El compositor y baterista entrega detalles de las versiones que creó para cinco canciones del músico y director teatral, que serán estrenadas por la Orquesta Usach y el Coro Sinfónico Usach en los conciertos del 5 y 6 de julio. Además, recuerda la única vez que Congreso compartió escenario con el cantautor y sus trayectos de Quilpué a Valparaíso para verlo en vivo. «Éramos jóvenes sicodélicos, pero no tontos», dice. 

Sergio «Tilo» González. Foto: Gary Go.

Sergio “Tilo” González (Quilpué, 1952) es reconocido sobre todo como baterista, compositor y fundador de Congreso, una de las bandas más emblemáticas de la música popular chilena. Iniciados en 1969 en Quilpué, entonces fueron pioneros en el cruce entre rock anglosajón y la música de raíz folclórica y latinoamericana, y más de medio siglo más tarde continúan en plena actividad: han acumulado miles de kilómetros ofreciendo conciertos y han publicado casi una treintena de discos. El más reciente, Luz de flash (2022), acaba de ser reconocido como Álbum del Año en los Premios Pulsar.

Originalmente, Congreso enlazó a jóvenes músicos que provenían de dos bandas cuyos nombres delatan su indesmentible carácter sesentero: Los Masters, que reunía a Fernando Hurtado y a los hermanos Fernando, Patricio y Sergio “Tilo” González; y Los Sicodélicos, desde donde se unió un cantante que entonces se identificaba como “Frankie” Sazo, pero hoy es más reconocible como Francisco o «Pancho». Así nació el que hasta hoy ha sido el principal núcleo creativo de Congreso, que ahora volverá a encontrarse fuera de sus territorios habituales: en Santiago y en un escenario ocupado por una orquesta y un coro sinfónico.

Este miércoles 5 y jueves 6 de julio la Universidad de Santiago (Usach) festejará su aniversario número 174 con un concierto en el que se estrenará Víctor Jara, un canto libre, una suerte de suite conformada por cinco canciones del músico y director teatral, con arreglos de “Tilo” González. La obra fue un encargo de la Orquesta Usach y el Coro Sinfónico Usach y tendrá como solistas a dos voces de generaciones diversas: Nicole Bunout y, claro, Francisco Sazo.

En la Usach, Víctor Jara, un canto libre abrirá las actividades conmemorativas por los 50 años del golpe de Estado y será parte de un programa que también contempla la obertura a la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini (1792-1868), y el Concierto para piano Nº 5 “Emperador” de Ludwig van Beethoven (1770-1827), que tendrá a la pianista Svetlana Kotova como solista. Bajo la dirección general de David del Pino Klinge, serán dos funciones gratuitas cuyas entradas se agotaron con dos semanas de anticipación. De este modo, el Teatro Aula Magna tendrá sus butacas y galerías copadas cuando la Orquesta Usach y el Coro Sinfónico toquen por primera vez las cinco composiciones que contempla la obra: “Angelita Huenumán”, “Te recuerdo Amanda”, “El cigarrito”, “Manifiesto” y “Canto libre”.

Entre ellas, dice “Tilo” González, hay dos que son particularmente especiales para él: “Angelita” me interesaba por el contexto del que habla. Tiene que ver con nuestros antepasados y hace un relato muy hermoso de todo el entorno que rodea a esta niña mapuche. Por otro lado, de “Canto libre” me gusta esa cosa de manifestación y calle, de alegría y fervor. Por eso, el arreglo es bastante callejero, con cajas y un zurdo. Las otras tres son las canciones más emblemáticas, en realidad”.

 

Más allá de cada caso particular, ¿cómo describes el trabajo que hiciste con las cinco canciones?

Hay un componente que yo no había usado tanto, que es el coro, y el tratamiento tiene ese hilo conductor, aunque no quise que suene como un coro “lírico”. Es un coro que no acompaña desde el protagonismo, sino que sutilmente aparecen algunas cosas. Excepto en “Canto libre”, donde la voz es totalmente abierta. Ahí tienen que rajarse cantando (risas).

Por otra parte, la orquesta tampoco tiene la pretensión de sonar “sinfónica”, sino de estar lo más cercana a Víctor. No está la guitarra por ninguna parte, pero no quise meterme en una gran orquestación. Es más minimalista.

¿No habías trabajado antes con coro?

No de esta manera. Lo que pasa es que los coros sinfónicos, por el repertorio que habitualmente cantan, tienden a cantar muy “lírico” y, según mi visión, Víctor no anda por ese camino. Por eso el coro está tratado más a través de las texturas, quizás.

¿Cómo llegaste a la decisión de trabajar de esa forma con el coro y la orquesta?

Siempre es muy atractivo escribir para una orquesta y un coro. Al tiro se te vienen a la cabeza Wagner y Beethoven, algo grande, pero pensé que Víctor era un poco más íntimo. Y  con las fechas que estamos conmemorando… no se trata de lucirse escribiendo, sino de lo que necesitaban las canciones, desde mi punto de vista. No busqué la grandiosidad de la orquesta y el coro.

Además, la enseñanza de escritura para cualquier compositor es europea, entonces tiendes a sonar como una orquesta sinfónica de música docta europea, pero yo he tenido otras experiencias haciendo música con orquesta, junto a Congreso, y la idea es que sigamos sonando como Latinoamérica.

¿Es posible lograrlo? La tradición es muy pesada…

Es súper pesada. Además, si no suenas a eso, te dicen que no lo lograste y eres malo (risas). No, me quité todos esos prejuicios. De hecho, las dos primeras estrofas de “Manifiesto” son acompañadas por pizzicatos de contrabajo y cello y pequeñas intervenciones del coro. Imagínate, teniendo una orquesta entera, me fui a esa cosa minimalista. Son decisiones que uno toma, aunque podrían ser otras también.

En general, Víctor Jara grabó estas canciones solo con guitarra y voz, casi no tienen percusión. Considerando que tú tienes formación como percusionista, ¿cómo abordaste ese aspecto?

Hay que darles una conducción, un groove como se dice en música popular, y eso lo hice con la percusión. En ciertos momentos, el arreglo toma una marcha a través de estas percusiones. Ahí hay una diferencia también con la percusión sinfónica, que usualmente tiene momentos muy breves. Acá va conduciendo un poquito, sutilmente por atrás, y pasan cosas por arriba. También hay una percusión mucho más latinoamericana que sinfónica.

¿Qué instrumentos usaste?

Caxixis, que son como semillas. Un bombo legüero también. Son instrumentos que habitualmente no están en una orquesta. Por eso, hablar de  “Víctor Jara Sinfónico”… no sé. Esto es como Víctor con orquesta y coro no más, je. Existe otra obra que tiene más de ese lenguaje (compuesta por Carlos Zamora y estrenada en 2006, con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción). Esto no es lo opuesto, pero es distinto.

 

¿Te acomoda pensar tu trabajo como arreglos para orquesta y coro?

La palabra “arreglo” es bien fea, ¡porque las canciones de Víctor Jara no necesitan arreglo!

Pero es la definición habitual para este tipo de trabajos, ¿no?

Sí, porque tampoco se trata de una orquestación, donde hay que poner instrumentos distintos a lo que ya está sonando. En este caso, hay momentos que son creados especialmente. No es que la guitarra pasó a la flauta, simplemente. Por otra parte, “arreglos” suena como si algo no estuviera bien y eso no es bueno… ¿Cómo nombrar esto? Hay una laguna ahí. “Arreglo” es lo que se usa. A mí me parece extraño, pero parece que no hay otra.

En esta obra hay un trabajo creativo tuyo, pero en torno a canciones conocidas y con un peso simbólico muy grande. ¿Cómo asumiste ese rol?

Claro, porque en este caso hay trozos de música nueva. Es difícil, sobre todo por lo que acabas de mencionar: Víctor era una voz y una guitarra, básicamente, y no es fácil llevar eso a instrumentos melódicos: flautas, clarinetes, oboes, etc. La idea tampoco era transcribir lo que estaba hecho en la guitarra, entonces necesariamente hay que meterse en una pequeña “creación”, para acompañar la línea melódica y la letra de Víctor. Tampoco me metí mucho en cambios armónicos. Ya era suficiente tener instrumentos distintos a los que usó Víctor. Hay pequeños esbozos de cambios armónicos, pero traté de ser respetuoso en eso.

¿Cuánto se debe respetar, precisamente, el original? Porque tampoco se trata de dejar la canción exactamente igual…

Eso depende del criterio de cada uno: qué tan respetuoso eres con la obra original y qué tanto puedes intervenir o sumar a lo que está sugiriendo. En realidad, se trata de sumar, no de hacer algo nuevo. Yo, por lo menos, escapé del guitarreo porque no es fácil transcribir la guitarra a la orquesta, entonces hay que tener otro punto de vista.

Aunque por poco tiempo, Congreso y Víctor Jara fueron contemporáneos. ¿Qué relación tuvieron?

Fuimos contemporáneos, pero en ese momento éramos de provincia. En los años 60, había un bus y un tren al día entre Quilpué y Santiago. Si no tomabas el bus de las 6:30 de la mañana, olvídate hasta el otro día. Entonces nuestra relación cotidiana o habitual con Víctor u otros de la época, como Rolando Alarcón y Patricio Manns, no fue tan fluida.

Sí tuvimos un muy lindo encuentro en el Tercer Festival de la Nueva Canción Chilena, en 1971, en el Teatro Municipal de Santiago. Viajamos desde Quilpué y tocamos en ese festival donde estaba Víctor. Fue un encuentro de provincianos con un prócer. Éramos más jóvenes y andábamos más en la sicodelia con el folclor. De todas formas, Víctor era muy abierto: grabó con los Blops, dirigía teatro… No éramos un grupo que estuviera invadiendo espacios del folclor. Al revés, creo que nos podría haber visto con buenos ojos si hubiésemos llegado a hacer algo juntos.

Entonces fue un encuentro puntual.

Claro. El resto… ¡perdidos en Quilpué!

 

¿Qué recuerdas de ese festival?

No me acuerdo de la canción que hicimos, pero tenía que ver con Valparaíso y con el mar… mira, de las cosas que me estoy acordando. La tecnología de esa época era muy distinta, obviamente, y nosotros queríamos que sonara el mar mientras comenzábamos la canción, entonces trajimos el sonido del mar grabado en un casete y enchufamos una casetera a un amplificador de guitarra, arriba del escenario. O sea, fue una cosa muy precaria, pero resultó: el mar empezó a sonar y nos acompañó en la canción. Imagínate, hoy parece una locura…

De hecho, en esa época tiene que haber sido una cinta.

Claro, todavía no había casetes. Bueno, ese fue nuestro encuentro, pero en ese tiempo igual había una conexión, sin conocerte. Nosotros sabíamos lo que estaba haciendo el Inti, ellos sabían de nosotros. Así con los Blops también, con Víctor. Había un lenguaje común, que era hacer música con raíz de nuestro continente.

Congreso estaba en sus inicios, en Quilpué. ¿Qué imagen tenían de lo que hacía Víctor Jara en Santiago?

Era un referente, junto con Quilapayún o Luis Advis, imagínate. Era gente mayor no en términos de edad, sino que estaban posicionados y hacían cosas hermosas. Como la Violeta, hasta hoy día.

¿Cuánto ha cambiado esa imagen con el paso del tiempo?

Es distinta, pero como uno lo conoció en actividad, tiene el recuerdo de un hombre muy activo, con muchas ideas nuevas para la época. Recuerda que él se hizo cargo de la teatralidad de los Quilapayún, cuando les puso ponchos negros y eran como un murallón increíble en el escenario. Por ese tipo de cosas uno lo siente como un gran artista, porque no solo fue músico. Con toda la historia y la carga que ahora tenemos encima, con todo lo terrible que sucedió, yo lo sigo viendo como un gran artista. Será que lo conocí así, lo admiré en vida, y no quiero salir de ahí.

Víctor Jara es un mito para muchas generaciones, es difícil ver a la persona “real”.

Claro. Yo no lo conocí mucho. Fue un encuentro, pero uno sabía lo que estaba haciendo él, Patricio Manns, los Inti. Siempre estábamos atentos a lo que hacía el otro, era bonito.

También tengo el recuerdo de haber ido a verlo a Valparaíso, al Aula Magna de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Eso fue antes del festival en que tocamos juntos. Como público, fui a ver a Quilapayún y a Víctor Jara a Valparaíso. Porque éramos jóvenes sicodélicos… pero no tontos. Y me acuerdo de que dijo así, ingenuamente: “Voy a presentar una canción que hice hace poco y se llama ‘Te recuerdo Amanda’”. Imagínate, una canción que hoy es emblemática, la presentaba así: “Espero que les guste”.

Ahora que quedan pocos días para este concierto. ¿Tienes alguna expectativa? ¿Qué se te pasa por la cabeza?

Este concierto no deja de sorprenderme por el repertorio, con Beethoven y Víctor Jara. Las personas que buscan la música de Víctor van a querer que pase luego la otra música y quienes vayan por Beethoven van a decir: ¡qué lata! (risas).

Más allá de eso, es linda la idea de que Víctor esté presente en el aniversario de la universidad, es valiosísimo. Por la historia de Víctor con la universidad y porque se cumplen 50 años de su asesinato. Está bien y está bien que esté al lado de Beethoven. Estilísticamente son distintos, claro, pero tienen que ver… en las ideas. Toda la lírica de Víctor funciona en ese carril: la libertad, la alegría, la bondad. No son letras que incitan a una “revuelta” solo por incitarla, sino que tienen un sentido humanitario. Es como que dijera “por algo canto esto”. Bueno, ahí está: “Yo no canto por cantar ni por tener buena voz”. Ahí es donde se cruzan los genios y las músicas. Y yo tengo la suerte de que me hayan llamado.

 

Rodrigo Alarcón L. – 03/07/2023

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