El compositor habla en detalle de Fewla, el disco que la Orquesta Clásica Usach dedicó a su música y se publica este lunes 21 de noviembre a través del sello Aula Records. 

Claudio Pérez Llaiquel. Foto: Mila Belén.

 

En la casa chilota de Claudio Pérez Llaiquel (Queilen, 1982) siempre hubo música. Hijo de un profesor rural aficionado a la guitarra clásica, desde joven quiso estudiarla. Por eso, en el año 2000 viajó a Santiago para incorporarse a la Escuela Moderna de Música y allí siguió estudios de composición y dirección de orquesta, hasta 2007. Cuando egresó tuvo que tomar una decisión: quedarse en la capital o regresar a Chiloé, donde le esperaba una oferta laboral como profesor.

Indeciso, le pidió un consejo a quien se había convertido en uno de sus maestros, el célebre compositor, director y percusionista Guillermo Rifo (1945-2022), que no vaciló en su respuesta. “Ándate”, le dijo tajante. “En Santiago está lleno de compositores. ¿Puedes nombrarme un compositor que escriba música y pueda enseñarle a los jóvenes allá?”. Él no recordó a ninguno, así que le hizo caso: volvió a la isla y durante la última década y media se ha dedicado a trabajar como profesor, conducir orquestas juveniles, tocar el piano en grupos de fusión y jazz y escribir sus propias composiciones, siempre con Chiloé y el sur de Chile como coordenadas; con sus historias, sus mitos y su sonido tradicional entrelazados en sus partituras.

Actualmente está dedicado completamente a la composición, un oficio que ahora tiene un resultado preciso y concreto: Fewla, un disco grabado por la Orquesta Clásica Usach, que será editado el lunes 21 de noviembre en formato vinilo y digital a través de Aula Records, el sello discográfico de la Universidad de Santiago de Chile (Usach). El mismo día será presentado en el Auditorio FAE Usach (19:00 hrs.), con una conversación y un concierto gratuito (entradas disponibles acá), en el marco de un evento consagrado a la cultura del archipiélago: Minga: Encuentro de Poesía y Música desde Chiloé, que se desarrollará hasta el 23 de noviembre en la Usach.

El álbum contiene dos obras: De Indias (2020), encargada por el Quinteto de Vientos Usach, combina la música con un poema homónimo del escritor chilote Nelson Torres (Castro, 1957), que gira en torno a la llegada de los conquistadores españoles al territorio sureño. La segunda es el Cuarteto de cuerdas Nº 1, estrenado en 2014 en Castro y registrada en esta ocasión por el Cuarteto Estación, conformado por integrantes de la Orquesta Clásica Usach.

Fewla significa ‘ahora’ en mapudungún, un ‘ahora’ urgente, ‘ahora ya’. Lo elegí como título porque se relaciona con mi decisión personal por la música, es como decir que el momento es ahora y también es una reflexión que nace a partir del ejercicio de hacer música. En el caso del intérprete, en el escenario, no existe ni ayer ni mañana. Estás en el momento, aquí y ahora presente, mirando la partitura y escuchando, una cuestión vertiginosa. Esa reflexión me hizo sentido para ponerle nombre a este disco: es ahora, no fue antes ni mañana”.

¿Cómo describes la primera obra del disco, De Indias?

Una característica particular es que invita a vivir un momento de unión entre la palabra y el sonido, que siempre se da en la canción o la música popular, pero en este caso fusiona poesía y música de cámara. No es descubrir la pólvora, pero es algo poco usual en los conciertos.

Los poemas están utilizados como introducción a los movimientos musicales. La poesía tiene un ritmo y tratamiento de una historia, que es la conquista de América, y podría caer en lugares comunes, pero tiene un alto nivel literario, entonces se hace llevadera con la música, que pasa a ser una descripción sonora y da realce a lo que la poesía dice con creces

¿Cómo trabajaste los textos de Nelson Torres? ¿Hubo una colaboración entre ambos?

De Indias es un libro que debe tener unos 50 ó 60 poemas y yo elegí cinco. Traté de hacer como un abstract del libro: una introducción, un poema que explica de qué estamos hablando, un personaje principal, otro poema que lleva a una reflexión menos intensa y un poema que nos saca de la ira y pone el concepto del perdón o de la… la idea que Nelson usa es como el rehacerse, tener resiliencia y sanarse de las heridas internas que pueden dejar la ira y el rencor. Al final volvemos a algo más eufórico, que tiene que ver con despertar -en el poema- el apetito de justicia. Escogí cinco poemas que dieran una línea de composición variada, con momentos de clímax, reflexión y reposo.

A Nelson solo le pedí autorización para usar sus poemas. Además, es un libro que vengo leyendo desde 1997, por ahí. Cuando fui a Santiago me lo llevé y siempre me gustó, es muy querido para mí. Luego él escuchó la obra terminada y grabada.

¿Qué te interesó especialmente de estos poemas para conjugarlos con la música?

Hay un elemento netamente musical que tiene que ver con el ritmo de la poesía. Al leerla, uno experimenta una sensación de tempo. No sé si es una deformación mía, que soy músico y leo poesía, pero lo he conversado y mucha gente dice lo mismo. Estos poemas me generaron cosas bien disímiles, algo que es muy bueno porque produce un contraste para componer. En la música el ritmo es el carácter, entonces es útil para los fines musicales. Ahora, todo esto que estoy explicando es un pensamiento racional que viene después de sentir emocionalmente que son poemas potentes, que vengo leyendo hace tiempo.

Nelson Torres. Foto: archivo.

¿Y cómo describes el Cuarteto de cuerdas Nº 1?

Es una música que tiene varios elementos de música popular y latinoamericana, bien tonal. El primer movimiento tiene armonías de jazz, hay un momento en que el cello está utilizado como un contrabajo haciendo walking bass, de manera popular, se podría decir. También hay técnicas de escritura que son propias de la música clásica. Hay un ritmo de tonada que se utiliza con una sonoridad un poco más atonal. También hay un movimiento en que pongo elementos de la tradición chilota, cantos religiosos que alguna vez tuve que transcribir para otro proyecto.

Cada movimiento tiene un título…

Sí. Parte con “Los primeros rayos de luz”, que tiene que ver con el desafío de escribir mi primer cuarteto de cuerdas. Los cuartetos son un formato importante, marcado por los grandes maestros. Igor Stravinsky decía que lo que más lo aterraba era elegir el primer sonido con el cual iba a empezar a componer, porque es una elección que puede trascender a toda la obra. La primera piedra, ¿cómo la elijo? ¿Por qué sé que es la que tengo que poner ahí? Yo nunca había escrito un cuarteto y no sabía cómo iba a sonar, entonces eran como los primeros rayos de luz. O el primer piscinazo.

El segundo movimiento se llama “Tres imágenes” y está dividido en tres partes: “Cuando el mar ya estaba muerto”, “La incertidumbre de los árboles” y “Vals nocturno”. Es un movimiento lento y melancólico, que tiene que ver con el luto por la muerte de mi padre y con la naturaleza desde un estado contemplativo. Ahí no hay ritmos tan potentes, todo es más flotante, por así decirlo.

El tercer movimiento es “Noche de San Juan”, que en Chiloé es un rito bien importante. Hay un sincretismo entre la cultura cristiana, que dice que el 24 de junio es San Juan, y los mapuches que en esa fecha celebran el solsticio de invierno. Es una noche de alegría en Chiloé, se hacen pruebas y los adultos se dan el tiempo de jugar, de buscar entierros en la noche, de dar paso a la magia. Todo lo anterior, los primeros rayos y la parte densa de un luto, se redime a través de la algarabía de las fiestas tradicionales.


Has dicho que para ti es importante componer desde un territorio determinado, que en este caso es Chiloé. ¿Cómo dialogan estas obras con esa idea?

Fewla confirma lo que pensaba el maestro Guillermo Rifo, que uno puede contar algo que no estaba en la escena musical, simplemente, porque el compositor no vivía en Chiloé. Lo mismo puede pasarle a un compositor en Concepción o en el norte, que hablará desde otro lugar y cultura. Es importante dejar en claro que la composición y creación son resultados de un territorio. Por mucho que la técnica musical o el oficio lo tenga una persona determinada, esa persona está en un lugar, vive en un espacio donde hay vecinos y hay historias. Creo que eso pasa más en provincias, la vida es más comunitaria y puedes nutrirte de los demás. También siento que estoy transitando por una puerta que queda abierta para que otros jóvenes y niños o niñas también puedan escribir música o pintar desde un espacio determinado, hacer que el trabajo tenga un sentido diferente y salga del territorio. Me parece interesante culturalmente, ayudar a hacer un camino donde otros puedan transitar.

Sin embargo, trabajas en un ámbito donde los principales parámetros vienen determinados desde Europa: desde conceptos básicos a los mismos instrumentos musicales.

Sin duda. Quizás un aspecto descolonizador es entender que el arte es un bien universal, una cualidad humana que tiene que estar al servicio de las verdades humanas, que son territoriales y diferentes. Eso lo hace rico. Que la verdad humana fuera solo una sería muy fome, desde el punto de vista artístico y creativo. Por ejemplo, los compositores japoneses que van a Juilliard, al volver graban para Studio Ghibli y piensan en sus historias personales, sus territorios y mitología. Pienso en las películas de Hayao Miyazaki, que no tienen temáticas hollywoodenses o alemanas. Quizás el compositor haya estudiado en Europa, pero ahí uno escucha la música de Oriente. Creo que ese es el concepto: apropiarse de cosas que nos han enseñado de una manera. Podemos utilizarlas como herramientas o técnicas, pero descolonizarlas en el para qué o por qué hacerlas. No las hacemos para entretener a un rey o un determinado público, son otros los parámetros al hacer música. También podríamos hablar del concepto del éxito artístico, qué significa tener éxito. Es tan complejo…

Y qué significa el éxito para una persona que vive y trabaja lejos de Santiago, que en Chile parece ser un requisito obligatorio.

Seguro. Vuelvo a citar a Stravinsky, un compositor que me encanta, leo y releo sus biografías: él decía que se conformaba con el anhelo de trabajar. Eso que parece tan sencillo, es de una profundidad muy compleja llegar a sentirlo así. Lo que me importa es hacer música, componer y tener la posibilidad de escribir. Que eso suene y se toque. Lo demás son puras ganancias. 

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