Junto a la Orquesta Usach y bajo la dirección de David del Pino Klinge, la pianista estará este miércoles 24 de mayo, en el Teatro Aula Magna, para abordar el Concierto para piano Nº 4 del compositor alemán.

Liza Chung. Foto: Manuel Urra.

Ha pasado más de una década desde la última vez que Liza Chung (Seúl, 1974) actuó como solista junto a la Orquesta Usach. Aunque durante la pandemia participó de un programa de televisión y un disco junto a integrantes del elenco, por estos días prepara un doble reencuentro. Por una parte, con el público del Teatro Aula Magna Usach; por otra, con uno de los compositores que ha sido fundamental en su propia historia: Ludwig van Beethoven (1770-1827).

Bajo la dirección de David del Pino, este miércoles 24 de mayo (19:30 horas) abordará el Concierto para piano Nº 4 en Sol mayor, op. 58, en el marco de un programa que también contempla música de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) y los compositores chilenos Pablo Espinoza (1995) y Diego Aburto (1978). Las entradas son gratuitas y pueden descargarse en Portaltickets.

La presentación, además, forma parte de uno de los ejes que la Orquesta Usach estableció para su temporada 2023: abordar el ciclo integral de conciertos para piano de Beethoven, un desafío que está en pleno desarrollo. Luego de esta semana, solo faltarán el afamado “Emperador”, que Svetlana Kotova tocará el 5 y 6 de julio, y el Concierto Nº 2.

“Me encanta la Orquesta Usach, encuentro que es muy familiar. No es de esas típicas orquestas que son solo laburo, como dicen en Argentina. Tiene una onda especial. Además, tiene un lindo equipo alrededor y un sello, Aula Records. Es un lujo”, dice Liza Chung en la víspera de su actuación.

Nacida en Corea del Sur y establecida hace tiempo en Chile, su carrera se ha extendido por más de 30 años y registra actuaciones en innumerables salas, entre las que se cuentan el Teatro Colón de Buenos Aires y el Teatro Municipal de Santiago. Desde 2006, además, es profesora en el Instituto de Música de la Universidad Católica. Con todo ese bagaje, este miércoles 24 de mayo llegará al Teatro Aula Magna para interpretar el que, dice, es el más singular entre los cinco conciertos para piano que escribió Beethoven: “Por un lado, el número 1 y el 2 son obras tempranas, con toda esa parte técnica muy viva, muy joven. Por otro lado, el número 3 y el 5 son heróicos, tienen el dramatismo y la nobleza a flor de piel. Para mí, el Concierto Nº 4 es más lírico, tiene una connotación más personal, sobre todo ese segundo movimiento lento, que realmente escapa un poco de los conciertos que se habían oído hasta entonces”, explica.

“Además, que comience el piano es una cosa absolutamente rara para su época. Ya que Beethoven haya empezado con ese Sol mayor, esa introducción muy íntima, que no se sabe para dónde va, es una gran novedad. Y quizás me equivoque, pero también creo que puede ser el concierto para piano de Beethoven más difícil de tocar. Yo hice mi debut con la Orquesta Sinfónica Nacional con este concierto y lo he tocado en otras ocasiones, pero hace tiempo que no lo hacía. Tenía ganas de volver a hincarle el diente, por así decirlo, porque uno siempre tiene otra perspectiva cuando vuelve a las obras”.

 

¿Por qué crees que es el más difícil?

La parte técnica depende de cada pianista, pero tiene aspectos técnicos y líricos que no se ven en los otros conciertos. Las partes más dificultosas de esos otros conciertos tienen un aspecto de bravura, de show off. Acá no se oye esa pirotecnia, pero es complejo técnicamente. Lo difícil es que no suene técnico, sino que lírico y muy musical. Es cierto que eso también pasa en otras obras, pero creo que es algo especial en este concierto, sobre todo en las líneas largas. También es especial el diálogo que se genera entre orquesta y solista. Hay una parte muy marcial, dramática y feroz de la orquesta, que contrasta absolutamente con una línea larguísima y lírica del piano. Además, hay que destacar que Beethoven escribe la parte de solo de piano con sordina.

¿Qué significa eso?

La sordina apaga el sonido. Por decirlo de un modo: en lugar de golpear tres cuerdas, que es lo que suena normalmente en una nota, el martillo del piano golpea una cuerda, entonces el sonido es más “chico”. Es como si mutearas las otras cuerdas. Si piensas en esa orquesta feroz y el sonido apagado y absolutamente lírico del piano, es una cosa espeluznante.

¿Ese efecto es novedoso para la época?

Sí, sobre todo si uno piensa que las orquestas de esa época no tenían la envergadura de las orquestas de hoy y no existía el piano actual, sino que se tocaba fortepiano. Qque Beethoven haya puesto sordina quiere decir que buscaba un tipo de sonido particular, muy íntimo y a la vez muy humilde.

Más allá de ese segundo movimiento, en términos más generales, ¿qué distingue a este de los otros conciertos de Beethoven?

No deja de ser Beethoven, no deja de tener un final grandioso y explosivo, pero -no se me ocurre otra palabra- es más íntimo que los otros conciertos. En este concierto se ve un Beethoven distinto, quizás menos iracundo, menos irascible.

Distinto al Beethoven épico, que es una imagen habitual de él…

Claro, aunque el Concierto Nº 4 es el opus 58 y está cerca de la sinfonía “Eroica”, la “Appassionata”, los cuartetos “Razumovsky”… dentro de lo que comúnmente  se conoce de Beethoven, sale de los parámetros grandiosos, los típicos.

¿Se podría decir que es una música más delicada, quizás?

Yo solía usar esa palabra, pero prefiero hablar de íntimo porque Beethoven -en general- no tiene esas delicadezas, esa cosa fina. Beethoven es más introspectivo que delicado. Quizás esa es la palabra: es más introspectivo que el resto de sus conciertos.

David del Pino y Liza Chung. Foto: Manuel Urra.


¿Qué relación has tenido personalmente con la música para piano de Beethoven?


Para todo pianista, Beethoven es la Biblia… una de las tantas biblias, al menos.

Quizás puedes hablar de tu relación con esa música como auditora…

Bueno, para ser pianista profesional empecé relativamente tarde, pero mi mamá escuchaba mucha música clásica. Hay obras que hasta hoy no sé qué son, pero me suenan porque seguramente en algún momento las escuché. Una de esas era la Sinfonía Nº 4: mucho tiempo después me vine a enterar que era esa sinfonía de Beethoven. También me acuerdo de que había un set de cassettes con todas las sinfonías de Beethoven, pero no recuerdo quién las tocaba. Tengo ese tipo de recuerdos: mientras yo escuchaba rock inglés, ella siempre tenía la música clásica prendida.

Luego, la primera obra para piano de Beethoven que recuerdo es la Sonatina en Sol mayor. Ahí me di cuenta de que me encantaba el piano, porque en mi primer año no sabía qué era Beethoven, solo tocaba. Esa pieza me la dio mi profe. Es muy cortita, pero hay una parte en que vuelve el tema, la mano izquierda tiene una dominante séptima y ese sonido me mató, me encantó. Me la aprendí entera de una sentada. Tengo la imagen de mi pieza, el piano, hasta de la luz. Eso fue en mi primer año en la Escuela Moderna, allá por 1984.

¿Y luego?

Me han pasado hartas cosas con Beethoven. Cuando era chica, en vez de empezar con la sonatas de Mozart, que era lo típico, mi profe me puso las sonatas de Beethoven. Más adelante, cuando estaba en Suiza, en una época de divergencias y constantes inseguridades y cuestionamientos, en la radio tocaron el Concierto para piano Nº 3 y el número 5… ¡y yo me he puesto a bailar y dirigir todo, los dos conciertos! (risas). O sea, Beethoven ha coincidido con situaciones y momentos especiales. En personalidad me va muy bien, me identifico mucho con Beethoven.

¿En qué sentido?

¡En lo explosivo (risas)! No, hablando en serio, siempre he pensado que su música es absolutamente trascendental, pero también es muy representativa del ser humano. Creo que entiendo muy bien las emociones humanas que Beethoven escribe a través de las notas.

Tienes sintonía con él.

Pero con Mozart también, je. Yo siempre digo que un intérprete es como un actor que debe tener muchas facetas. En el transcurso de su carrera uno va experimentando cosas nuevas y eso se comunica a través de la música, entonces uno tiene que tener muchas emociones a flor de piel, para comunicar de mejor forma lo que escribió el compositor. Hay que ser multifacético.

¿Por eso también decías que encuentras cosas distintas al volver a una obra?

Sí, es algo muy lindo. Hasta ahora, todos los años me he esforzado en aprender obras nuevas, en hacer mucho repertorio. Sin embargo, este año decidí que por primera vez iba a volver a algunas obras… y coincidió que son todas de Beethoven. Lo lindo es el reencuentro con lo que uno había hecho y lo que pensaba en ese momento, volver a analizarlo. Es como la vida: con la experiencia vas tomando mayores perspectivas, tienes una visión distinta a la que tuviste hace diez años.

¿Te ha ocurrido ahora, al preparar este concierto?

Totalmente. La visión del concierto que tengo ahora es parecida a la de antes, pero yo no soy la misma. Lo que hacemos los intérpretes es como dar un discurso: tienes el texto escrito en un papel y puedes leer exactamente de la misma forma, pero mi voz y mis inflexiones no serán las mismas. Entonces al estudiar este concierto, por ejemplo, todos los días me pregunto: a ver, qué le voy a encontrar de nuevo. Es como reencontrarse no solo con el compositor, sino que también con uno mismo. 

Rodrigo Alarcón L. – 22/05/2023