajes sonoros de ese amplio Barroco, abarcando siglos distintos y paisajes distintos, lo profano y lo sacro, la ciudad y la selva, el palacio y el salón. Es, además, un programa de satisfacción propia: recorre algunos puntos de lo que fueron los conciertos de Syntagma Musicum Usach a lo largo de las temporadas de los años 2020 y 2021, plenos de incertidumbre y ganas, en los que pudimos trabajar ininterrumpidamente, ayudados y apoyados en la virtualidad, con programas grabados y transmitidos; podríamos decir, una metáfora y representación de una nueva realidad, algo que ciertamente hubiera fascinado al habitante del Barroco que esperaba con ansias el que sus sentidos fueran seducidos y sorprendidos. ¡Vamos por este viaje!

Italia, 1600, es la revolución de la palabra y la música, las obras se tornan de lucimiento solista, las piezas vocales se pueblan de ninfas, pastores y mitología. Muchos compositores empiezan a publicar su música en imprentas y ésta se venden incluso fuera de su entorno, lo que es una novedad. Aquí tenemos dos ejemplos: una pieza vocal del gran organista Girolamo Frescobaldi, que describe esta arcadia pastoril, y una sonata de Giovanni Battista Fontana, el gran compositor instrumental del que muy poco se sabe y mucho se le aprecia; fue descrito en su tiempo como uno de los más grandes violinistas, y su libro de sonatas es claro ejemplo de ese dominio. Si les parece que las voces se comportan como instrumentos y los instrumentos parecen cantar como voces, están en lo cierto.

Mientras tanto, en ese mismo siglo, España y sus colonias tenían un estilo musical muy definido. No necesariamente melódico, pero sí muy rítmico, muy derivado de danzas. Aunque la guitarra era muy popular en toda Europa, ciertamente es en territorio hispano donde tendrá un protagonismo innegable y carta de nacionalidad, desde aquel siglo hasta hoy, por lo que no es raro encontrar compositores que deben su gran fama básicamente a obras compuestas para este instrumento, como es el caso de Santiago de Murcia, que además fue un renombrado tratadista de música y profesor de guitarra de María Luisa de Saboya, reina de España. De él oiremos dos danzas muy célebres de entonces. Por otra parte, en un territorio tan extenso como el hispano y sus posesiones, en los que había música acompañando a cada circunstancia de vida, religiosa, cívica o popular, no es raro que nos encontremos con piezas tan funcionales, pero por eso no menos interesantes como la “Retirada del Emperador”, obra de Domenico Zipoli, un célebre músico y sacerdote italiano, avecindado en América, cuyas obras sirvieron de modelo a toda una generación de compositores misionales locales. Tampoco puede faltar repertorio de lo que significaron las emblemáticas misiones jesuitas en América, en especial aquellas de la zona de la Chiquitanía, en donde la música, casi totalmente sacra, no solo era parte cotidiana, sino que significaba una actividad en la que participaba toda la comunidad. De este repertorio oiremos “Zuipaqui Santa María”, en alabanza a la Virgen, una obra anónima, a veces atribuida al ya mencionado Zipoli; esta obra tiene la rareza de contar con un bélico texto en latín y su dulce contraparte en chiquitano.

Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann y Georg Friedrich Händel constituyen (junto con Vivaldi) el pan con mantequilla del Barroco pleno, de ese que es frecuente en salas de concierto, aquel que uno imagina inmediatamente, con peluca y mangas de encaje, ese que se ubica ya en el 1700 y que aparece en las películas. Y es que se trata de compositores probados por la historia, con un catálogo extenso de creaciones en las que prácticamente aparecen abordados todos los géneros musicales de su tiempo, bebiendo de casi todas las influencias nacionales de que disponían.

El caso de la presente pieza de Händel es muy curioso: su única composición en español y su única pieza para guitarra. Se supone que fue escrita durante su estadía en Nápoles (territorio español entonces) para una colección privada de obras para cantar del que era su protector. Si bien hay sospechas de que no es obra de él, no hay certeza en esto, y son iguales las ganas de que sí lo sea. Johann Sebastian Bach fue uno de los compositores más destacados en música instrumental del siglo XVIII y supo mezclar en su obra los estilos italiano, francés y el suyo propio en una serie de obras muy personales, en las que el trabajo contrapuntístico y armónico es profundo y meditado. Telemann es conocido sobre todo por su obra instrumental, muy variada y de magnífica calidad, cosa sorprendente para un compositor que siempre se consideró a sí mismo como “aficionado”. Nada más lejos de eso: sus sonatas, por ejemplo, requieren de intérpretes muy solventes y son un modelo en su composición. Si bien tuvo ganada fama en el siglo XVIII, será el siglo XX (el siglo que “redescubre” el Barroco) el que lo vuelva al aprecio de intérpretes y público.

Así llegamos al final de este viaje de dos siglos y dos continentes, que se paseó por distintas costumbres, religiones y lenguas, pero que confiaba en un lenguaje común: la música que conmovía los afectos.

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