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Orquesta Clásica Usach

La Orquesta Clásica Usach es una agrupación de tipo sinfonietta que, desde su creación en 1982, ha llevado los diversos períodos de la música clásica a la maravillosa acústica del Teatro Aula Magna de la Universidad de Santiago, ubicada en las dependencias de la ex Escuela de Artes y Oficios, hoy Monumento Histórico Nacional. Todas sus actuaciones son de acceso gratuito y es la única orquesta profesional con sede y actuaciones permanentes en el sector poniente de Santiago.

Habitualmente, sus programas incluyen obras de compositores chilenos clásicos y contemporáneos, algunas de las cuales han sido registradas en discos que se han publicado en formato digital, vinilo y CD, a través del sello Aula Records. Entre sus títulos más recientes se encuentran El Húsar de la Muerte (2020), con música de Horacio Salinas para el clásico cinematográfico del mismo nombre; y Enrique Soro, el último de los románticos (2022), con obras de cámara del compositor chileno. Desde 2022 es dirigida artísticamente por David del Pino Klinge.


Editorial

Hasta la década de 1990, el anuncio de un concierto sinfónico dirigido por una mujer era algo llamativo… por lo inusual. Recién a partir del siglo XXI nos hemos ido acostumbrando, poco a poco, a la presencia femenina en el pódium rector de una orquesta.

En Latinoamérica, la principal pionera fue Carmen Moral, directora peruana de amplia formación y carrera exitosa en dos continentes. Ella fue, además, una de las primeras directoras en asumir el titularato de orquestas, como la Nacional del Perú y la Ópera de Ankara, en Turquía.  Verónica Dudárova fue otro nombre pionero en este campo, siendo directora titular de una de las orquestas estatales de la Unión Soviética, entre 1970 y 1990. La formación de las dos artistas mencionadas fue muy completa.

La maestra Paula Torres, nuestra invitada en este concierto, posee también antecedentes sólidos y una exigente formación. Directora de profunda musicalidad y talento artístico, Paula representa lo mejor de esta profesión. Nunca utilizó su perfil femenino como herramienta para desarrollar su carrera, como en tantos otros casos, destacándose por su capacidad pedagógica y fina musicalidad.

Le damos a Paula la más cálida bienvenida a nuestra temporada 2022.

David del Pino Klinge
Director artístico de la Orquesta Clásica Usach


Directora invitada: Paula Torres

Paula Andrea Torres Ayala (Cali, 1972) es una directora colombiana y radicada en Chile desde el año 2000. Obtuvo su título de Dirección Coral en 2003 y su Maestría en Interpretación Musical en el área de Dirección Orquestal en 2019, ambos en la Universidad de Chile. Ha estudiado con maestros de la escena coral colombiana, como Alejandro Zuleta, Jorge Zorro y Julián Gómez, y en Chile fue discípula de Guido Minoletti. Perfeccionó sus estudios con los maestros argentinos Néstor Andrenacci y Néstor Zadoff y, en el área orquestal, con David del Pino Klinge (Perú – Alemania) y Nicolas Rauss (Suiza). 

Durante 19 años ha desempeñado su labor docente en la Universidad Católica de Chile, la Universidad de Chile, la Universidad Mayor, la Universidad Alberto Hurtado y el proyecto Crecer Cantando. Asimismo, ha destacado como directora titular de coros reconocidos en Chile, entre los que se cuentan Ensamble Res Nova (fundadora), Coro Bellas Artes, Coro de Cámara de la UAH y Ensamble Ikaros (fundadora). Igualmente, ha sido tallerista y directora invitada de Femme Vocal; el Coro de la Universidad de los Andes y el Coro Magno de la Universidad del Valle, ambos en Colombia; y el Coro de la Municipalidad de Puerto Madryn y el Coro Nacional de Jóvenes de la República, ambos en Argentina.

Explorando diversos repertorios, ha realizado numerosos conciertos en Chile, Colombia, Perú, Argentina, España, Francia, Alemania, Italia, Suiza, República Checa e Israel. Su fructífera actividad frente al Coro de Cámara de la Universidad Alberto Hurtado la hizo acreedora, junto a la agrupación, de importantes reconocimientos por parte de la crítica, gracias a estrenos como The Rape of Lucretia (Benjamin Britten), la ópera-tango María de Buenos Aires (Astor Piazzolla), La Isla de los Peces (Guillermo Eisner) y Les Indes Galantes (Jean Philippe Rameau).

Como directora orquestal, ha sido titular de la Orquesta Sinfónica Juvenil Regional de Coquimbo y directora invitada de la Orquesta Sinfónica IMUC y la Orquesta Clásica Usach.

 

Solista: Javier Farfán

Javier Alonso Farfán (Santiago de Chile, 1986) es un violista formado en la Universidad de Chile, con estudios de perfeccionamiento en el Real Conservatorio Superior de Madrid y en el Conservatorio Superior de Música de Aragón, en España. Ha estudiado bajo la guía de los maestros Celso López Águila, Pablo Salinas, Alberto Castillo, Alan Kovacs y Avri Levitan.

Asimismo, ha participado de clases magistrales, encuentros orquestales y festivales internacionales de música de cámara en Santiago, Frutillar, Villarrica, Mejillones, Jaraguá do Sul (Brasil), París (Francia), Madrid (España), Caracas (Venezuela), Zaragoza y Barcelona (España) con maestros como Penelope Knuth, Boyka Gotcheva, Tabea Zimmerman, Haim Taub, Roi Schiloa y Yuval Gotlibovych, entre otros.

A lo largo de su trayectoria ha sido viola solista de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil y ha integrado el Cuarteto de Cuerdas Advis. Actualmente es integrante titular de la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago de Chile y forma parte del Cuarteto Estación, creado por integrantes de la misma agrupación. Con este último ensamble de cámara participó de Enrique Soro, el último de los románticos, disco publicado por el sello discográfico Aula Records y dedicado al compositor chileno, y próximamente editará un álbum con música del músico chilote Claudio Pérez Llaiquel.


Programa

Gabriel Fauré (1845-1924)
Pavana en Fa sostenido menor, op. 50

Astor Piazzolla (1921-1992)
Le grand tango
Solista: Javier Farfán (viola)

Franz Schubert (1797-1828)
Sinfonía Nº 8 en Si menor, D. 759, “Inconclusa”
– Allegro moderato
– Andante con moto

Orquesta Clásica Usach
Directora invitada: Paula Torres

 

Notas del programa

Gabriel Fauré es quizá el más eminente compositor de canciones de arte de Francia. A lo largo de su historia se relacionó con textos de diversos poetas, pero sobre todo pudo sentir el cambio estético de una Francia que renovaba su poesía con elementos simbolistas, parnasianos, impresionistas y tantas otras vanguardias de cambio de siglo. En particular, hubo una búsqueda de un pasado idealizado, de un ayer que aún se podía palpar en viejos castillos, parques y escalinatas, en marchitos vestidos que alguna vez bailaron danzas cortesanas y coquetearon con galantería. La Commedia Dell’arte cobró gran importancia, por lo que no fue de extrañar que en 1918 el príncipe de Mónaco encargara un divertimento en un acto llamado Máscaras y bergamascas, que lo protagonizaba ese tipo de personajes y llevaba música orquestal y vocal de Fauré. Para tal evento reunió músicas que ya había compuesto con otras nuevas y que reflejaban ese elegante ambiente nostálgico y festivo; dentro de las primeras se encuentra la célebre Pavana, que Fauré originalmente había escrito para piano en 1887, inspirado en aquella danza solemne y palaciega con raíces en el Renacimiento. La nueva versión, orquestal, mantuvo la sutil emoción, el encanto sereno y melancólico, con la melodía principal confiada a la flauta.

Hace unas décadas atrás no se hablaba de Astor Piazzolla en las cátedras doctas. El coqueteo con corrientes populares no era visto como algo serio en un compositor “de arte”. Pero este concepto ha ido cambiando y hoy la presencia de una figura como Piazzolla, renovador del tango, el genio que hizo tambalear pero que al final revitalizó la tradición musical porteña, se agradece y aplaude en las salas de concierto. Y es que el argentino tuvo una formación musical completa y su acercamiento y visión del tango se nutrió de la tradición y de la influencia docta occidental, como Bach, por ejemplo. Su Le grand tango, en un movimiento y tres secciones, fue originalmente compuesto para violoncello y piano en 1982 y fue dedicada a Mstislav Rostropovic, el eminente cellista. Pero si mencionamos que el nombre original de la pieza iba a ser Tangazo y que la editorial musical lo consideró un nombre vulgar, ya hablamos del difícil camino que tuvo Piazzolla para hacerse ver en el medio “serio”. Sin embargo, la obra tuvo gran éxito y el célebre cellista no solo admiró la pieza, sino que le encargó un concierto que el compositor, al fallecer, dejó inconcluso. Le grand tango, posteriormente, ha sido adaptada para diversas agrupaciones instrumentales.

Recuerdo un dibujo que alguien pegó en una pared del Conservatorio. Era Schubert y eran sus amigos que lo invitaban a divertirse y salir de juerga, junto a un par de bellas muchachas haciéndole coquetos gestos y varias jarras de cerveza. Sobre su escritorio se veía una serie de partituras y Schubert, poniéndose su chaqueta, decía con la cara llena de alegría: “Qué tanto, esa sinfonía la termino después”. La caricatura es ingeniosa y responde a un tópico de la música docta: Schubert dejó mucha música (especialmente obras grandes como sinfonías) sin terminar. Las respuestas han sido variadas, con aristas sicológicas, médicas, sociales, económicas, y todas buscan resolver esta paradoja, ya que, por otra parte, nos encontramos con uno de los compositores de mente más fecunda e inspiración más inagotable del siglo XIX. Pero vamos a los hechos: Schubert inició la que sería su octava sinfonía (una de las más célebres de la historia musical) el 30 de octubre de 1822, como muestra de agradecimiento a la Sociedad Musical de Styria por haberlo nombrado miembro de honor. No se sabe exactamente el por qué, pero solo dos movimientos llegaron a la sociedad y el estreno de éstos tuvo lugar en Viena en 1865, casi cuarenta años después de la muerte del compositor. Esto no ha sido impedimento para el genuino aprecio y la vida en salas de concierto de esta bellísima e inconclusa sinfonía, llena de inventiva melódica e intensidad. Se han hecho intentos posteriores de completarla, ya que se conservan esbozos de páginas posteriores a estos dos movimientos, pero con resultados discutibles, que no han prosperado en las salas de concierto. Si Schubert pudo o quiso componer solo estos sublimes dos, y a la vez gozó de la camaradería y el amor de sus amigos y amigas, no tenemos nada que objetarle. 

Gonzalo Cuadra
Músico e investigador

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