El pianista anticipa el concierto gratuito que ofrecerá este miércoles 3 de enero (20:15 hrs.) en el Teatro Aula Magna Usach, donde abordará por primera vez las variaciones que Frederic Rzewski compuso a partir de “El pueblo unido jamás será vencido”. La presentación es parte de un evento que celebra los 50 años de la canción y también contempla la exhibición del documental Himno.

Gustavo Miranda. Foto: Ralph Bennett.

Gustavo Miranda (Santiago, 1991) era un adolescente cuando viajó a Nueva York para estudiar en The Julliard School, uno de los conservatorios más exigentes del mundo. Ahí, donde era el único chileno y casi el único latinoamericano, sus días se agotaban entre largas horas de estudio y clases, pero de alguna forma se las arreglaba también para asistir a conciertos.

Un día quiso ir a uno en el Lincoln Center, en el Upper West Side de Manhattan, donde funciona una docena de instituciones culturales y también había salas de conciertos de la misma Julliard. No sabía cuál era el repertorio, así que simplemente iba a escuchar lo que encontrara. “Y cuando entré a la sala, ¡había unas banderas chilenas!”, recuerda.

¿Por qué había banderas chilenas esa noche en Nueva York? Porque Jerome Lowenthal, uno de los pianistas más reconocidos de la actualidad, ofrecía junto a sus alumnos un concierto enfocado en una sola obra: The People United Will Never Be Defeated!, un ciclo de variaciones para piano creado en 1975 por el compositor estadounidense Frederic Rzewski (1938-2021), a partir del clásico “El pueblo unido jamás será vencido”, de Sergio Ortega (1938-2003) y Quilapayún.

“Jerome Lowenthal es pareja de Úrsula Oppens, a quien están dedicadas las variaciones, y por supuesto ella estaba ahí. Así me enteré de la existencia de esta obra, una de las más importantes de todo el repertorio pianístico en la segunda mitad del siglo XX. Fue un shock cultural. ¿Por qué yo, siendo chileno, ni siquiera sabía de esta obra? Los que no eran chilenos sabían más que yo”, dice.

Gustavo Miranda pasó más de una década y media en Estados Unidos, pero en 2020 volvió a Chile. Convertido en un pianista ya experimentado, que ha tocado con las principales orquestas locales y en salas de Europa, Asia y América, regresó a Santiago y desde entonces ha interpretado algunas de las piezas más célebres que se han escrito para piano. Ha tocado las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach y la Sonata en Si menor de Franz Liszt y también está abordando las 32 sonatas de Ludwig van Beethoven.

En los próximos días, The People United Will Never Be Defeated! se sumará a ese recorrido: el miércoles 3 de enero tocará la obra completa de Rzewski, como parte del evento “El pueblo unido: 50 años”, que se desarrollará desde las 18:30 horas en el Teatro Aula Magna Usach (entradas y detalles acá). Aunque la pieza fue estrenada en el país en 2010, durante un concierto de la pianista estadounidense Marilyn Nonken en el Instituto Chileno Norteamericano, prácticamente no se ha escuchado en vivo en el país.

 

 

“He tomado un rol en cuanto a mostrar repertorio en Chile”, explica Miranda. “Además, me he dado cuenta de que tengo un público. A veces converso después de los conciertos y hay personas que me dicen que es la primera vez que escuchan en vivo las Variaciones Goldberg o la sonata ‘Hammerklavier’, por ejemplo, entonces creo que hay una deuda con obras que no se han tocado o no se tocan casi nunca en Chile, y hay un público hambriento por escucharlas. Así emergió esta idea. Había personas que me decían que nunca habían escuchado la obra de Rzewski y me sorprendió. Luego recordé que yo no tenía ninguna noción de su existencia antes de irme de Chile”.

¿Por qué tocarla ahora en este momento?

Es una de las obras más difíciles del repertorio, requiere gran habilidad para aprenderla, entonces no es algo que cualquier pianista esté dispuesto a hacer. Pensé que si ya estaba ofreciendo algunas de las obras más complejas del repertorio, perfectamente podía tocar esta que tiene que ser tocada de forma más frecuente en Chile. Además, estoy feliz de que la presentemos en la Usach, porque estoy seguro que el público va a estar muy expectante.

Específicamente, ¿a qué te refieres cuando hablas de su complejidad?

Está al nivel de las obras más complejas del repertorio, como las Variaciones Goldberg, las Variaciones Diabelli o la sonata “Hammerklavier». Es muy larga, de una gran complejidad contrapuntística y estructural. Ni hablar de las complejidades técnicas. Es de máxima exigencia, al mismo nivel del repertorio que suelo presentar en Chile. Además del significado interpretativo que hay detrás, por supuesto.

¿Cómo ha sido el proceso de preparar este concierto?

He escuchado muchas grabaciones, varias del mismo compositor tocando. Eso siempre es interesante. No necesariamente porque sea la mejor interpretación, sino porque se puede capturar su intención más allá de la partitura. La interpretación jamás tiene que ver con reproducir con exactitud lo que está en la partitura. Tocar las notas y las indicaciones de la partitura es la punta del iceberg. Lo que está detrás y me interesa es la emoción que llevó a escribir eso en la partitura. Eso es lo más difícil de explicar y enseñar en el proceso de formar a un artista, una conexión casi inconsciente con la partitura. Por eso es interesante ver al compositor reaccionando a su propia creación. Lo que está en la partitura siempre es una versión de lo que podría ser. Vi una interpretación de Rzewski en los años 70 y otra del último concierto que dio en su vida y son muy distintas, a pesar de tocar las mismas notas e indicaciones. Las inflexiones, matices y fraseos son distintos. Eso es lo que siempre he buscado: en mi concepto interpretativo, la obra toma vida cada vez que se toca. Tiene una vida porque es un proceso comunicativo que se da en el momento, con la acústica de la sala, con el instrumento y con el público que está ahí.

 

Considerando eso, ¿qué te interesa que ocurra con tu interpretación?

De partida, es significativo hacer este concierto en un lugar simbólico de lo que representa la obra, como es la Usach. Esa ya es una carga que me interesa explorar. Además, conozco la acústica que tiene el Teatro Aula Magna y es un placer tocar ahí. Habrá un asunto emocional interesante, porque el compositor nunca tocó en Chile esta obra, que fue inspirada por completo en la historia de Chile. Creo que es algo que aportará al mismo desarrollo de la obra. Ese es un concepto que escuché de Witold Lutosławski: cuando escribió su Concierto para piano, decía que él solamente escribió la obra y quería ver qué iba a pasar después. Yo creo que a esta obra le falta ser tocada en Chile para ver qué ocurre, qué fraseos van a emerger.

¿Por qué crees que esta obra casi no se ha tocado en Chile y no ha sido abordada por pianistas locales?

La dificultad es un gran tema. Al ser muy larga, además, no se puede programar con otros repertorios. También puede ocurrir que no se conozca, como me pasó a mí. La verdad es que no lo sé… yo me siento feliz de tocarla y espero que se toque más.

¿No crees que influye su carga política?

Me imagino, pero no estoy tan seguro. No veo razones para que esa sea una limitante en este contexto histórico. Creo que son otros los factores.

¿Por qué crees que esta canción, nacida en un contexto tan específico, se volvió tan universal?

Tiene un sentido heroico, una emoción, y el momento histórico en el que emergió es muy significativo. Yo nací después, pero todavía hay una generación que vivió esa época que fue muy importante para el mundo. Todo eso está en el carácter de esta canción. Las variaciones de Rzewski también son una reflexión sobre lo que ocurrió a partir de lo que representaba la canción.

¿En qué sentido?

Ese es el sentido de los temas con variaciones: se presenta un tema y se exprime todo su potencial. Rzewski lo hace siguiendo la tradición de Bach, Beethoven, Brahms. Parte con el tema de la canción, en una muy buena transcripción al piano, y después hay 36 variaciones organizadas en grupos de seis. Las seis variaciones tienen otra organización, que son cinco variaciones y una sexta que es un collage de las cinco anteriores. La obra completa está dividida en dos partes y el último set de seis variaciones es una recapitulación, entonces siempre hay una mirada hacia atrás en la estructura. Se presenta un material y se recapitula.

Por otro lado, las variaciones pasan por todos los estilos posibles del siglo XX. Aunque no son estrictamente dodecafónicas, las primeras doce están casi en el estilo de la Segunda Escuela Vienesa: Schonberg, Berg, etc. La número 13 empieza a explorar acordes y sonoridades del jazz, hasta la número 18. Después ya pasa por Ligeti, Philipp Glass, Messiaen… Además, Rzewski tiene su propio sello, que tiene que ver con las técnicas extendidas de la música contemporánea. Por ejemplo, pide que el pianista silbe en una de las variaciones y que golpee la tapa del piano en otra. Eso está inspirado en Boulez.

Es una obra que va mutando lentamente, como una película que va cambiando de una escena a otra, hasta que la última variación da la posibilidad de improvisar. Ese es el momento en que se libera toda la energía y al final se toca nuevamente el tema, tal como en las Variaciones Goldberg, con la diferencia de que Rzewski escribe el tema y lo orquesta un poco distinto.

 

Considerando que eres un pianista formado en la tradición de música clásica, ¿qué aproximación tienes con “El pueblo unido jamás será vencido” y el repertorio de la Nueva Canción Chilena?

Probablemente tengo una relación inconsciente, porque es un soundtrack que está en el inconsciente de Chile. Sin embargo, la música que llamamos “clásica” está llena de esas conexiones: Haydn, Bach, Beethoven, todos usaron temas folclóricos o de música popular. La música clásica tiene el estigma de ser elitista, pero esa es una falacia. Es todo lo contrario, algo que une y rompe brechas en todo aspecto de la humanidad. Chile está muy al debe con esto. Hay una idea de que la música clásica es como música de fondo, pero eso no tiene nada que ver con lo que realmente es. El público tiene una concepción errónea de lo que significa la música clásica, pero no es culpa de ellos. Es un concepto instaurado por parte de un segmento menor de personas y yo estoy en una campaña para eliminarlo. Esta obra tiene ese sentido también: cómo a partir de un tema como “El pueblo unido…”, de la cultura popular chilena, se puede escribir una de las obras más importantes de lo que se denomina como música clásica.

Además, la canción se compuso a partir de un sexteto de Johannes Brahms…

Y por eso el tema tiene un toque melancólico, muy brahmsiano. La tonalidad de Re menor también es significativa. La “Chacona” de Bach está en Re menor, por ejemplo, y la chacona era una danza que se empezó a usar para hacer temas con variaciones. Brahms conocía todas las obras, tenía partituras de muchos compositores, y escribía a partir de ese conocimiento. La tonalidad está presente ahí, sin duda.

Rodrigo Alarcón L. – 28/12/2023

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