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Orquesta Clásica Usach

La Orquesta Clásica Usach es una agrupación de tipo sinfonietta que, desde su creación en 1982, ha llevado los diversos períodos de la música clásica a la maravillosa acústica del Teatro Aula Magna de la Universidad de Santiago, ubicada en las dependencias de la ex Escuela de Artes y Oficios, hoy Monumento Histórico Nacional. Todas sus actuaciones son de acceso gratuito y es la única orquesta profesional con sede y actuaciones permanentes en el sector poniente de Santiago.

Habitualmente, sus programas incluyen obras de compositores chilenos clásicos y contemporáneos, algunas de las cuales han sido registradas en discos que se han publicado en formato digital, vinilo y CD, a través del sello Aula Records. Entre sus títulos más recientes se encuentran El Húsar de la Muerte (2020), con música de Horacio Salinas para el clásico cinematográfico del mismo nombre; y Enrique Soro, el último de los románticos (2022), con obras de cámara del compositor chileno. Desde 2022 es dirigida artísticamente por David del Pino Klinge.


David del Pino

Director Artístico de la Orquesta Clásica Usach desde 2022.

Director General del Festival Internacional de Lima (1980-1995).
Director Artístico de la Orquesta Nacional de Georgia (1988-1995, y 2006-2011).
Director Artístico de la  Orquesta Sinfónica de la UN Cuyo, Mendoza, Argentina (1993-2000).
Principal Director Invitado y Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile (1996-2006).
Director Artístico de la Orquesta Clásica USACH (2008-2010).
Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Rosario, Argentina (2014-2022).
Principal Director Invitado de las orquestas Sinfónica de Caracas y Filarmónica de Montevideo (2005-2015).
Académico de la Universidad de Chile (2001-2013).
Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Música del Perú (desde 2011).
Miembro de la Academia Chilena de Bellas Artes (desde 2012).

Ha dirigido a las orquestas nacionales de Perú, Brasil, Argentina, Uruguay y México, así como en auditorios europeos como la Philarmonie de Colonia, la Tonhalle de Düsseldorf, la Sala Hércules de Múnich, el Teatro Lizinski de Zagreb, con orquestas como las sinfónicas de Brandenburgo y Múnich y la Filarmónica de Würtemberg. Sus próximos conciertos incluyen una nueva presentación con la Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón.

En Chile ha recibido el Premio de la Crítica Periodística en varias oportunidades, el Premio Altazor, la Medalla Claudio Arrau, la Medalla de la Academia Chilena de Bellas Artes y la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile.


Programa

Christoph Willibald Gluck (1714-1787)
Obertura de Ifigenia en Áulide

Robert Schumann (1810-1856)

*Fragmentos de las siguientes obras:
Sinfonía N° 2 en Do mayor, op. 61*
Sinfonía Nº 3 en Mi bemol mayor, «Renana», op. 97*
Sinfonía N° 4 en Re menor, op. 120*

Director: David del Pino Klinge
Solista: Roberto Becerra (solista)
Asistente musical: Lucas Sepúlveda


Notas del programa, por Gonzalo Cuadra

Escribí en el buscador de internet “música y locura” y mi búsqueda arrojó más de 100.000 resultados. Creo que no me extrañé. Desde lo que podemos rastrear y lo que se puede intuir, la música ha sido parte de la vida del ser humano y ciertamente la locura no es una extraña en nuestra historia. Además, su propia naturaleza la ha hecho exitosa compañera de rituales mágicos y religiosos, a la vez que logra sinapsis profundas que hacen que nuestro cerebro se encienda como una guirnalda en fiesta. Los antiguos griegos la tenían normada y sabían muy bien cuál servía para qué, y ni hablemos de los estados totalitarios que casi siempre ponen reglas y prohibiciones a esta peligrosa revoltosa que une cabeza y corazón. Todos tenemos esa música especial que nos hace perder la noción del tiempo y del propio cotidiano; recurrimos a ella o simplemente se nos aparece. Capítulo aparte en esta complicada relación es la unión completa entre música y estados alterados de conciencia en la biografía de grandes compositores: Gaetano Donizetti, Franz Schubert, Hugo Wolf, Ivor Gurney y otros; queremos creer que su locura fue parte de una comunicación con inspiraciones más allá de nuestra terrena percepción, aunque finalmente cedemos ante la idea de que se trataba de una visitante cruel que arrebataba el lugar de la locura buena, la de la bella música. ¿Cité a Robert Schumann? Es quizá el más emblemático.

Figura central de la música del siglo XIX, compositor excepcional, hombre de música y letras, unió su ideal romántico con una vida tumultuosa, en la que tuvo que luchar para poder casarse con Clara Wieck (y de paso, en ese período de desesperación componer quizá de lo mejor de su música) para prontamente llegar a un final desgraciado, recluido y fuera de la realidad. Intentó suicidarse, sintió que hablaba con muertos y que algunas de sus obras fueron dictadas por ángeles. Sus mejores obras estuvieron en los extremos: el campo de lo sinfónico y en la íntima obra vocal y de piano de cámara. En particular sus cuatro sinfonías (1841-1851), si bien criticadas en algunos aspectos de instrumentación, evidencian una construcción formal fresca, de inagotable riqueza melódica y motívica y una personalidad ineludible, única. La Primera, llena de energía y frescura, fue compuesta en un corto y feliz tiempo y le significó un triunfo y el intentar por primera vez el gran formato orquestal. Coincidente con los primeros síntomas de su inestabilidad mental surge la triunfante Segunda, que él sentía que había terminado como una lucha por su cordura. La Cuarta sinfonía le demoró diez años y busca la innovación, con sus cuatro movimientos encadenados y con motivos musicales que los transitan y unen; su estreno, en 1853, fue un éxito.

Al lado del intenso fluir de Schumann, la obra de Gluck parece una sobria y meditada arquitectura, lejos de cualquier locura. Eso, si no supiéramos que así buscaba una revolución formal y abría las puertas del Clasicismo. En él la locura era el vestirse de cordura, alejarse de la probada forma de ópera seria y el enfrentar ese mundo musical que le parecía excesivo, poco natural y desligado de la verdad teatral. Su determinación no hubiera sido más que una decisión digna de extravío si no se hubiera mudado a París, lugar donde la música se unía al mejor teatro. Allí surgirá su credo y un grupo de óperas rotundas y dramáticas en las que las oberturas ya no son una pieza compuesta aisladamente, sino que “debe informar al espectador el tipo de acción y ser una suerte de resumen de lo que vendrá”. Gluck fue el precursor del teaser con estas oberturas alerta de spoiler. Ifigenia en Áulide fue su primera ópera expresamente compuesta para Francia y se estrenó en 1774. Si bien la obra no tuvo un gran éxito, sí lo tuvo su obertura, que representa el dolor de Agamenón y la ternura de Ifigenia. Dato no menor será que Wagner, medio siglo después, revisará y reorquestará completa esta ópera de Gluck. Qué locura.

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