La Orquesta Usach estrena la Fantasía para viola y orquesta que le encargó al compositor chileno, que está dedicada a la solista Carolina Castillo. La obra se podrá escuchar este miércoles 15 de noviembre (19:30 hrs.) en el Teatro Aula Magna, como parte de un programa que también incluye música de Giuseppe Torelli y Wolfgang Amadeus Mozart. 

Jorge Pacheco. Foto: Neda Godoy Orellana.

Hace una década, aproximadamente, Jorge Pacheco (1982) estuvo en ensayos de la Orquesta Usach e incluso llegó a dirigir alguna parte de ellos, en su habitual escenario del Teatro Aula Magna. Compositor y musicólogo con estudios en Chile y Francia, en ese tiempo también estaba estudiando para ser director de orquesta. Y su maestro era David del Pino Klinge, el actual director de la Orquesta Usach.

El tiempo ha pasado y Jorge Pacheco ha vuelto a encontrarse durante los últimos días con la Orquesta Usach, pero desde una posición completamente diferente. Este miércoles 15 de noviembre (19:30 hrs.) el elenco estrenará su Fantasía para viola y orquesta, una obra que le fue encargada en 2019 y que está dedicada a una de las integrantes de la agrupación, Carolina Castillo. Dirigido por Rodolfo Saglimbeni, el programa también incluye el Concierto para trompeta de Giuseppe Torelli (1658-1709) y la Sinfonía Nº 40 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) (entradas y detalles acá).

“Siento que la posibilidad de estrenar obras para orquesta es un regalo de la vida, realmente, y esta orquesta tiene un compromiso potente con la creación. Es muy valioso”, dice Pacheco, que actualmente también trabaja desde un lugar geográfico diferente: después de varios años viajando al sur para trabajar con orquestas juveniles e infantiles, el año pasado se estableció en Puerto Montt. En esa ciudad es profesor de la Universidad de Los Lagos, donde también dirige a la Camerata ULagos, que se presenta habitualmente en el Teatro Diego Rivera y en otras ciudades de la región. 

En medio de todo aquello, escribió esta Fantasía para viola y orquesta para Carolina Castillo y la Orquesta Usach. “He estado muchas veces como público y creo que en los últimos 15 años la Orquesta Usach pasó a otro nivel de reconocimiento y calidad. Antes era menos conocida, pero ahora es de las más respetadas, con una temporada internacional, directores invitados, repertorio universal y creación local. Es potente y es bonito ser partícipe de ello”, comenta.

A Carolina Castillo, en particular, la conocía porque habían trabajado juntos en una orquesta formada al alero de la fundación Protectora de la Infancia: “Nos hicimos amigos. Si uno revisa la historia, muchas veces el deseo de escribir obras viene justamente de la amistad, cuando conoces a un instrumentista, te habla de su instrumento, de sus dificultades y bellezas, y uno tiene la posibilidad de escucharlo. Así surgió este concierto: conversando y escuchándola tocar”.

Carolina Castillo. Foto: Gary Go.

¿Cómo describes la obra?

Es una obra pensada para la Orquesta Usach, en que la viola es protagonista desde el comienzo. No sé si llega a ser un chiste, pero la viola parte tocando casi como un gesto de humor, porque entre músicos se bromea con que a las violas les toca hacer puras notas repetidas en el repertorio tradicional, puro acompañamiento de ese tipo. Partiendo de esa broma, la obra comienza con notas repetidas de la viola sacadas de contexto, ya no como acompañamiento sino como una energía, con un ritmo vigoroso. Es una obra que definiría como clara, en el sentido de que su estructura es muy audible y tradicional, con un comienzo rápido, una sección más lenta y un final virtuoso y rápido.

¿Y en términos de lenguaje musical?

Es una obra que surge del placer de tocar y hacer sonar los instrumentos. Está pensada desde lo instrumental, desde la orquesta, por lo tanto, no es un lenguaje tan experimental. La intención es tratar de que los instrumentos y la orquesta suenen como tradicionalmente suenan.

¿Habías escrito para viola solista?

Nunca, así que tenía ese deseo de experimentar con los instrumentos. Había escrito para clarinete o piano solo, nunca para un instrumento solista con orquesta.

Debe ser algo especial entonces, ¿no? ¿Implica mayor dificultad?

Es un desafío. Mi apreciación personal es que en la música contemporánea se dejan de lado los grandes géneros tradicionales de la música de tradición escrita: la sinfonía, el cuarteto de cuerdas, el concierto, porque son costosos desde el punto de vista económico, es difícil que la obra se pueda tocar y es difícil escribirlos, entonces tienen varias dificultades. Llegó un momento en que quise enfrentarme a esos géneros mayores. Ahora está muy de moda el tema de la música de cámara, los festivales de música contemporánea, pero yo creo que estos grandes géneros de la tradición sinfónica todavía tienen mucho que dar y es un desafío bonito enfrentarlos.

También se han dejado de lado porque es difícil hacer algo distinto o nuevo, ¿no?

Es cierto, porque de alguna manera pertenecen a otra época.

¿No te importó eso?

En este caso tuve ese afán de ir a la tradición. No quiero renovar el lenguaje, no es mi intención. Yo soy intérprete, contrabajista y director, entonces para mí es súper importante componer con la conciencia de que los intérpretes tocan la obra y disfrutan de tocar los instrumentos. Hay una vinculación con el puro placer de tocar. Así como en inglés se dice play music, es como jugar con los sonidos, hacer vibrar el instrumento. Cualquier músico conoce esa vibración, ese cosquilleo que uno siente cuando hace sonar su instrumento, cuando lo hace cantar.

Tradicionalmente, la viola no aparece tanto como solista. ¿Qué te atrajo del instrumento?

Es verdad que tiene un papel secundario, pero hoy ya tiene varios conciertos y concertistas famosos. Yo empatizo con eso porque soy contrabajista y nos pasa algo parecido, tampoco brillamos tanto como con los cellos, que se llevan la atención del público.

Por otro lado, me interesa la sonoridad de la viola, es hermosa. Al ser contrabajista, me interesa esa sonoridad grave y aterciopelada, que intento explorar en el concierto, y me interesa también su potencia en el registro agudo, que es muy penetrante. Es interesante explorar el instrumento en toda su extensión y no siempre tienes la oportunidad de escucharla, porque generalmente en la orquesta tiene esa función de voz interior de la armonía.

Naciste y estudiaste en Santiago, pero ahora eres profesor y director en la Universidad de Los Lagos, en Puerto Montt. ¿Cómo ha sido tu experiencia ahí?

Con algunos colegas y estudiantes tenemos la Camerata ULagos, que funciona desde 2019 y su vocación es interpretar obras del repertorio universal y locales. Hemos podido estrenar varias obras de compositores de acá, académicos y estudiantes. Cuando yo estudié había una gran inclinación a observar lo que pasaba afuera, sobre todo en Europa, y acá me sorprendió ver que están alejados de eso. Tienen una visión totalmente distinta de la música contemporánea. Hay bastantes compositores y compositoras, pero su música está más vinculada a una tradición local, abierta a todo tipo de influencias.  Es bonito, porque es una música contemporánea que no se ha alejado mucho del público, es una música que la gente puede reconocer, tanto su novedad como su vínculo con músicas más tradicionales.

Eso ha sido una lección para mí, porque una discusión permanente era para quién estamos componiendo: ¿para uno mismo? ¿Para un círculo cerrado? ¿Qué relación tiene esto con el público? Cuando escucho música lo hago también desde ese ángulo emotivo, como mucha gente, ¿entonces por qué negarse a eso? La música del siglo XX se alejó totalmente de esa idea, ¿pero por qué quedarse con eso? En una obra, tal vez uno se interese por el lenguaje y la exploración sonora, que es algo legítimo y bonito, pero a veces también se puede asumir que hay una fuerza emotiva.

¿Te interesa hacer carrera como compositor o director desde el sur de Chile?

Creo que se puede, están pasando cosas y no tengo duda de que en un tiempo va a existir una orquesta profesional en la región. Hay muchos músicos que buscan donde tocar, se agrupan y se van generando necesidades y público. Es un desafío. Uno siente que está todo muy centralizado en Santiago y nadie se entera de las cosas que se hacen afuera, pero por otro lado también es bonito tener un propio circuito musical. Lo que mencionaba de la identidad es potente. La gente escucha esa música, no se toca solo una vez en un festival de música contemporánea y queda como una anécdota. 

Rodrigo Alarcón L. – 14/11/2023

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